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    lunes, 1 de febrero de 2016

    Educación Integral y Pobreza

    Humanismo Integral | Ignacio Miranda  



    La Educación Integral para la superación de la Pobreza  

    En diversas ocasiones hemos expresado que tenemos muchos motivos para la desesperanza pero más razones para la esperanza. 

    El inicio de docencia es una razón de esperanza. Las lamentaciones sobre la situación de pobreza que padecen muchos dominicanos, son un motivo de desesperanza, pues como nos enseña Don Pedro Francisco Bonó, considerado padre de la Sociología Dominicana: “malgastamos el presente en quejarnos de una miseria que no existe solo por comparación con un bienestar mayor”.

    Lo peor de esto, es que dirigentes, de todos los sectores, comenzando por los sindicalistas hasta llegar al Presidente de la República, presentan como solución un aumento salarial, contaminados por el modelo monetarista basado en el culto al tener, cuya imagen es el dinero fácil, rápido y mucho.

    Se trata de una dictadura económica con respaldo político, que nos oprime, con sus variables financieras y populismo político, logrando convencer a una gran proporción de los consumidores de que la solución a sus necesidades está en el aumento salarial. Planificada o espontánea, conduce la actualización de la teoría de la “dictadura con respaldo popular”,

    El primer razonamiento que urge enseñar y aprender es que, tomos somos consumidores, pero una gran proporción no tenemos la categoría de asalariados, sino que también hay desempleados, chiriperos, trabajadores por cuenta propia, jubilados, retirados, pensionados; y, el segundo, es que lo que todo consumidor requiere es la capacidad de adquirir los bienes que satisfacen sus necesidades reales para elevar al mayor nivel posible su calidad de vida.

    De lo dicho anteriormente se desprende que: 1º) existen carencias que no son necesidades reales; 2º) la adquisición de bienes que satisfacen las diversas necesidades tiene vías de solución más racionales que las de costumbre, por su excelencia y sostenibilidad, comenzando por disminuir desembolsos por costo, especulación, consumismo, inequidad, corrupción, y, una serie de variables que se desprenden de estos antivalores.

    Otra razón de esperanza para la educación integral que enriquece la apertura de la docencia e invita a la reflexión, es que Septiembre ha sido designado como “El Mes de la Biblia”, que contiene la Palabra de Dios.

    LA INTEGRALIDAD, lo incluye todo: tiempo, espacio; presente, futuro; conocimiento, experiencia; empleado, empleador; dirigido, dirigente; necesidad, carencia; dinero, bienes; materia, espíritu; humanidad, divinidad.

    La educación integral para la superación de la pobreza, es el medio por el cual todos los recursos son dirigidos a alcanzar el bien común, conducidos por gerentes que actúan, de manera institucional, representando con dignidad a la sociedad, para lo cual se requiere la participación de todos los agentes económicos, sociales, culturales y espiritualidad de nuestra sociedad.

    Derechos y deberes de los conductores de la sociedad
    Los inversionistas deben comprometerse en el pago justo de la retribución a los trabajadores de sus empresas y en la oferta equitativa en calidad y cantidad a los consumidores; los trabajadores, producir bienes en condiciones de excelencia en compensación a la retribución recibida, tomando en cuenta que están destinados a satisfacer las necesidades de los consumidores de los cuales ellos y sus familias forman parte.

    Los consumidores debemos manejar nuestro ingresos, estableciendo las prioridades en la adquisición de los bienes que elevan la calidad de vida, prescindiendo de aquellas carencias que, como el “fiao”, el juego de azar, el consumismo, y todo vicio, disminuye el ingreso y atenta contra la propia dignidad del usuario.

