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    jueves, 2 de febrero de 2017

    El paralítico sanado

    Lectura Orante | P. Marcos Plante, MSC 



    El paralítico sanado  
    Léase con atención este relato del paralítico sanado en Mateo 9, 1-7, señalando las palabras que pueden impactar y enmendar la vida.
    1º Interpretación: Jesús vuelve a su ciudad de Cafarnaúm, y realiza allí un tercer signo profético: Se trata del perdón que Jesús confiere a un paralítico que venía simplemente a buscar su sanación. Recordarán ustedes los signos proféticos anteriores: la tempestad calmada; los demonios expulsados en los cerdos, cuando Jesús estaba liberando a dos endemoniados. Esta vez, se trata de un paralítico que, en este evangelio de Mateo, se presenta delante de Jesús sin el obstáculo de la muchedumbre como ocurre en el mismo relato de Marcos. Jesús al ver esos hombres cargando al paralítico en una camilla, descubre que les anima una gran fe, pues, los ve llegar cansados por el camino recorrido y por la carga del enfermo en su camilla. Su fe conmueve a Jesús. Al instante, le dice al paralitico: “Ánimo, hijo, tus pecados te quedan personados”. No es lo que busca el enfermo, ni los que lo cargan. Se supone que estos voluntarios se extrañan de estas palabras de perdón, pero no dicen nada, sólo se admiran y esperan con fe la sanación. Los que no se quedan callados son los maestros de la ley, los que saben tanto, pero no tienen fe en Jesús.
    La reacción de los maestros de la ley al perdón que da Jesús es de alegar la infamia, una blasfemia. “Éste blasfema, pues sólo Dios puede perdonar los pecados”. Jesús como profeta al fin les propone un dilema (Una simple demostración del poder de su palabra). Les dice: “¿Qué es más fácil?  Decir: tus pecados están perdonados; o decir: Levántate y camina”. Jesús les invita a reconocer el poder de su palabra. Y en efecto, Jesús es la Palabra de Dios hecha carne que renueva la vida del mundo.
    La gente sencilla, por otro lado, expresa su temor, un temor de respeto frente a este poder profético de la palabra de Jesús, y da gloria a Dios por haber dado tal poder a los humanos.
    2º Meditación: Yo experimento desde hace mucho, este poder de Jesús por perdonar los pecados y le doy gracias a Dios que obra esta liberación no sólo de la enfermedad sino también del pecado que impide vivir realmente una vida sana. Como la gente sencilla: doy gloria a Dios por haber revelado en Jesús el perdón con que él libera nuestra maldad, transformándola en gozo profundo por la misericordia. Acudo, a menudo, a este poder misericordioso, cada vez que le pido sinceramente su perdón, y de modo más sublime, cuando acudo al sacramento del perdón en el cual el Espíritu regala su sello divino confirmando el perdón.
    3º Oración: Dichoso el que está absuelto de su culpa y a quien se perdonó su pecado. Dichoso el hombre a quien el Señor no le tiene en cuenta su falta y en cuyo espíritu no hay engaño. Muchas son las penas del pecador, pero al que confía en el Señor, lo envuelve el amor. Sal 32,1-2.10. Te doy gracias, Señor, por esta bienaventuranza del pecador que encuentra en tu palabra su sanación tanto interna como física.
    4º Contemplación: Gozo contemplando esta escena, viendo los voluntarios llevando el paralítico hacia Jesús en la camilla. Rebozan de fe, confiando que Jesús lo va a sanar. La fe es lo primordial para Jesús, porque él no es un mago, es el profeta del amor divino. Su amor alcanza perdonar las culpas si encuentra la fe en su misericordia. Jesús quiere para los suyos la sanación tanto la del alma como la del cuerpo. Esto lo espero de su gran poder misericordioso. Adh 809

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