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    viernes, 1 de diciembre de 2017

    Valor del Encuentro

    Valores | P. Juan Tomás García, MSC



    Valor para la animación del Plan Nacional Pastoral  
    ENCUENTRO
    Iniciamos el mes de diciembre en nuestro itinerario evangelizador del Plan Nacional de Pastoral y el Valor del Mes es Encuentro. El Encuentro de Dios con nosotros, celebrado en Navidad (Lc 2, 12), motiva el encuentro entre nosotros mismos. Recordemos que durante el mes de diciembre se producen una serie de encuentros variados, especialmente encuentros festivos con los que expresamos la alegría causada por el cumplimiento de la Promesa de Dios, de enviarnos un salvador. Las Comunidades Cristianas crecen y se desarrollan a partir de su encuentro con Dios y por la capacidad de encontrarse habitualmente para orar, leer la Palabra de Dios, celebrar litúrgicamente la vida y crear espacios de comunión (Hech 2, 42).
    Nos cuentan los evangelios que, al ser bautizado por Juan Bautista, Jesús descubrió su vocación de Hijo predilecto de Dios (Mt 3, 17). Según el evangelio de Marcos, al salir de las aguas del Jordán, después de ser bautizado, Jesús «vio rasgarse el cielo» y experimentó que «el Espíritu de Dios bajaba sobre él» (Mc 1, 11). Por fin era posible el encuentro con Dios. Sobre la tierra caminaba un hombre lleno del Espíritu de Dios. Ese Espíritu que desciende sobre él es el aliento de Dios que crea la vida, la fuerza que renueva y cura a los vivientes, el amor que lo transforma todo. Por eso Jesús se dedica a liberar la vida, curarla y hacerla más humana (Jn 11, 26). Los primeros cristianos no quisieron ser confundidos con los discípulos del Bautista. Ellos se sentían bautizados por Jesús con su Espíritu.
    Los encuentros de Jesús - Encuentro con Dios: Lc 19, 1-10
    La misión de Jesús consiste en encontrarse con la humanidad y revelarle el amor de Dios, su Padre. Jesús se encuentra con los hombres y mujeres y se relaciona con éstos de una manera nueva, valorando su existencia como hijos e hijas de Dios necesitados de la misericordia de Dios. Algunos ejemplos de encuentros de Jesús con personajes bíblicos nos dan una idea de por dónde deben ir orientados nuestros encuentros interpersonales, familiares, comunitarios y eclesiales.
    Jesús se encuentra con personas sencillas y les llama a compartir su vida haciéndolos sus discípulos (Jn 1, 35-51). Sólo les pide que le sigan para convertirlos en pescadores de hombres. El perfil de los seguidores de Jesús es el de personas dispuestas a aprender de él, por eso no invita a especialistas de la religión judía, sino a hombres y mujeres trabajadores.
    En las bodas de Caná Jesús se encuentra con su gente y muestra su sensibilidad a favor de la alegría y la celebración sana (Jn 2, 1-12), al cambiar el agua en vino. Invita a nacer de nuevo al encontrarse con Nicodemo, urgiéndolo a la conversión y al cambio. El encuentro de Jesús con Zaqueo (Lc 19, 1), seguramente que es histórico, porque no es fácil suponer que la tradición cristiana se inventara algo que, en cierto sentido, la "perjudicaba". Se encuentra con la Samaritana en el Pozo de Jacob (Jn 4, 5-43) y la llena de esperanza y entusiasmo. La hemorroísa, Marta, María y Lázaro, en Betania donde Jesús mostraba una respetuosa amistad llena de cariño y de espiritualidad (Jn 12, 1-11). Mujeres, niños, jóvenes y mayores; ciegos, leprosos, endemoniados, enfermos en general; con sus discípulos después de resucitar, los dos caminantes a Emaús… a todos y a todas les aporta esperanza y alegría.
    Jesús es el que toma la iniciativa de encontrarse con personas necesitadas, rompiendo tabúes y prohibiciones, porque sabe ver en cada persona a un "hijo de Abraham" (Mt 3, 9), es decir, a alguien de fondo siempre bueno y valioso, inocente y limpio más allá de sus "profesiones" y de sus hechos "impuros".  "Jesús" es la Presencia amorosa –el "Yo soy" universal, ilimitado y atemporal de Dios que se hace presente, entra en nuestra historia, se encuentra con los hombres y mujeres para enriquecerlos con su bondad y comprensión.
    Encuentro y Comunidad
    Para nosotros, los miembros de comunidades, se hace imperativo el valor del encuentro para profundizar nuestras relaciones y avanzar en el camino de la evangelización. Encontrándonos nos conocemos, analizamos lo que pasa a nuestro alrededor y en la realidad total y podemos planificar los remedios más indicados para afrontar la vida corresponsablemente y celebrarla como un magnífico don de Dios. Valoremos por lo alto los encuentros programados en nuestras parroquias y comunidades y seamos creativos, provocando encuentros dadores de vida como los de Jesús. Así apreciaremos mejor la presencia del Dios con nosotros y lograremos confiar más y más en el mandamiento del amor fraterno que Jesús nos ha dejado.
    La fe cristiana consiste en encontrarse con Jesús; y, al encontrarse con Jesús, encontrarse con Dios. No es que nosotros inventamos a Dios, no es que nuestra razón lo descubre, es que lo buscamos porque nuestra naturaleza lo necesita, y nos encontramos con que Él sale a nuestro encuentro. Ese lugar de encuentro es Jesús y por eso, para nosotros, Jesús es todo, principio y fin. Encuentro definitivo. Por Él nos liberamos del miedo a la muerte, del miedo al castigo, del sin-sentido de la vida, del miedo a Dios, de los ídolos de dioses. Escuchemos con alegría y entusiasmo la invitación a encontrarnos en el nombre de Jesús y dejemos que él cree fraternidad y comunión entre nosotros. ADH 818

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