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    lunes, 22 de septiembre de 2014

    Turismo y Solidaridad

    Apuntes Misioneros | Pedro RUQUOY, cicm. 
    Turismo y Solidaridad 
    En 1976, yo visitaba por primera vez las playas del Este de la República Dominicana: ¡un inmenso jardín de Edén sin la menor sombra de un solo hotel! Unos años más tarde, Punta Cana se transformaba en la capital del turismo en el Caribe, con un aeropuerto y con todo lo que puede soñar un europeo o un norteamericano. Por cierto, el turismo es una de las principales fuentes de entrada de divisas para el país. Pero ¿ha mejorado el nivel de vida de la mayoría de los habitantes de la Isla?
    El 31 de diciembre de 1999 quedará marcado para siempre en mi memoria. El mundo entero estaba preparándose a celebrar el inicio del nuevo milenio. Unos días antes, tres haitianos habían llegado repentinamente a mi casa del Batey 5. Habían trabajado en un hotel de Punta Cana por varios meses y los agentes de migración les habían expulsado del país sin un chele en el bolsillo. Parece ser que para evitar de pagarles, el dueño del hotel había llamado a las autoridades que se encargaron de agarrarles, amarrarles y transportarles hasta la frontera. Al llegar a Malpaso, sin mucha esperanza, los haitianos decidieron cruzar de nuevo la frontera y caminar hasta la zona cañera del suroeste; tocaron a mi puerta para ver si yo podía hacer algo para ellos. Y así, la víspera del inicio del año 2000, nos pusimos de camino hacia Punta Cana con Orlando, un amigo dominicano. En la tarde, llegamos a la puerta del hotel. Amenazamos con pasar la noche del año nuevo gritando si los tres trabajadores no recibían su pago. Algunos minutos más tarde, los tres haitianos recibieron su dinero y pudimos regresar a casa. Estábamos tan cansados que nos acostamos de una vez. ¡De esa manera, celebramos la llegada del nuevo milenio! Para muchos habitantes de Quisqueya, turismo significa abusos, explotación y miseria. Pero quizás podría ser diferente.

    Turistas en "Las Flores del Sol"
    Durante este mes de julio, en este rincón perdido de la sabana de Zambia nos embarcamos en una nueva experiencia de turismo. Acogimos a 14 jóvenes provenientes de diferentes regiones de Francia. Los primeros días de sus vacaciones, los pasaron e Livingston en el sur del país. Allí contemplaron las famosas cataratas Victoria, unas de las sublimes maravillas de la naturaleza. Tomaron un barco para pasear sobre el río Zambeze salpicado de hipopótamos gigantescos y disfrutaron de la puesta del sol, una de las más hermosas del mundo. Visitaron la reserva natural de Chobe donde miles de elefantes se mezclan con los antílopes, las jirafas y los babuinos. Y después de esta inmersión en la resplandeciente naturaleza africana, tomaron el camino de Mulungushi Agro donde compartieron la vida de nuestros 96 huérfanos y huérfanas en el centro de "Las Flores de Sol".
    En nuestro hogar, no hicieron nada extraordinario: fueron a la escuela con nuestros muchachos y muchachas, jugaron pelota y ajedrez con los adolescentes, fabricaron ladrillos con los más grandes, trabajaron en el jardín con ellos y participaron en todas las otras actividades de la casa. Al atardecer el patio se transformaba en una inmensa pista de baile: Franceses y Zambianos, niños y niñas, muchachos y muchachas empezaban a moverse al ritmo de los tambores. ¡El tambor destruye las murallas y achica las distancias! Día tras día, los jóvenes visitantes se integraron más y más en nuestra familia y descubrieron poco a poco los valores de la cultura africana. Varios de ellos se impresionaron mucho por la fe profunda de nuestros carajitos. Después de una misa, Gautier se exclamó: "Esta celebración me ha perturbado mucho. En Francia, voy a misa dos veces al año. Pero tengo la impresión que no es la misma religión… Si las misas en Francia fueran como aquí, yo nunca faltaría…" La despedida fue un momento muy intenso pero también muy difícil: mientras se cantaba el último canto, las lágrimas corrían sobre las mejillas de nuestros jóvenes huéspedes. Entonces Junior me susurró al oído: "¡Lloran porque nunca antes habían encontrado gente tan feliz como nosotros!"

    Antes de dejar Zambia, en el aeropuerto, los 14 jóvenes franceses me dejaron una carta destinada a todos los miembros de nuestra familia:
    "Gracias por sus palabras de despedida. Fue un placer estar con ustedes; nos costó mucho dejarles y dejar su país…. Ustedes nos han sorprendido mucho con su sonrisa de siempre y su amistad. Todo lo que han hecho nos ha llegado al corazón. Fue algo muy especial ver su sonrisa cada mañana al despertarnos- No es así en nuestro país. Gracias a ustedes, amamos su cultura, sus canciones, su música y sus bailes. Sentimos mucho no poder bailar como ustedes. Nos vamos con la mente llena de hermosos recuerdos de la familia de las "Flores de Sol" y gracias a ustedes podemos regresas a Francia sonriendo. Nunca vamos a olvidar su hermosa familia. Esperamos encontrarles de nuevo muy pronto. ¡Gracias por esta hermosa enseñanza de vida. No tenemos palabras para expresarles nuestra gratitud. Por favor sigan adelante y no cambien nada en su forma de vivir."

    El turismo puede transformarse en una experiencia de solidaridad. Zambia es uno de los países más empobrecidos del mundo y sin embargo, tiene una riqueza inmensa. la generosidad y la apertura de sus habitantes. Desde el mes de mayo pasado, hemos recibido visitas de los cinco continentes. Hasta tuvimos la visita de dos australianos. Todos y todas han podido saborear el calor de nuestras flores de sol y de una manera u otra, han tenido la oportunidad de acercarse al gran Sol que nos ilumina y nos da la Vida. ADH 782.

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