miércoles, 6 de noviembre de 2019

La obsolescencia programada

  A debate | J. Arenales



La obsolescencia programada

Nos ocurre día a día y cada vez con más frecuencia. Se descarga la batería del celular y, a fuerza de carga y descarga, debemos hacer el recambio. Finalmente, el celular nos fastidia impidiéndonos utilizar sus funciones y al mismo tiempo, nos inundan las ofertas para la compra de otros celulares que tienen más prestaciones y representan los últimos modelos. Como por arte de magia, en poco tiempo un artefacto de novedosa tecnología se vuelve obsoleto, anticuado, inútil. Este es un caso de la llamada obsolescencia programada o planificada para los productos que adquirimos, en la cual las empresas hacen productos desechables para hacernos gastar más.

Wikipedia, la enciclopedia libre, nos dice que “La obsolescencia programada u obsolescencia planificada es la determinación o programación del fin de la vida útil de un producto, de modo que, tras un período de tiempo calculado de antemano por el fabricante o por la empresa durante la fase de diseño del mismo, este se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible por diversos procedimientos, por ejemplo por falta de repuestos, y haya que comprar otro nuevo que lo sustituya”.
¿Cómo se ha programado esta obsolescencia?
La estrategia de establecer la fecha de la muerte de un producto no es reciente, se remonta a las primeras décadas del siglo XX. La estrategia fue diseñada como una solución a la crisis de 1929, pero se comenzó a idear alrededor de 1920, cuando los fabricantes comenzaron a reducir a propósito la vida de sus productos para aumentar las ventas y las ganancias. Un primer cartel global, formado por Osram, Philips y General Electric controló la producción de la bombilla eléctrica. Para los años 40 ya habían reducido su durabilidad de 1,500 horas a 1,000 horas, mediante una bombilla más débil.
Obsolescencia en la sociedad de consumo
La obsolescencia va de la mano con la publicidad en la sociedad de consumo. A través de la publicidad se presentan productos innecesarios o superfluos como atractivos para satisfacer nuestras necesidades. La sociedad de consumo no procura la producción de bienes durables y reutilizables. De ahí la famosa frase: comprar, tirar, comprar, mentalidad que crea productos desechables que aumentan las ventas de las empresas a un público manipulado y generan mayores gastos en los consumidores y acumulación de basura en el entorno. Para Latouche “la publicidad nos hace desear lo que tenemos y despreciar aquello que ya disfrutamos. Ella crea y recrea la insatisfacción y la tensión del deseo frustrado”.
Tres tipos de obsolescencia

a) Obsolescencia de función: un producto existente se convierte en obsoleto cuando se introduce un producto que lleva a cabo una mejor función. Debido a la constante innovación tecnológica es fácil inducir al consumidor a comprar la siguiente generación del producto.
b)  
c)  Obsolescencia de calidad. Se planea, de forma premeditada, el tiempo en que un producto se rompa o se desgaste, por lo general no es demasiado tiempo. Y se hace propaganda constante para que el consumidor adquiere el nuevo producto.
d)  
e)  Obsolescencia de deseabilidad. Un producto se hace menos deseable en nuestra mente, aunque mantenga su calidad y rendimiento, si cambia de estilo u otra modificación en su fabricación. Se llama también “obsolescencia psicológica”. Se cambia el diseño del producto y manipula para que el consumidor compre el producto repetidas veces. En este sentido, los consumidores son inducidos a asociar lo nuevo con lo mejor y lo viejo con lo peor.

Al final, todo termina como basura. Y las muestras están ahí: el mar invadido de plástico, los basureros de electrodomésticos, o la invasión de los hábitats naturales de muchísimas especies, entre otros. Señales de una mentalidad consumista que devora al ser humano y al medio ambiente. ADH 838

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