Para vivir mejor | Miguelina Justo
¡Ese es el éxito!
Hoy día el término ‘exitoso’ se
aplica a personas que han exhibido maestría en la ejecución de un oficio, o han
logrado alguna hazaña. También se utiliza este adjetivo para describir a
quienes ocupan los principales puestos en instituciones. Oprah Winfrey es
considerada una mujer exitosa. Su programa es visto por millones de personas en
todo el mundo; tiene reconocimiento público, fama, dinero. Charles
Lindbergh alcanzó notoriedad al ser el primero en sobrevolar el Océano
Atlántico en solitario; toda una hazaña para la época. Abraham Lincoln
alcanzó la presidencia de los EE. UU., y logró lo que parecía imposible: la
abolición de la esclavitud en su país. Su nombre se menciona entre los
grandes de la historia.
Examinemos la
palabra ‘éxito’. Este vocablo proviene del latín ‘exitus’ y
significaba ‘salida’. El Diccionario de Autoridades la define
así. Tiempo después, tal como indica Soca (2004), adquirió el significado
que hoy se le atribuye como primordial en el Diccionario de la Real Academia
Española (2001): “resultado feliz de un negocio o asunto”.
Si examinamos bien
la lógica detrás del éxito, tal como lo entendemos, no será difícil percibir la
locura que hemos dado por sensatez: para que yo tenga éxito, otros tienen que
haber fracasado. El éxito constituye implícita o explícitamente una
comparación. Soy exitoso cuando logro lo que nadie antes logró o cuando
soy capaz de hacer algo mejor que otros. De Mello (1991), cuestiona esta
búsqueda incesante de atención, aprobación de los demás, fama, popularidad,
poder, éxito, que absorbe, según él mismo afirma, cada minuto de nuestra vida.
Tarea que nos lleva a competir, controlar, atacar y a temer, y otros autores
nos dicen que alcanza el éxito, aquel que está ocupado buscándolo, así que
redoblamos los esfuerzos, pero ¿para qué? ¿Cuál es el éxito que buscamos?
A mediados del
siglo pasado, el famoso psicólogo norteamericano B. F. Skinner ideó la cámara
de condicionamiento operante. En su interior, y a fin de observar su
conducta, pequeños animales, tales como palomas o ratas, eran
colocados. La caja contaba con una palanca que podía ser accionada
por los animales. Skinner y sus colaboradores observaron que si esta acción era
recompensada con comida, por ejemplo, la conducta de accionar el dispositivo se
repetiría con mayor frecuencia. Así también notaron que la conducta tendía a
desaparecer cuando el animal dejaba de recibir lo que servía de refuerzo
positivo, la comida, en este caso. Parece que nos asemejamos a
los animalitos del genial Skinner. Estamos metidos en una caja y
presionamos la palanca que nos permitirá obtener la recompensa ansiada (acción
mecánica y sin sentido). Quizás trabajamos o estudiamos solo aquello que
nos garantizará dinero o reconocimiento. Estamos enfocados en el
resultado de nuestra acción, en la recompensa, no en la tarea misma. Vamos
detrás de lo accesorio y nos olvidamos que, como alguien una vez aseguró: “Tener
éxito en la vida no es llegar a tener fama, sino realizar aquello que realmente
deseas”. Así pues, si el bailarín ejecuta con destreza la
rutina tras un elogio o el escritor redacta temiendo el
rechazo, estarían los dos enfocados el resultado feliz. Ambos
olvidan, como muchos de nosotros, que lo esencial es vivir y dar
sentido a esta existencia. ¡Ese es el éxito!
Oprah, Lindbergh
y Lincoln no podrían ser consideradas personas de éxito solo
porque obtuvieron fama, poder o dinero, no. El éxito en sus
vidas, como en la nuestra, se medirá por la capacidad que tuvieron para
amar sin medida y trabajar con pasión en aquello que
realmente disfrutaban. Pienso ahora en tantos que han renunciado a
trabajar en lo que les apasiona porque no les asegura eso que
llaman "éxito": fama, poder o dinero.
Ojalá que
pudiéramos recordar que lo importante es vivir intensamente; como el pájaro o
como la flor que no buscan el aplauso ni temen al fracaso. ADH 800.
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