Y así me escribió el mártir Esteban…
19 de enero del 2007
Johnny,
Acabas de releer el capítulo 7 del libro de los Hechos de los Apóstoles, y ahí has vuelto a ver lo que de mí escribió Lucas, de todo lo sucedido al momento final de mi presencia entre los hombres.
Lucas, quien no fue testigo sino que reportó lo que a él le contaron Pedro y el propio Pablo --ese Saulo que presenció mi martirio y que lo aprobó—, Lucas, repito, pudo sin embargo transmitir a ustedes con gran veracidad las palabras que dirigí al Sumo Sacerdote y a todos los presentes, incluyendo a mis hermanos en la fe, y que aceleraron mi martirio.
Fíjate, Johnny, que hablé. Cuando pienso en todo lo sucedido, estoy claro en que Dios Espíritu Santo me poseyó totalmente y me puso a evangelizar a los presentes, con una relectura de las Sagradas Escrituras desde la época de Abraham hasta el paso del Señor Jesús por la tierra. Y en eso imité al propio Jesús, quien hizo un recuento similar a los discípulos que iban entristecidos y desalentados hacia Emaus, contándoles todo lo relativo a él desde la época de Moisés y los profetas…
No tuve miedo. Hablé. No fui yo quien habló, sino el Espíritu de Dios que habitaba en mí, al igual que hoy habita en ti. No tengas miedo. La vida es un soplo, ó como decía esa buena amiga tuya, Teresa de Jesús, “la vida no es más que una mala noche en una mala posada…” Y después la gloria. Y por toda la eternidad. ¡Siempre he creído que ese es el mejor de los negocios!
Entonces, no tengas miedo. Habla, al igual que yo, aún en presencia de los que no te quieran. Sobre todo en presencia de ellos. Tú puedes, porque el Espíritu Santo vive en ti. Suelta tu lengua, habla. Tu palabra debe ser oída, porque el Espíritu Santo está poniendo palabras en ti que deben ser oídas.
Tienes mucho trabajo por delante, y tienes el tiempo para hacerlo. Pon a un lado todo lo que no sea ese trabajo que el Señor te ha reservado y que te ha señalado claramente a cargo tuyo.
Por hablar fui martirizado. Pero en medio de mi martirio pude ver los cielos abiertos y al Señor Jesús tendiéndome la mano para recibirme glorioso a su lado. Y así también te ha pasado a ti en tantos momentos, momentos en los que parecería que todo ha terminado, y has logrado sin embargo sobrepasar grandes dificultades, grandes pruebas, y tú también conoces ya el camino que lleva a la paz, la ruta esa tan difícil de las tribulaciones, de la deshonra, de las burlas y de los escarnios, de los menosprecios y de los aislamientos y del engaño, de la calumnia y de la maledicencia, esa ruta que supo recorrer nuestro Maestro y que todavía hoy no quieren reconocer los que pretenden querer llamarse sus discípulos…
Y es que llega un momento, querido Johnny, en que la misericordia de Jesús permite que nuestros oídos se tapen y nuestros sentidos no sientan las pedradas y los golpes y los empujones, y se conviertan en halagos los insultos y en flores los salivazos, y podamos entonces gritar en medio de todo aquel maremágnum que Cristo está vivo y no tomamos en cuenta las ofensas y perdonamos de corazón a los que nos han hecho y nos siguen haciendo tanto daño porque nada tiene importancia al lado de lo que sufrió Aquel por quien estamos dispuestos a ofrendar nuestras vidas…
Johnny, tú has hallado gracia ante Dios que te bendice abundantemente.
¡Adelante! ¡Ánimo! ¡El Señor está contigo! ¡No tengas miedo!
Esteban +
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