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    jueves, 29 de enero de 2015

    Sor Loreta, Mujer audaz

    Vida Consagrada | Margarita Cedeño, hnsp




    Sor Loreta, mujer de fe audaz

    Lorette Poliquin, pasó a la Casa del Padre, a la edad de 92 años, en la Casa Madre de la Congregación de Hermanas de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, Quebec, Canada el día 8 de diciembre del 2014, festividad de la Inmaculada Concepción, totalmente lúcida y con un dominio extraordinario del idioma español, tanto oral como escrito. Era la última sobreviviente de las primeras cuatro hermanas canadienses que iniciaron la Misión de las Hermanas del Perpetuo Socorro en República Dominicana, por iniciativa de los padres Misioneros del Sagrado Corazón en el año 1948, habiendo sido precisamente el punto de inicio, la Parroquia Nuestra Señora de la Altagracia. Fueron sus compañeras: Sor María de la Asunción, Sor Bernarda y Sor Emery, quienes les precedieron hace algunos años, a la mansión definitiva.

    "Nacida en Ste Rose de Dorchester, Quebec, el 26 de abril 1922, ¡en plena tempestad de nieve! siendo la duodécima de una familia de dieciseis, del matrimonio de Emile Poliquin y de Gracia Lafontaine, buenos cristianos, que se destacaban sobre todo por su espíritu de fe ...

    Desde la edad de 5 años, ya yo pensaba en la vida religiosa. Mis juegos, en general, eran piadosos: me vestía de monja, con mis hermanitas y mis primas, preparábamos altares, hacíamos procesiones...

    El 15 de marzo 1930, mi padre muere en un accidente en los Estados Unidos, en búsqueda de comprar una tierra y una casa para mover la familia hacia allá, donde dos de mis tíos ya estaban establecidos.

    De 1933 a 1937, he vivido con un tío a Sherbrooke, después ya fui como interna en la Escuela Brousseau de las Hermanas de N.S. del Perpetuo Socorro, que acababa de abrir sus puertas en Saint Damien de Bellechase, Quebec, lugar de origen de la Congregación. Mi deseo de la vida religiosa se intensificaba.

    Fui admitida al Noviciado de las Hermanas de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro el 10 de enero de 1940. La toma de hábito fue en el mes de julio del mismo año, habiendo recibido el nombre de Sor Santa Susana, Hice profesión el 9 de julio de 1942" (Hasta aquí, datos tomados de su autobiografía).

    En la Escuela Brousseau de San Damián recibió de las Hermanas del Perpetuo Socorro, la formación que se dada a una mujer de la época para desenvolverse en la vida, a nivel religioso, moral y laboral.

    Desde su profesión religiosa hasta el 11 de octubre 1948, día de su salida para la Republica Dominicana, realizó varios trabajos en su país como profesora en diferentes Parroquias y como ayudante de Farmacia en la Casa Madre, Saint-Damien, Quebec. A lo largo de toda su vida estuvo siempre atenta y disponible para florecer donde el Señor la plantara.

    Desde su llegada a la República Dominicana, donde pasó la mayor parte de su vida activa, su primera misión fue en la Parroquia de la Altagracia de Santiago de los Caballeros con los Padres Misioneros del Sagrado Corazón, a quienes le debemos nuestra presencia misionera fuera de las fronteras del Canada. Es aquí donde se inicia en labores pastorales de todo tipo, así como maestra particular de francés -lo que le favoreció el aprendizaje del español-, hasta el año 1952.

    De 1952 hasta 1955 fue nombrada Administradora y ayudante de Sor María de la Asunción, Primera Maestra de Novicias, en el Noviciado recién iniciado en el año 1950, en la Junta de los Dos caminos, Santiago de los Caballeros.

    Desde el año 1955 hasta 1962, fue enviada a las misiones de Constanza y San Pedro de Macorís, para trabajar en Pastoral Parroquial y Pastoral Educativa.

    En 1962 fue enviada como Maestra de Aspirantes en San Isidro, D.N., hasta el 1964, que volvió a su misión de origen: Parroquia N.S. de la Altagracia de Santiago de los Caballeros para el trabajo pastoral hasta el año1966.

    Este año fue muy significativo para ella, pues fue nombrada Superiora Regional para Centro América y El Caribe, con residencia en la Casa Central de Santiago. Cargo que le costó mucho sacrificio aceptar, pero que desempeñó con la humildad y sencillez que le caracterizaba como buena hija de nuestra Fundadora Virginia Fournier, siempre en "búsqueda de la voluntad del Buen Dos".

    Al terminar su mandato como superiora en 1972, pasó breve tiempo en su país natal regresando a su querida República Dominicana en 1973 hasta 1974, cuando fue requerida nuevamente para servicios comunitarios en la Casa Madre hasta 1976, volviendo a República Dominicana a iniciar una Misión en Pedernales junto a otras dos hermanas canadienses, desde 1978 a 1983. Fue enviada como misionera a Perú, desde donde retornó a nuestro país hasta 2008, año en que pasó definitivamente a la Casa Madre donde vivió sus últimos días.

    De Sor Loretta se podrían decir múltiples cosas, escribir innumerables párrafos sobre sus cualidades y virtudes. En honor a su humildad y sencillez podemos concluir diciendo lo siguiente: Mujer de fortaleza a toda prueba para enfrentar las dificultades de la vida cotidiana; dotada de una "fe audaz" heredada de nuestros Fundadores; mujer osada y confiada en la Divina Providencia para afrontar los desafíos de una misión en tierras extranjeras desconociendo y haciendo frente al clima, a la cultura, al idioma, conjugando con su frágil salud la certeza de que el Señor estaba con ella y su gran responsabilidad como pionera en la incipiente misión en este suelo que lo hizo suyo hasta que las fuerzas se lo permitieron. En el desempeño de todas sus responsabilidades vimos reproducir en ella la imagen de Madre San Bernardo nuestra Fundadora: "mujer de todos los trabajos"

    Loretta, María te acogió con cariño en el día de su fiesta. Gracias por haber sido una religiosa ejemplar, sin complicación. Te hemos admirado y el Señor, seguramente, abrió ampliamente los brazos para acogerte en su infinito Amor Misericordioso y Compasivo. "Ven esposa mí, paloma mía".

    Sor Loretta fue en medio de nosotras una compañera humilde, eficaz, clarividente, reservada. Hablaba poco de sus experiencias en tierra dominicana si no se le invitaba, pues aunque las vivió con intensidad, no quería atribuirse honras ni méritos propios. ADH 786.

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