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    martes, 7 de septiembre de 2010

    La austeridad y el desarrollo

    La austeridad como fundamento del desarrollo. Son tan abundantes y diversas las fuentes de opiniones emitidas por personas encumbradas, tanto dominicanas como extranjeras, a quienes se les atribuye dominio sobre asuntos económicos, que causan sorpresa, confusión y preocupación: Paul Krugman, Premio Nóbel de Economía: “no es hora de austeridad”; el Ministro de Hacienda dominicano: “el impuesto al consumo de combustible no es inflacionario”; Marranzini: “alrededor de un millón de clientes no paga la luz”; representante del BID: “El mayor problema del sector eléctrico nacional no es que la gente no paga sino que no se le factura”; “Banco Mundial sugiere aumentar la factura de energía”.
    Puesto que en otras ocasiones he definido la tolerancia como el respeto por los criterios y las acciones ajenas que no comparto, mientras me reafirmo en lo que creo, de entrada, debo decir que no estoy de acuerdo con las opiniones citadas.
    Entiendo por austeridad, el uso racional de los recursos destinados a la adquisición de los bienes tanto físicos como intangibles, como son los servicios, que satisfacen las necesidades reales, que son las que elevan el nivel de vida de las personas, mientras se rechazan las carencias ficticias.
    La austeridad en función del principio de la escasez, establece: en todo momento y lugar, los recursos deben usarse con racionalidad en virtud de que la totalidad de las necesidades son absolutamente abundantes en relación con los bienes disponibles que, al menos relativamente, tienden a ser limitados para satisfacerlas todas.

    Un ejemplo nuestro
    Una valiosa contribución del Padre Lucas Lafleur, un discreto pero efectivo colaborador de la FHI, en su propósito para procurar el desarrollo integral, por medio de la economía solidaria, nos sirve de base para estas reflexiones.
    El Padre Lucas me refirió una encuesta realizada por la firma Psychologique Médium sobre el comportamiento del consumidor dominicano que determina un elevado gasto “cuya función principal no es satisfacer una necesidad material, sino indicar a los demás cuál es su status o posición en la sociedad que desean proyectar…. En la mayoría de estos casos el gasto es mayor, pero el bienestar no aumenta”.
    Se ha dicho que, “errar es de humanos”, pero también que “los tropezones hacen levantar los pies”, o que “no se debe tropezar dos veces con la misma piedra”. Pero, parece que estamos tan “anestesiados” que, tal vez sintamos el dolor, pero somos incapaces de determinar las causas, quizás ni siquiera de intentarlo. La esencia del resultado de esta encuesta constituye una profunda lección de austeridad.
    Tal vez el señor Krugman parta del criterio de que desembolso y gastos son términos equivalentes. Algunos acostumbran decir: gastos de consumo y gastos de inversión.
    Yo prefiero llamar gastos a los desembolsos corrientes, que satisfacen necesidades en el momento mismo de su uso; e inversión los destinados a crear otros bienes.
    Es inadmisible aceptar que un impuesto al consumo de combustible no sea inflacionario, pues todo impuesto indirecto es inflacionario. Este criterio es común al todo y a la parte. Lo que sí podría ser es que si el conjunto de las cargas tributarias sobre los ingresos es 50% y la misma proporción se aplica al consumo, entonces se podría evitarse la inflación. Ese no es nuestro caso puesto que alrededor de 4/5 son impuestos indirectos.
    Lo más alarmante son las opiniones contradictorios entre funcionarios de financiamiento público internacional, que constituyen una carga muy pesada para el pueblo dominicano; y, lo mismo, el criterio inadmisible de un aumento en la tarifa eléctrica cuando todos sabemos que se trata de un problema gerencial y de dependencia del sector externo.

    Medios fundamentales para el desarrollo
    La equidad, que entendemos como la conversión de la rivalidad a la armonía entre polos que, en su naturaleza, tienden a estar enfrentados: aproximación entre lo que se paga a un ahorrante y lo que se cobra a un prestatario; el costo de producir y mercadear un producto y el precio al consumidor; salarios mínimo y máximo; impuestos al consumo y a los ingresos; gasto público e inversión estatal.
    En el orden subjetivo, la equidad es fuente de armonía, al reducir a su menor expresión las confrontaciones, lo cual trae como consecuencia lógica el incremento de la productividad, el producto, el empleo, el abastecimiento del mercado interno y la generación de divisas mediante la exportación de los excedentes competitivos.
    Productividad y producción tienen sus raíces en la inversión. La inversión se fundamenta en el ahorro. El ahorro se origina en la austeridad, a partir de un presupuesto, que comienza en la familia, con un comportamiento fundamentado en el diálogo que conduce a la unidad que permite la comunidad de ingresos, gastos y excedentes.
    La Historia demuestra que los países desarrollados han llegado a los niveles que se encuentran mediante la austeridad que los economistas acostumbran definir como frugalidad, base del ahorro y éste de la inversión.
    La economía solidaria se fundamenta en el esfuerzo propio y la cooperación mutua. Su espiritualidad puede encontrarse en diversos textos bíblicos que la FHI relaciona especialmente con la dimensión social del Evangelio. En Hechos IV, encontramos estas líneas: “lo poseían todo en común… eran muy bien mirados porque entre ellos ninguno pasaba necesidad”.
    Los recursos requieren de una gerencia. En la multiplicación de los panes, especialmente proclamada en el Capítulo XIV del Evangelio según San Mateo, encontramos un claro tratado de espiritualidad gerencial. El cristiano que quiere vivir su fe en la economía, encuentra en este Evangelio líneas gerenciales claras en lo que respecta a la dinámica de la producción, al trabajo en equipo y a la austeridad: “…no tenemos más que cinco panes y dos peces…
    Ignacio Miranda / Humanismo Integral

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