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    jueves, 2 de marzo de 2017

    Cerebro y Medio ambiente

    Temas de Salud | Dra. Marcia Castillo


    Cerebro y Medio ambiente  
    Pasaban las  12  meridiano del segundo día de octubre del año 1836 cuando el acorazado  finalmente  atracó  en  la  costa  inglesa. El HMS Beagle llegaría con 5 años de  retraso, una tripulación exhausta  y un ilustre pasajero que guardó con celo los diarios que cambiarían para  siempre la visión de  la ciencia. Casi  dos siglos  pasaron  desde  entonces y  que  Charles Darwin publicara  su “Teoría sobre la  Selección natural”  a contracorriente de una sociedad que en su momento lo satirizó y vilipendió,  su teoría se resumía a lo siguiente: la mejor especie no necesariamente  es  la  más fuerte sino la que mejor se adapta, aquella que ante un entorno desfavorable garantiza la sobrevivencia transgeneracional. Haciendo  cambios  y mutaciones  en su ADN que expresaran un fenotipo que salvaguardara su progenie. Pájaros, jirafas y homínidos hemos evolucionado por esto, por  SUBSISTIR. Las publicaciones  del  bien  llamado padre del evolucionismo  han sido la cimiente para  estudios que  aun resultan  novedosos, resultados que siguen  declarando  que somos parte de un todo, que somos uno con el mundo.
    Y es que si existe un órgano  del cuerpo  fascinantemente moldeable es el cerebro humano, 86 billones de neuronas funcionando de manera armónica  y  cuasi perfecta para echar a andar  este noble órgano. Las facultades cognoscitivas del ser humano, la conciencia de quienes  somos  y nuestro  papel en el mundo, la lógica  y el razonamiento que nos distinguen de  otros homínidos inferiores, se lo debemos a El.
    Don Ramón y Cajal ya en su vida adulta externó que “todo hombre si así lo quiere puede ser escultor de su propio cerebro” pero, ¿De dónde le surgió esta idea  al Nobel de medicina antes de  que existiera el concepto de plasticidad? ¿Cómo se atrevió a enunciar esto, cuando por generaciones  leímos que el cerebro no era regenerarle?
    A partir de que empezamos a explorar el concepto de plasticidad, sabemos que el cerebro no solo es capaz de autorregularse, acoplarse a ciertas injurias e influenciarse por algunos factores externos. Esta habilidad para reorganizarse en respuesta a señales ambientales y esta flexibilidad son las nos permiten aprender cosas que no sabíamos al nacer; cómo atar los cordones de nuestros zapatos, por ejemplo, o resolver problemas de cálculo Y nunca para… hasta el final de nuestros días.
    Cuando el mismo Don Ramón dijo “somos lo que hacemos” dejó más que claro que nuestros hábitos modifican de manera puntual y decisiva el sistema nervioso, nuestras experiencias de vida, el ambiente y como reaccionamos a todo esto puede moldear tanto positiva como negativamente nuestro rendimiento cognitivo.
    Para una segunda entrega estaremos  señalando algunas pautas de cómo usar favorablemente el ambiente en  nuestras facultades cerebrales.
    Permítanme  usar como colofón final  la frase del gran Borges que resume a cabalidad gran parte  de lo antes citado:
     “No estoy seguro de que yo exista, en realidad. Soy todos los autores que he leído, toda la gente que he conocido, todas las mujeres que he amado. Todas las ciudades que he visitado, todos mis antepasados”. ADH 810.

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