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    jueves, 24 de junio de 2010

    ¿Qué será de nuestras vidas?

    ¿Qué será de nuestras vidas?  
    ¡La Pascua seguirá!
     

    Una noche, un viejo sabio indígena, sentado con sus nietos alrededor de la fogata, hablaba del enigma de la vida. Les decía:
    Una gran pelea ocurre dentro de mí; una pelea entre dos lobos.
    Uno de los lobos provoca violencia, envidia, soberbia, egoísmo, crueldad, rencor, maldad, traición.
    El otro lobo irradia gratitud, paz, amor, felicidad, entrega, justicia, compasión, generosidad.
    Un breve silencio hubo que dejo pensativos a los niños, y el sabio agregó: Esta misma pelea está ocurriendo dentro de ustedes y dentro de todos los seres de la tierra.
    Uno de los niños le preguntó:
    Dígame abuelo, ¿cuál de los lobos crees que ganará la pelea?
    El viejo sabio respondió simplemente: Será el que alimentes. (Cuento anónimo recibido por Internet)

    La vida es asunto de relación
    Puedo tener buena salud y, sin embargo, no tener vida. Pues, más que vitaminas, la vida requiere relaciones sanas.
    Las personas despreciadas y rechazadas pierden el gusto y hasta el sentido de su vida. Por eso Dios ideó la familia y el hogar para que todos se sintieran amados y reconocidos como hijos, hermanos y parejas. La vida del hogar supone una relación cordial entre todos sus miembros. Allí dentro, todo se ordena en una relación amorosa, y por desgracia cuando ésta se rompe, se divorcian los padres y se abandonan los hijos a los abuelos.
    En la harmonía de la parentela, el amor mutuo genera felicidad, libertad y paz. En ese hogar se ríe, se baila, se canta. ¡Qué bien se siente uno, al llegar a esa casa! También ríe, baila y canta.
    De modo similar a la vida del hogar, cuando Jesús promete vida en abundancia al discipulado, esa vida prometida depende de la relación que se mantenga con él. “Yo soy la vid, ustedes las ramas.” Jn 15, 5. “Permanezcan unidos a mí, como yo lo estoy a ustedes.” Jn 15, 4. Jesús expresa su deseo de una profunda relación con los suyos: “Como el Padre y yo somos uno, que ustedes sean uno en nosotros.” Jn 17, 21.
    La vida de Dios en mí se fundamenta en mi relación íntima con Dios. “Uno sólo es su Padre: el del cielo.” Mt 23, 9. Jesús se revela amigo de todo creyente: “En adelante, ya no los llamaré siervos, porque el siervo no conoce lo que hace su señor. Desde ahora los llamaré amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí a mi Padre.” Jn 15, 15.
    En cada Eucaristía, al recibir el cuerpo de Cristo, nueva vida recibimos. Él se nos da como pan de vida. Al oír la palabra de Jesús, sucede igual al paralítico junto a la piscina de Siloé, se cobra más vida, y como Lázaro se resucita a la vida. Al beber a la fuente del Espíritu Santo, el agua viva prometida, se logra la vida eterna: “El agua que yo quiero darle se convertirá en su interior en un manantial que conduce a la vida eterna.” Jn 4, 14.
    La misma vida del Resucitado, según el proyecto divino, se vive en fraternidad con todos los seres humanos del planeta; vida fraterna que trae consigo felicidad, libertad y paz. Dice Jesús: “Todo lo que hacen con uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí me lo hacen.” Mt 25, 40. “Yo soy la vida.” Él, sí, da sentido verdadero a la vida humana.
    En definitiva, ¿qué será de nuestras vidas? Igual que el viejo sabio indígena, se puede contestar: La vida que tú lleves adelante, la vida que vayas a brindar a los demás, dependerá del lobo que alimentes en tus relaciones.
    Pascua es vida nueva. No temamos de difundir vida nueva. En ella está la felicidad, la libertad, la justicia y la paz de nuestro pueblo. Y no sólo tu vida será maravillosa, sino la de los tuyos, la de tus hermanos, la de tus vecinos, la del indigente que llame a tu puerta.
    ¡Sea Pascua todos los días, hermanos!
    Persona y Sociedad / Marcos Plante, msc

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