lunes, 28 de agosto de 2017

Doña Camila: Una vida fructífera

Testimonio | Norma Hernández Trinidad (Altagraciana)



Una Vida Fructífera  

Paula Pérez Hernández (Camila) nació el 13 de junio del 1951 en Punta Balandra, Samaná. Era la más pequeña de una familia de 9 hermanos. Hija de Antonio Pérez y Juana Hernández.

Cursó sus primeros años de estudios en su comunidad, luego paso a la comunidad de los Cacaos hasta el 7mo grado. El 8vo y bachillerato en la ciudad de Samaná.

Desde muy joven se destacó por ser persona de fácil comunicación y buen trato. Al inicio de la década del 70 comenzó a interesarse por las cosas de Dios a través de la Legión de María, luego se formó como catequista en el Centro Diocesano de  promoción de Nagua, llegando a ser profesora de cantos.



Fue miembro activo del Movimiento Carismático a nivel no solo de su Parroquia, sino a nivel de la zona. Contrajo matrimonio con Santiago de la Cruz (Ricardo) procrearon 3 hijos Gil Santiago, Camilo y Elieser y adoptaron a Elena.

Cuando se inició en el país la formación de Presidentes de Asambleas, fue una de las 5 primeras  al nivel nacional  al recibir el ministerio.

Se dio no solo a nivel de la comunidad  cristiana sino a todos y a todos sin distinción de religión, partido donde quiera que se encontraba.

Fue pionera de la ayuda Mutua, la junta de vecinos, así como la lucha por los derechos de la comunidad y la construcción de la escuela, fue conciliadora en problemas de familia.

Se dedicó a llevar la Palabra de Dios, siendo catequista en todo momento preparando adultos, jóvenes y niños para los sacramentos de iniciación, orando por los enfermos.

Siempre estuvo dispuesta a servir lo que la llevó en varias ocasiones a retomar ser animadora de Asamblea por la falta de persona dispuesta en la comunidad; tanto ella como su esposo han dado testimonio de servicio, entrega y dedicación; aun aquejada de salud, nunca se sintió vencida sino que decía quiero llegar al final de mi vida predicando la Palabra de Dios.

Vivió y murió dando testimonio de Fe, Amor y Fidelidad.

Su testimonio no solo queda en su familia y la comunidad sino  que trasciende más allá.

Hoy quiero dar gracias al Señor por su vida y por la oportunidad de haber recorrido la primera parte de ese camino con ella en nuestra querida comunidad. ADH 815.

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