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    jueves, 31 de agosto de 2017

    Convocados por la Palabra

    Valor del Mes | P. Juan Tomás García, MSC 


    Convocados por la Palabra:  
    Se mantenían constantes en la enseñanza de los Apóstoles”, Hechos 4, 42
    Septiembre es el Mes de La Biblia”. La Iglesia quiere ayudarnos a fundamentar nuestra fe bíblicamente, por eso durante este mes se insiste en utilizar La Biblia en la vivencia de nuestra fe y nuestra práctica religiosa. Las actividades se concentran en motivarnos a hacer buen uso de la Biblia de manera que gustemos más profundamente de la palabra de Dios y nos concentremos en lo esencial que es su bondad gratuita y su amor por la humanidad y toda su Creación. Es en los evangelios donde encontramos las enseñanzas de Jesús que vienen a plenificar toda la revelación de Dios. En ellos encontramos el mandamiento del amor y de la vida fraterna que nos fundamenta en cuanto Comunidad Cristiana. Los Hechos de los Apóstoles nos detallan cómo la Iglesia naciente es convocada y animada por la Palabra (cf. 2, 42ss).
    Veamos tres consideraciones sobre La Palabra de Dios en la Comunidad  de fe.

    1.     La centralidad de la Palabra. La historia de la Iglesia da testimonio de la importancia única de la palabra para mantenernos fieles a la voluntad de Dios que es el bienestar de la Creación, especialmente de la humanidad. A pesar de su centralidad, lo cierto es que la Biblia sigue siendo para no pocos un libro importante, pero no más. Bastantes cristianos, incluidos presbíteros y religiosos, se sienten más atraídos por la «Ãºltima novedad» que acaba de publicarse sobre la vida o la espiritualidad cristiana. Hay que leerlo todo. Hay que actualizarse, pero la Biblia no termina de encontrar el lugar central y permanente que ha de tener en la vida de todo cristiano.  Dios se ha revelado a su pueblo y le ha dado a conocer su voluntad. Dios hace una Alianza de amor: Ustedes serán mi pueblo y yo seré su Dios (Ez 36, 26-28).


    2.     La Palabra de Dios se da en la vida y de la vida pasa a la Escritura. Dios nos habla de muchas maneras y en la plenitud de los tiempos nos ha hablado por medio de su Hijo Jesucristo. Él es la palabra del Padre definitiva para nosotros. Acogemos la centralidad de la Palabra de Dios, vivida e interpretada en la fe de la Iglesia, que se predica y se testimonia para la salvación de todos. La Sagrada Escritura es la gran mediación que asegura la continuidad entre la experiencia de fe vivida por el pueblo elegido de Israel y por los discípulos de Jesús, y la experiencia que hemos de vivir los creyentes de hoy.  Esto es lo que hemos de entender bien. Antes de ser escrita, la Palabra de Dios ha sido escuchada y vivida en el interior del pueblo elegido y en el seno de las primeras comunidades cristianas; ha habido todo un proceso en el que se ha pasado de la experiencia de Dios, vivida por una comunidad creyente, a la redacción de un texto escrito que llega hoy hasta nosotros. Es necesario que se dé ahora un proceso inverso que permita a los creyentes de hoy pasar de la lectura del texto escrito de la Biblia a una experiencia de Dios como la que fue vivida en otros tiempos. El Concilio Vaticano Segundo en su documento Dei Verbum nos pone en la justa manera de entender la revelación de Dios en La Biblia.

    3.     Jesús es la revelación plena del amor de Dios Padre, por eso creemos en el Dios del Reino, que transforma nuestras vidas y nuestra realidad. La centralidad de la palabra de Dios nos lleva a los evangelios, donde Jesús revela al Padre con su obra salvadora. La Iglesia está centrada en el seguimiento de Jesús, que es el camino, la verdad y la vida. Los cristianos leemos la Biblia desde la fe en Jesucristo. Él es la Palabra de Dios hecha carne, el Hombre en el que Dios se nos ha comunicado. Por eso, Cristo es el centro y la plenitud de la Escritura, el punto focal desde el que hemos de leer la Biblia entera. Su palabra y su fuerza salvadora se despliegan a través de todos los libros del Nuevo Testamento, especialmente en los evangelios; por otra parte, todo el Antiguo Testamento está ordenado a significar, anunciar y preparar su venida. Es él quien da sentido pleno a todas las Escrituras. Por eso dice el Vaticano II que la lectura asidua de la Biblia nos ha de llevar al «sublime conocimiento de Jesucristo» (Flp. 3, 8). Hemos de poner nuestra esperanza en la fuerza y el atractivo del Evangelio como Palabra de Dios. ADH 815

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