Dios nos elige,
nos llama y nos envÃa…
Toda vocación empieza por ser una elección de Dios y
toda elección de Dios es siempre una gracia. Esta experiencia de sentirse
elegido por Dios desde siempre se hace patente en JeremÃas: “Antes de formarte
en el vientre te conocÃ; antes de que salieras del seño te consagré”. La
elección es eterna en la mente de Dios. Y es Dios quien nos elige. Al contrario
que el caso de una profesión, que nosotros elegimos por algún gusto o interés
personal, en el caso de la vocación es Dios quien nos elige a nosotros. Nos
queda, sin embargo, el aceptar o rechazar esa elección.
La elección es una gracia, un don de Dios para el elegido, y en él, para
todo el pueblo. En cada persona que experimenta la elección de Dios,
él nos manifiesta su amor y su predilección. Lo expresa maravillosamente el
relato vocacional de MarÃa: el ángel la
saluda precisamente con esta palabra: “Alégrate llena de gracia” (Lc
1,28). Esta experiencia es un misterio.
A menudo los elegidos se preguntan ¿Por qué a mà y no a otro? La explicación es que Dios es libre y que,
con su liberad, hace aquello que es
mejor para nosotros. Lo hace porque él quiere. Muchas veces esta elección de
Dios recae sobre los humildes y sencillos, sobre aquellos que aparentemente no
tienen cualidades. Esta es la experiencia de Moisés que es tartamudo, JeremÃas
un niño, MarÃa pobre y humilde, Pablo perseguidor de cristianos.
La elección capacita para la misión. Pero
esta elección de Dios no significa que él nos exija algo que seremos incapaces
de realizar. La elección no recae sobre esta o aquella persona porque tenga más
cualidades o porque sea mejor que las demás. Dios estará con el elegido para
llevar adelante la misión encomendada.
Cuando esa elección de Dios se hace palabra, se llega
al gran momento de toda vocación: la llamada. Dios llama a través de su
palabra. La misma palabra de Dios es ya una llamada en el sentido en que busca
suscitar en nosotros una respuesta. Dios llama por el nombre. Cuando Dios
llama por el nombre se refiere a la
totalidad de la persona: lo que es en sà y las circunstancias que le rodean. En
las circunstancias concretas. Esta llamada de Dios no nos separa de la realidad
que vivimos, sino que justamente es en orden a transformarla. De ahà que las
llamadas de Dios en la Biblia sucedan en el quehacer cotidiano de las personas:
Moisés, pastoreando (Ex 3,1); Pedro y Andrés, echando la red (Mt 4,18).
Esta llamada vocacional se puede hacer realidad o
descubrir a través de mediaciones: acontecimientos, personas, experiencias… A
pesar de las objeciones, Dios mantiene su llamada. Una objeción es algo tÃpico,
pues muchas veces no comprendemos el sentido de la llamada y al mismo tiempo
podemos sentirnos incapacitados para dar la respuesta. Esa respuesta que es
necesaria para que el llamado se haga realidad. Hasta ahora escuchábamos a
Dios, pero ahora es necesario escuchar mi palabra: que digo yo ante el llamado
que Dios me hace? Por ejemplo, Moisés: “Aquà estoy”; MarÃa: “AquÃ
está la esclava del Señor, hágase en mi según tu voluntad” (Lc 1,38).
El sentido profundo de toda vocación viene dado por la misión; es la que, en definitiva, fundamenta la llamada. Dios no llama por
llamar, llama por algo. Asà lo podemos constatar en los relatos vocacionales
bÃblicos: Dios siempre llama para realizar algo a favor de los más necesitados
de nuestra sociedad.
Somos Misioneros de Sagrado
Corazón. Y Dios nos ha elegido, nos ha llamado, nos ha enviado a dar a conocer
su Amor al mundo ¿Te gustarÃa conocernos? ComunÃcate con nosotros. Llama al P. Osiris Núñez, msc al Tel:
809-736-1398 o 809-736-0010, a su Cel: 809-924-8631. EscrÃbenos al Correo: osirismsc@hotmail.com. ADH 799.
¡Nuestra vocación ser Misioneros del Sagrado Corazón y
también puede ser la tuya!
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