    El Estado, como rector del bien común, está en el deber de orientar el presupuesto de la Nación, practicando una política fiscal, con una estructura tributaria a partir de los beneficios empresariales, los altos ingresos de profesionales liberales y empleados de ingresos elevados, por lado; y por otra parte, limitar los desembolsos a los recursos requeridos para realizar los programas necesarios para el desarrollo integral de la sociedad, con honestidad y transparencia, y procurando la equidad entre gastos e inversiones, evitando el endeudamiento que reduce los ingresos y conduce a la dependencia del poder interno y externo.
    La pobreza no se combate con el incremento salarial sino con la equidad integral que la concebimos como la distancia más corta posible entre polos de naturaleza opuesta, comenzando por los ingresos de los trabajadores. Esto exige racionalidad en el uso de todo recurso, bajo la orientación del Estado, que constituye la estructura orgánica de la sociedad.

    El uso racional de los recursos requiere que cada persona y cada comunidad, desde la familia hasta el Estado, establezca un presupuesto, que consiste en un cálculo de sus ingresos, sus egresos, sus ahorros, sus reservas para reparar o reemplazar las posesiones que el tiempo y el uso deterioran.

    Este presupuesto varía en la forma pero, en el fondo, debe ser manejado con los mismos criterios, dando pasos similares: trabajo, ingreso, proporción destinada al consumo, y al ahorro, inclinado principalmente a la inversión generadora de empleo, producto, distribución, para abastecer el mercado interno; exportación de excedentes para importar, especialmente, bienes de capital, o, los de consumo que, siendo vitales, no deban producirse en el país, por razones de costos elevados.

    La economía tiene por fin crear los bienes y servicios requeridos para satisfacer las necesidades de todos y cada uno de los miembros de la sociedad. El desarrollo, en cambio, se da mediante el esfuerzo personal y la cooperación comunitaria que ofrece la economía solidaria.

    Los educadores, más bien los comunicadores de conocimientos y buenas costumbres, dentro de los cuales están los padres y madres, maestros, periodistas de todos los medios, religiosos, son los máximos responsables de la educación integral para superar la pobreza.

    Espiritualidad de la Educación Integral

    Hemos dicho, en reiteradas ocasiones, que la frase tan común: “educación en valores”, sólo puede ser efectiva cuando está animada por tres criterios: el valor debe ser concebido como la esencia de un criterio, enraizada en unos principios normativos que se encarnan en sus proponentes que los asumen como testimonio de vida a manera de virtud: valor, principio y virtud, son tres pasos sucesivos para alcanzar el resultado de una propuesta.
    El resultado de una propuesta será proporcional a la certeza del discurso, la profundidad de los principios y la honestidad con que el agente encarne la virtud. En definitiva, penetrar en la profundidad que trasciendo los sentidos del visión-oído-olfato-tacto, encaminándose a la frontera de lo espiritual.

    Cualquier persona instruida, “por atea” que sea, no ignora que Jesucristo fue un respetable Maestro, que enseñaba con “autoridad “, y creador de una Escuela que fue su Iglesia, dotada de la excelencia y sostenibilidad de la relación magisterio-discipulado que se ha mantenido durante más de 20 siglos. La admiración por el Papa Francisco es clara manifestación de ese proceso.

    EN RESUMEN
    El desarrollo integral es un objetivo al que solo se llega cuando cada persona y cada comunidad usa con racionalidad los recursos recibidos mediante el trabajo practicando un presupuesto de ingresos, gastos y ahorros.
    La economía tiene por fin crear los bienes y servicios requeridos para satisfacer las necesidades de todos y cada uno de los miembros de la sociedad. El desarrollo, en cambio, se alcanza mediante el esfuerzo personal y la cooperación comunitaria que ofrece la economía solidaria.


    Nuestro país cuenta con todos los recursos humanos, naturales, culturales y espirituales, para alcanzar su desarrollo integral a corto plazo. Sólo falta una cosa: unidad en función del bien común, orientada por conductores que encarnen la identidad nacional, inspirada en el humanismo cristiano, tomando en cuenta el inventario de los recursos disponibles, especialmente la capacidad humana, de manera objetiva, evitando todo sectarismo e individualismo. ADH 793.

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