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    sábado, 28 de enero de 2017

    ¿Y es fácil?

    Casa de Luz | Por Juan Rafael Pacheco  | casadeluzjn812@gmail.com 


    ¿Y ES FÁCIL?   
    Poco tiempo después de inauguradas las Torres Gemelas, un famoso equilibrista obtuvo permiso para realizar una hazaña extraordinaria: tender una cuerda de un edificio al otro, al más alto nivel, y cruzar caminando. ¡Espeluznante!
    Antes de subir por el ascensor, dijo a la multitud que para lograr su propósito, necesitaba que todos creyeran en él y tuvieran absoluta confianza de que podría lograrlo, a lo cual asintieron.
    Ayudado por su vara de equilibrio, caminó sobre la cuerda con total dominio.
    Regresó ante la multitud que le aplaudía frenéticamente, y les dijo que volvería a pasar, pero esta segunda vez sin ayuda de la vara, por lo que, más que antes, le era absolutamente necesario que todos tuvieran absoluta confianza y fe en él. Todos, eufóricos, aplaudieron reiterándole su confianza.
    Subió por el ascensor, y cruzó lentamente de un edificio al otro.  Nadie creía lo que estaba viendo, aplaudiendo delirantemente.
    Bajó el equilibrista, y nuevamente les habló:
    --“Ahora pasaré por última vez, pero iré empujando una carretilla sobre la cuerda.  Necesito, más que nunca, que crean y confíen en mi.”
    Un tenso silencio los envolvió a todos. Nadie se atrevía a creer que esto fuera posible.
    --“Basta que una sola persona confíe en mi y lo haré”—afirmó el equilibrista.
    Efectivamente, uno del público gritó a viva voz:
    --“Sí, sí, yo creo en ti, tú puedes. Yo confío en ti.”
    --“Si de veras confías en mi –dijo el equilibrista—ven conmigo y súbete a la carretilla…”
    Esta anécdota, --que estoy por creer es tan solo eso, una anécdota--,  me hace recordar la vez aquella en que se acercó a Jesús un hombre que le dijo de rodillas: “Señor, ten compasión de mi hijo, que tiene epilepsia y le dan ataques: muchas veces se cae en el fuego o en el agua.  Se lo he traído a tus discípulos, y no han sido capaces de curarlo.”
    Y dice la Palabra –Mateo 17, 14-20-- que Jesús ordenó que le trajeran al enfermo, increpó al demonio y salió; y en aquel momento se curó el niño.
    Los discípulos se acercaron a Jesús preguntándole por qué no pudieron ellos echar al demonio. La respuesta fue contundente: “Por su poca fe. Les aseguro que, si su fe fuera como un grano de mostaza, le dirían a aquella montaña que viniera aquí, y vendría. Nada les sería imposible.”
    Comenta el P. Clemente González que Jesús “no dice que no tienen fe, sino que aún es muy pequeña. La fe, aunque es un don de Dios, debe crecer y fortalecerse con nuestra colaboración. Es como ir a un gimnasio: al levantar las pesas una y otra vez, nuestros músculos se desarrollan. La fe también debe ejercitarse, ponerse a prueba, alimentarse. Si nos conformamos con la fe que teníamos a los diez años, cuando hicimos la primera comunión, es lógico que nuestro “músculo” espiritual esté raquítico.
    Necesitamos una fe adulta, resistente, alimentada con las lecturas adecuadas, con la oración diaria, con los sacramentos y con todo aquello que nos ayude a fortalecerla.”
    Cuando en verdad le creemos a Jesús nos subimos a su cruz, muriendo a todo aquello que no nos deja vivir. Este tipo de fe nos permite ver lo invisible y tener esperanza, ya que todo es posible para el que cree.
    Bendiciones y paz.

    Este cuento aparece publicado en la página 137 de mi libro “La Mariposa Azul y los Regalos de Dios – Historias y cuentos para sanar tu corazón”.  Disponible en Librería Cuesta y La Sirena.
    ADH 808

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