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    jueves, 22 de febrero de 2018

    Vocabulario cordial: La Palabra

    Cápsulas para un vocabulario cordial | Manuel Soler Palá, msscc  



    Probablemente nuestro vocabulario es impreciso. Las más de las veces, por otra parte, tiene su origen en las vísceras —las emociones, las pasiones descontroladas— y no en el cerebro. El vocabulario que usamos debiera tener vasos comunicantes entre la cabeza y el corazón. De ahí que el artículo mensual del autor estrene una nueva cabecera. Se trata de comunicar ideas en pequeñas cápsulas a fin de que nuestro lenguaje tenga el toque cordial que requiere un ciudadano de bien y un cristiano cabal.

    LA PALABRA
    Callar y escuchar
    Tenlo en cuenta: tan importante es escuchar lo que te dice el interlocutor como lo que no te dice. Y, a propósito, si quieres comunicarte en un grado satisfactorio, comienza escuchándole.
    La gente sensata habla porque tiene algo que decir, mientras que los necios sólo hablan por decir algo. Importa saber cuándo hablar y cuándo callar. Por tanto, no hables sino tienes algo mejor que aportar que el silencio. Un proverbio alemán dice que el habla es plata y el silencio oro.
    Además, sabe que el silencio es el contrapeso de la conversación. Le da sentido como una pausa tiene su función en el conjunto de la pieza musical.
    Resulta que cuanto menos piensan los hombres —y las mujeres— más hablan. Y es que pensamientos ligeros y sin contenido se nos ocurren a todos, pero las personas sensatas los mantienen a raya.
    Decía Madame de Sevigné que si los hombres han nacido con dos ojos, dos orejas y una sola lengua es porque se debe escuchar y mirar dos veces antes de hablar.

    Dominar la lengua
    De pequeños nuestros padres nos enseñaron a hablar. Luego nuestro entorno nos enseñó que en ocasiones es mucho mejor callar. Porque manejar el silencio es más difícil que manejar la palabra. Demuestra la experiencia que nada hay más hay más difícil de dominar la lengua.
    Diversos proverbios convergen en asegurar que, una vez has soltado la palabra, ésta te domina, pero mientras permanece en ti, eres su dominador. Las palabras dichas puede que nos esclavicen. Las palabras mantenidas a buen recaudo nos mantienen en libertad.

    Comunicación
    Si no logras comunicarte bien difícilmente conseguirás el éxito ni en la vida personal ni en la profesión que ejerces. Y toma en consideración que probablemente es más efectiva la comunicación en una pausa, sorbiendo una taza de café en plan distendido, que la planificada hasta el último detalle.  
    No puedes dejar de comunicar como no puedes dejar de respirar. En todo lo que hagas —hables, calles, te muevas o te quedes inmóvil— siempre transmites algo.
    Cuando encuentras un corazón receptivo, un momento especial y unas palabras sinceras puede que recibas un impacto duradero y para el resto de la vida.
    Te comunicarás mejor y mucho más rápidamente si te interesas por el prójimo que si te esfuerzas que se interesen por ti.
    Sucede con frecuencia que a más palabras (inútiles) menos comunicación. Las palabras no debieran medirse por su número, sino por su peso específico.

    La peligrosidad de las palabras
    Habla cuando estés muy enfadado y conseguirás un discurso brillante y efectivo. Pero será también un discurso que infligirá heridas y del que seguramente te arrepentirás.
    De las palabras pueden derivar los besos o los puñetazos. Son instrumentos con los que se puede agradar o desagradar. Como con un machete es posible rebañar un plátano o un cuello. Suele suceder que las palabras elegantes no son sinceras y las palabras sinceras no son elegantes.
    La palabra vela o desvela. Transparenta el alma o la esconde. Es una realidad muy ambigua que puede usarse para bien o para mal. Hace de ti un ser humano sincero o un ser humano hipócrita.

    La post-verdad y los monólogos
    Los individuos de nuestra sociedad —llamada de la post-verdad— afirman una y otra vez lo que quieren que crean sus oyentes. Si se corresponde o no con la verdad les resulta secundario. Si otro contradice el relato, él hace oídos sordos y sigue machacando su afirmación. Los parlamentos son el gran escenario de la post-verdad, como también la mayor prueba de que el diálogo de sordos sigue en la cresta de la onda.
    No hay que confundir las cosas. Cuando tu interlocutor habla y habla, cuanto tú hablas y hablas… no por ello se construye un diálogo. Dos monólogos no suman un diálogo. Se ha dicho que la mayoría de conversaciones son simples monólogos desarrollados en presencia de un testigo.

    Ambigüedad de la palabra
    Las buenas palabras valen mucho y cuestan poco. Pero se devalúan si no se corresponden con la realidad y se deprecian si tienen vínculos con la adulación.
    Las cosas más importantes, como también las más íntimas, son las más difíciles de decir. Rompen las costuras de las palabras.

    Sentimiento y voluntad
    Después de una conversación quizás te quedas satisfecho porque ha habido comunicación. Pero es muy posible que este pensamiento no sea más que una ilusión y no haya habido más que un intercambio de palabras. La comunicación implica también el sentimiento y la voluntad.
    No te acostumbres a iniciar las frases con demasiada contundencia ni con excesiva pasión. No empieces diciendo: nunca… siempre… jamás… Primero porque no suelen coincidir con la realidad unas expresiones tan categóricas. Y segundo porque fácilmente quedarás en evidencia cuando te contradigan.

    Lengua materna
    Por muchos idiomas que la persona domine, siempre recorre a la lengua materna cuando se da con el martillo en un dedo. Y es que, como escribió Francisco Ayala, la patria del escritor es su lengua.
    ¿Las palabras son para entenderse? Sí, y para que cobijen los sentimientos y amparen las emociones. Esta función la hace mucho mejor la lengua que se aprendió en los pechos de la madre que la que se aprendió en un diccionario. El idioma es para entenderse, pero también para transportar muchos matices que sólo la lengua materna es capaz de cargar sobre sus espaldas.

    Reflexiones sobre la palabra
    Bien está elogiar el silencio. Con frecuencia implica una actitud prudente, pero no siempre. En ocasiones simplemente impide que se demuestre la torpeza de uno. Y en otras que se tenga por discreto al que carece de ideas e iniciativas.
    Preocupa más el silencio de la gente honrada y sincera ante la injusticia, que los gritos y aspavientos de quienes obran injustamente.
    La habilidad de comunicarse consiste, entre otras cosas, en desembarazarse de todo lo que resulta innecesario para que lo esencial quede a la luz.
    Buen consejo el que daba Lawrence Clark Powell: escribe para ser entendido, habla para escuchar, lee para crecer.
    El lenguaje que usas descubre cuál es tu visión del mundo y de la vida

    En broma y en serio
    Sea dicho en broma para no herir susceptibilidades. Hay quien sostiene que los hombres entienden las discusiones como el arte de hacer callar al adversario. Las mujeres, por su parte, las entienden como el arte de no dejar hablar al contrario.
    Una cosa es lo que uno dice y otra la que el oyente entiende.
    No decir nada al hablar tiene mucho que ver con el discutible arte de la diplomacia. ADH 819

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