El Resucitado es el Crucificado
Los cuatros evangelios terminan hablándonos de la resurrección de Jesús, todos son muy concordes en este hecho, con detalles que se repiten y con matices diferentes en algunos, pero en la misma tónica de presentar ante sus destinatarios, que el Resucitado es el crucificado o el que estaba en la cruz.
En Marcos 16, 6 cuando las mujeres van de mañana, el primer día de la semana, nuestro domingo, al sepulcro, encuentran la piedra del mismo rodada y un joven que les dice que si ellas están buscando a Jesús de Nazaret, y lo identifica como el "crucificado", y luego les anuncia que ha "resucitado", es decir, que el "resucitado", presente, es el "crucificado", pasado; de igual forma Mateo señala lo mismo en 28,5-6; por su parte Lucas 24, 5-6 informa el mismo hecho pero no menciona el término "crucificado", pero si menciona el término "resucitado"; y Juan es el que más matiza y es prolijo en los relatos que tienen que ver con la resurrección, por lo tanto, amplia con la famosa confesión del apóstol Tomás esta variante, de que el resucitado es el crucificado (Jn 20, 19ss).
El resucitado se identifica como el crucificado, y es algo que de continuo se nos olvida
Tomando el evangelio de Juan en el citado texto, vemos como Jesús les muestra a los discípulos las manos y el costado, para que vean las huellas de los clavos y la lanzada de la que fue víctima en la cruz, aunque en el evangelio de Lucas 24,36-43 el Señor al aparecerse a sus discípulos les muestra las manos y también los pies, no hace lo mismo de Juan que con la intervención escéptica de Tomás, ejemplifica de manera clara el hecho de que aquel que había estado en la cruz, en la cual murió, ahora estaba delante de ellos, vivo gracias al acontecimiento de la resurrección.
La pretensión histórica de los evangelios, pero sobre todo de Juan, es demostrar que el resucitado es el crucificado, y de ahí se desprende para nosotros todo un universo espiritual, que a la luz de la pascua debemos dilucidar y poner en claro. Lo primero es que la resurrección es el marco central de nuestra fe en Jesús, ya Pablo en 1Corintios 15, 14 decía que si Cristo no resucitó vacía es nuestra fe, y a partir de ella se mueve todo un programa de acción, al cual nosotros estamos llamados a realizar en el mundo. Lo segundo es que el resucitado se identifica como el crucificado, y es algo que de continuo se nos olvida; ya decía Martín Lutero, que nosotros los cristianos, estamos más pendiente de la teología de la gloria que de la teología de la cruz, se nos olvida que Cristo antes de resucitar pasó por la cruz, que él mismo nos dijo que parte del seguimiento a su persona es cargar con nuestra cruz de cada día (Mt 10,38; Mc 8,34-35; Lc 9,23-24).
Pero lo interesante de todo esto es que la resurrección se hace presente a partir del crucificado, la tentación grande de hoy día es vivir un cristianismo ajeno a la cruz, sin la dimensión cristológica de la crucifixión, queremos llegar rápido a la pascua y vivirla pero sin pasar por el viernes santo, y según estos evangelios sí hay que vivir la resurrección y reconocer al resucitado, pero sin olvidar de dónde viene, de donde sale, de que la misma resurrección es fruto de su paso por la cruz; de ahí se desprende todo un itinerario espiritual para nosotros, de poder hacer presente al resucitado en los crucificados de hoy, o en las cruces que llevamos hoy, es ahí en la conciencia del resucitado, a partir de su presencia y revelación que debemos dar el paso de encontrar al crucificado, a los crucificados, y así vivir auténticamente la pascua y nuestra vida cristiana. ADH 823.
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