Cerebro y Medio ambiente
Pasaban las 12 meridiano del segundo dÃa de octubre del año 1836 cuando el acorazado finalmente atracó en la costa inglesa. El HMS Beagle llegarÃa con 5 años de retraso, una tripulación exhausta y un ilustre pasajero que guardó con celo los diarios que cambiarÃan para siempre la visión de la ciencia. Casi dos siglos pasaron desde entonces y que Charles Darwin publicara su “TeorÃa sobre la Selección natural” a contracorriente de una sociedad que en su momento lo satirizó y vilipendió, su teorÃa se resumÃa a lo siguiente: la mejor especie no necesariamente es la más fuerte sino la que mejor se adapta, aquella que ante un entorno desfavorable garantiza la sobrevivencia transgeneracional. Haciendo cambios y mutaciones en su ADN que expresaran un fenotipo que salvaguardara su progenie. Pájaros, jirafas y homÃnidos hemos evolucionado por esto, por SUBSISTIR. Las publicaciones del bien llamado padre del evolucionismo han sido la cimiente para estudios que aun resultan novedosos, resultados que siguen declarando que somos parte de un todo, que somos uno con el mundo.
Y es que si existe un órgano del cuerpo fascinantemente moldeable es el cerebro humano, 86 billones de neuronas funcionando de manera armónica y cuasi perfecta para echar a andar este noble órgano. Las facultades cognoscitivas del ser humano, la conciencia de quienes somos y nuestro papel en el mundo, la lógica y el razonamiento que nos distinguen de otros homÃnidos inferiores, se lo debemos a El.
Don Ramón y Cajal ya en su vida adulta externó que “todo hombre si asà lo quiere puede ser escultor de su propio cerebro” pero, ¿De dónde le surgió esta idea al Nobel de medicina antes de que existiera el concepto de plasticidad? ¿Cómo se atrevió a enunciar esto, cuando por generaciones leÃmos que el cerebro no era regenerarle?
A partir de que empezamos a explorar el concepto de plasticidad, sabemos que el cerebro no solo es capaz de autorregularse, acoplarse a ciertas injurias e influenciarse por algunos factores externos. Esta habilidad para reorganizarse en respuesta a señales ambientales y esta flexibilidad son las nos permiten aprender cosas que no sabÃamos al nacer; cómo atar los cordones de nuestros zapatos, por ejemplo, o resolver problemas de cálculo Y nunca para… hasta el final de nuestros dÃas.
Cuando el mismo Don Ramón dijo “somos lo que hacemos” dejó más que claro que nuestros hábitos modifican de manera puntual y decisiva el sistema nervioso, nuestras experiencias de vida, el ambiente y como reaccionamos a todo esto puede moldear tanto positiva como negativamente nuestro rendimiento cognitivo.
Para una segunda entrega estaremos señalando algunas pautas de cómo usar favorablemente el ambiente en nuestras facultades cerebrales.
PermÃtanme usar como colofón final la frase del gran Borges que resume a cabalidad gran parte de lo antes citado:
“No estoy seguro de que yo exista, en realidad. Soy todos los autores que he leÃdo, toda la gente que he conocido, todas las mujeres que he amado. Todas las ciudades que he visitado, todos mis antepasados”. ADH 810.
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