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    viernes, 18 de marzo de 2016

    Las obras de Misericordia


    Rincón de la Palabra | Hna. Ángela Cabrera, MDR.

    Las obras de Misericordia: Corporales y espirituales 
    (Esta serie de artículos están soportados en las enseñanzas del consejo pontificio para el año de la misericordia y otras referencias bibliográficas. Son una secuencia que buscan conducirnos al compromiso cristiano).

    Misericordia: concepto y contenido
    Al abrir la Sagrada Escritura nos encontramos con la misericordia de Dios palpitando. Ella se muestra en hechos concretos. Toda la historia de la Biblia, puede decirse, es la historia de la obra misericordiosa de Dios con su pueblo. Vale recordar que, aunque el canon bíblico se ha cerrado definitivamente, no así la historia de salvación, que continúa haciéndonos partícipes directos de su gracia.
    La historia bíblica nos ha demostrado que cuando el pueblo se aparta de Dios le viene la desgracia y la necesidad: “Doble falta ha cometido mi pueblo: me ha abandonado a mí, que soy manantial de aguas vivas, y se han cavado pozos, pozos agrietados que no retendrán el agua” (Jr 2,13). Sin embargo, a pesar del derroche de agua invertida en cisternas cuarteadas, Dios ha mantenido su fidelidad, porque cuando mira, lo mueve la compasión.
    Así lo recuerda el profeta, quien hace memoria de los sentimientos divinos: “Con amor eterno te he amado, por eso prolongaré mi cariño hacia ti (Jr 31,3). También Isaías: “Aunque se aparten los montes y vacilen las colinas, mi amor no se apartará de tì ni vacilará mi alianza de paz, dice el que se apiada de tí, el Señor” (Is 54,10). “¿Pero, puede una mujer olvidarse del niño que cría, o dejar de querer al niño de sus entrañas? Pues bien, aunque alguna lo olvidase, yo nunca me olvidaría de ti” (Is 49,15).
    El Antiguo Testamento usa varias expresiones para referirse a la misericordia, entre ellas, se destacan dos: el término hebreo rahám, que indica el amor de la madre que comporta bondad, ternura, paciencia, comprensión y disposición para perdonar. En su aspecto plural, rachaim significa “entrañas”, y está vinculado al aspecto de rechem “seno materno”. El otro concepto utilizado es hésed, que puede ser traducido por “bondad”, “amor” y “gracia”. Ya en la lengua latina está vinculado a la etimología miseri “miseria”, “necesidad” y cor/cordis “corazón”; se identifica con tener un corazón solidario con aquellos que tienen necesidad.[1] Se trata de una bella teología o visión de Dios, a quien llamamos Padre, un padre con rostro de madre.
    Puede afirmarse que, la misericordia no es un sentimiento ocasional o temporal de Dios. Ella es la raíz y el origen de todo lo creado, es su naturaleza.[2] La fe en un Dios creador es el fundamento de la fe en su bondad, su benevolencia y su compasión.
    El Nuevo Testamento, para hablar de misericordia utiliza el concepto griego éleos, de donde surge la invocación litúrgica: Kýrie eléison: “Señor ten piedad/misericordia”. La misericordia bíblica expresa el sentimiento que se experimenta ante una necesidad e infortunio, así como la acción que surge de ese sentimiento.[3] La misericordia está considerada como el centro de la predicación de Jesús, como el distintivo de su persona. En Jesús, la misericordia de Dios nos visita: “Por las entrañable misericordia de Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto” (Lc 1,78).
    Para reflexionar:
    ·         ¿Qué tiene que suceder para que el corazón se abra a la misericordia?



    [1] Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización,  Las obras de la misericordia: espirituales y corporales. Jubileo de la misericordia 2015-2016, Bogotá, San Pablo, 2015, 13.
    [2] Card. Christoph Schonborn, Hemos encontrado misericordia: El misterio de la divina misericordia, Madrid, Ediciones Palabras, 2011, 38.
    [3] Consejo Pontificio, Las obras de misericordia, 14.

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