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    miércoles, 18 de mayo de 2016

    ¡Ese es el éxito!

    Para vivir mejor | Miguelina Justo
    ¡Ese es el éxito!

    Hoy día el término ‘exitoso’ se aplica a personas que han exhibido maestría en la ejecución de un oficio, o han logrado alguna hazaña. También se utiliza este adjetivo para describir a quienes ocupan los principales puestos en instituciones. Oprah Winfrey es considerada una mujer exitosa. Su programa es visto por millones de personas en todo el mundo; tiene reconocimiento público, fama, dinero.  Charles Lindbergh alcanzó notoriedad al ser el primero en sobrevolar  el Océano Atlántico en solitario; toda una hazaña para la época.  Abraham Lincoln alcanzó la presidencia de los EE. UU., y logró lo que parecía imposible: la abolición de la esclavitud en su país.  Su nombre se menciona entre los grandes de la historia.

    Examinemos la palabra ‘éxito’. Este vocablo proviene del latín ‘exitus’ y significaba ‘salida’.  El Diccionario de Autoridades la define así.  Tiempo después, tal como indica Soca (2004), adquirió el significado que hoy se le atribuye como primordial en el Diccionario de la Real Academia Española (2001): “resultado feliz de un negocio o asunto”.

    Si examinamos bien la lógica detrás del éxito, tal como lo entendemos, no será difícil percibir la locura que hemos dado por sensatez: para que yo tenga éxito, otros tienen que haber fracasado. El éxito constituye implícita o explícitamente una comparación. Soy exitoso cuando logro lo que nadie antes logró o cuando soy capaz de hacer algo mejor que otros. De Mello (1991), cuestiona esta búsqueda incesante de atención, aprobación de los demás, fama, popularidad, poder, éxito, que absorbe, según él mismo afirma, cada minuto de nuestra vida. Tarea que nos lleva a competir, controlar, atacar y a temer, y otros autores nos dicen que alcanza el éxito, aquel que está ocupado buscándolo, así que redoblamos los esfuerzos, pero ¿para qué? ¿Cuál es el éxito que buscamos?

    A mediados del siglo pasado, el famoso psicólogo norteamericano B. F. Skinner ideó la cámara de condicionamiento operante.  En su interior, y a fin de observar su conducta, pequeños animales, tales como palomas o ratas, eran colocados.  La caja contaba con una palanca que podía ser accionada por los animales. Skinner y sus colaboradores observaron que si esta acción era recompensada con comida, por ejemplo, la conducta de accionar el dispositivo se repetiría con mayor frecuencia. Así también notaron que la conducta tendía a desaparecer cuando el animal dejaba de recibir lo que servía de refuerzo positivo, la comida, en este caso.  Parece que nos asemejamos a los  animalitos del genial Skinner. Estamos metidos en una caja y presionamos la palanca que nos permitirá obtener la recompensa ansiada (acción mecánica y sin sentido). Quizás trabajamos o estudiamos solo aquello que nos garantizará dinero o reconocimiento.  Estamos enfocados en el resultado de nuestra acción, en la recompensa, no en la tarea misma. Vamos detrás de lo accesorio y nos olvidamos que, como alguien una vez aseguró: “Tener éxito en la vida no es llegar a tener fama, sino realizar aquello que realmente deseas”.  Así pues, si el bailarín ejecuta con destreza la rutina tras un elogio o el escritor redacta temiendo el rechazo, estarían los dos enfocados el resultado feliz. Ambos olvidan, como muchos de nosotros, que lo esencial es vivir y dar sentido a esta existencia. ¡Ese es el éxito!

    Oprah, Lindbergh y Lincoln no podrían ser consideradas personas de éxito solo porque obtuvieron fama, poder o dinero, no.  El éxito en sus vidas, como en la nuestra, se medirá por la capacidad que tuvieron para amar sin medida y trabajar con pasión  en aquello que realmente disfrutaban.  Pienso ahora en tantos que han renunciado a trabajar en lo que les apasiona porque no les asegura eso que llaman "éxito": fama, poder o dinero.


    Ojalá que pudiéramos recordar que lo importante es vivir intensamente; como el pájaro o como la flor que no buscan el aplauso ni temen al fracaso. ADH 800.

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