Nuestra Fe | Osiris Núñez, msc.
Matrimonio: una decisión para toda la vida
El amor es la realidad más hermosa de la vida, y el matrimonio es la expresión más alta del amor. El matrimonio ha existido en todos los tiempos, en todos los lugares y en todas las culturas. Pero, para nosotros, los cristianos, el matrimonio es una situación fundamental de la vida, en la que el Señor sale al encuentro de la pareja humana con una gracia muy especial. En el amor, dado y recibido, se hace presente el Amor de los amores.
Es un signo de esperanza ver a muchas parejas, especialmente jóvenes, que se casan por la Iglesia. Esto supone que ha habido un proceso de conocimiento de la persona y una maduración de la decisión que se ha tomado. Dos personas deciden unir sus vidas delante de Dios, para tener un proyecto de vida común, amándose mutuamente y dando frutos.
Pero también es un signo de tristeza ver tantas parejas que temen acercarse a este hermoso Sacramento. Se dan razones para decir que no: quizás uno de los dos no está de acuerdo; piensan que es un compromiso demasiado grande y exigente para asumirlo; miedo a lo que pueda suceder en el futuro, etc.
La pregunta que nos podemos hacer es ¿Por qué no asumir el matrimonio sacramental? Nuestra sociedad sufre de la falta de perseverancia en las decisiones; a los jóvenes les cuesta asumir decisiones para toda la vida, asumir decisiones serias, comprometidas, en una palabra, les cuesta asumir la fidelidad a sí mismo y a la otra persona.
La fidelidad debe llegar hasta donde uno no puede. El amor lleva en sí mismo un compromiso de fidelidad total: “Los dos serán una sola carne”. Hay vidas que van de amor en amor, como las abejas de flor en flor, pero cuando dos personas se unen en el amor lo hacen para siempre, es decir, se convierten en algo inseparable. Un amor que se puede romper no es un amor verdadero. El amor es algo que hay que cuidar con esmero, como se cuidan las cosas delicadas; no es algo que se fija de una vez para siempre, sino una realidad dinámica, que se va haciendo en cada momento. Si los esposos piensan que han llegado a la cima en el momento de la boda y no cuidan ese amor recién amanecido, en poco tiempo encontrarán cenizas de algo que se extinguió. La celebración del matrimonio no es más que el comienzo de una aventura que se va haciendo realidad día a día, gestos a gesto, caricia a caricia, entre dificultades y alegrías, aceptando el paso del tiempo y de los años sobre la persona amada, cuando el vigor y la belleza se van marchitando, pero cuando el amor y la amistad se convierten en algo mucho más profundo que la atracción física.
Por eso, al momento de decidirse por el matrimonio, la pareja debe de estar consciente de la decisión que está tomando, que no es algo momentáneo, temporal, de prueba. Es una decisión que se quiere para toda la vida. ¿O es que al momento de tomar esta decisión se duda del amor hacia la otra persona? ¿No se le ama de verdad? Las decisiones tan serias y comprometedoras en nuestra vida, no se toman de repente, sino que conllevan un proceso de discernimiento y maduración, y cuando se toman, se toman con seriedad y con firmeza, asumiendo con responsabilidad ante Dios y la otra persona, lo que se ha elegido. ADH 783.
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