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    jueves, 21 de agosto de 2014

    Aprendan de Mí...

    Rincón de la Palabra |  Ángela Cabrera: "Aprendan de Mí…"   (Mt 11,25-29)
    En aquel tiempo, hablando Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a sabios e inteligentes, y las revelaste a los niños. 26 Sí, Padre, porque así fue de tu agrado. 27 Todas las cosas me han sido entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni nadie conoce al Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. 28 Vengan a mí, todos los que están cansados y cargados, y yo les haré descansar.  29 Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallan descanso para sus almas.  30 Porque mi yugo es fácil y mi carga ligera
    Quisiera compartir una experiencia de vida: últimamente, cuando las personas me preguntan ¿cómo estás? respondo: estoy aprendiendo. Esa respuesta no ha surgido por casualidad, sino porque cuando sintetizo mis emociones, actitudes y deseos, ese verbo recoge mi sentir. Es como si la conciencia de la ignorancia me impulsara a estar atenta a descubrir la palabra, gestos y actitudes que se me ofrecen, impactándome ante lo que la otra persona observa, escucha y constata sin que una misma lo haya tenido en cuenta. Una aprende de todo, siempre, sobre lo que se puede reproducir y sobre cosas a dejar morir en el vacío…
    Lo que recibimos viene al encuentro de lo que nos habita, donde se teje un nuevo conocimiento destinado a un fin, donarse. Solo que, curiosamente, al escuchar y aprender, no en pocas ocasiones, las cosas sabias vienen de quien menos pensamos. Grandes tesoros duermen en personas socialmente insignificantes. En gente que la sociedad obliga a callar, algunas veces sin oportunidad de exponer públicamente sus pensamientos.
    Abriendo la Biblia encontramos las enseñanzas de Jesús, quien alaba a Dios por haber ocultado cosas profundas a los que se piensan inteligentes y revelárselas a gente con espíritu de inocencia. Esa gente también son, con Jesús, fuente de conocimiento. Observo que Dios se las revela a quien no tiene pretensiones de exhibirse, sino de iluminar. Sin embargo, ¿cómo se siente una persona con pan que, al ofrecerlo al hambriento, sencillamente se lo desprecian, porque dudan de la calidad? ¿O serán válidas las palabras de la hermana Julia: deja que la caridad toque a tu puerta? Proponer y no ser tomado en cuenta provoca fatiga. Promover la justicia y ser atropellado en el anonimato genera angustia. Con todo, Jesús pasó más y, esta vez, se pone de ejemplo: aprendan de mí. Jesús no se aburre, sino que pacientemente espera, regando la semilla en todo terreno, sin importar condición. En su cruz descansan nuestras cruces. En su grito convergen nuestros clamores. En su dolor se alivian nuestros pesares. Con todo, no perdió la mansedumbre ni la humildad que le distinguen para enseñarnos el arte de vivir en el Espíritu.
    El verbo “prender” es muy rico en la literatura bíblica, presente ya desde el Antiguo Testamento: en el libro de la Sabiduría está relacionado con la instrucción, el escuchar y comprender (Sb 6,1); Isaías lo vincula al iniciarse en la práctica del bien y la justicia, así como al deseo y la constante búsqueda del alma (Is 1,17; 26,9). En Juan encontramos un bello ejemplo de su significado: Los judíos, admirados, decían: este hombre no ha tenido maestro, ¿cómo sabe tanto? (Es posible que los judíos ignoraran que el Espíritu es el maestro de los predicadores). Ya Mateo 9,13 nos especifica que tal aprender está íntimamente vinculado a bucear en las cosas de Dios. En su sentido griego, ma,qeteaprender”, conforme a nuestro texto, se encuentra en imperativo y plural: “aprendan”, quiere decir que se refiere a la comunidad. Se aprende en comunidad. Mi profesor decía que quien estudia siempre solo se equivoca mucho. Cuando Jesús dice “aprendan” invita a que la comunidad de discípulos y discípulas: “encuentren”, “y descubran la verdad mediante experiencia vivencial y compartida”.
    Jesús aprendió con su Padre y luego nos dio a conocer todo lo aprendido. Contempló y dio lo contemplado. Y nosotros ¿de quién estamos aprendiendo? ¿para qué aprendemos? ¿qué estamos enseñando? adh 781.

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