domingo, 15 de diciembre de 2019

La motivación nos viene de la misión

Educando | Pedro María Orbezua, fsc. 


“¡QUE LA ESCUELA VAYA BIEN!” SBDLS
La motivación nos viene de la misión

Para “que la Escuela vaya bien”, tres aspectos debemos tener en cuenta: 1.- La motivación nos viene de la misión. 2.- La garantía es la consagración. 3.- Nuestra fuerza es la comunidad. Hoy hincaremos el diente al primero: La MOTIVACIÓN nos viene de la MISIÓN.

A ver si me hago entender: La vocación es una experiencia universal, en todas las culturas y en todos los tiempos. Toditos sentimos “los llamados” de la realidad. Si vivimos con los ojos abiertos, ATENTOS, seremos testigos del sufrimiento grandísimo que afecta, sea por lo que sea, a tantísima gente. Y su dolor de ellos nos impacta, nos desordena la existencia, nos sonroja el alma, nos inclina a inscribirnos en el movimiento de los INDIGNADOS porque, como escribía el poeta: “¡Ya está bueno, señores!”.

Atentos, sí. Indignados, sí. Mas no podemos quedarnos en este tramo, no es suficiente. Hay que poner ¡manos a la obra! ¿Cuál? Acabar con el padecimiento de los seres humanos, la injusticia, la corrupción… En nuestro caso, responder a las necesidades educativas de los niños y jóvenes de República Dominicana que, hoy por hoy, a pesar  
de la exitosa campaña “Yo exijo el 4% para la Educación”, no, no, no nos damos por satisfechos. ¿Por qué?, me preguntas. Porque “¡Yo exijo el 4% para una Educación DE CA-LI-DAD!”.

Educadores, educadores, lo que nos motiva, nos tiene que motivar, es la misión: ¡brindar una Educación de calidad!  Tenemos que ponernos las pilas. Para que no sea un bluff. 
¡Educación de calidad! ¿Cuándo la Escuela ofrece una educación de calidad? En este artículo mencionaré un primer rasgo.  Y respondo de inmediato a la pregunta: Cuando la Escuela cumpla con su FUNCIÓN REGULADORA.  En palabras sencillas: la Escuela se ajusta a su función reguladora cuando “no da más de lo mismo” -o sea, aquello que los alumnos ya reciben, y por lo general de manera excesiva, en la sociedad, en la calle, en las redes sociales, etc…- sino, por el contrario, “da” lo que los niños y jóvenes no reciben en esos medios porque está ausente, perdido, descuidado.
Algunos ejemplos.

Los jóvenes viven siempre conectados, volcados al exterior. Todo hay que verlo, todo hay que probarlo, todo hay que hablarlo, todo hay que oírlo. ¿Sin celular? “Te guayate, men”.  ¡Imposible, loquito!

Y lo educadores, tres cuartos de lo mismo. En toda reunión no hay quien de pronto se ausenta porque tiene una llamada urgentísima que, de no contestar, le atrapará un infarto de padre y muy señor mío.  Y si no sale de la sala, ahí se entretiene “wasapeando” de lo lindo, y al expositor de turno que le escuche su maldita… Y en nuestras escuelas, ídem. Se perdió una batalla, luego otra y, por fin, perdimos la guerra.
¿Ustedes qué piensan? Lo digo: No existen espacios ni tiempos para el silencio. Ni en las iglesias. No hay donde refugiarse para liberarse de tanto ruido, bulla, gritos, músicas a pleno volumen, carros y motores a todo dar, proclamando con absoluto alboroto que por ahí pasa un imbécil. ¡S.O.S. Ayúdenme! Y en nuestras escuelas, ídem. Habla que te habla. Vocea que te vocea. Grita que te grita.

Por otro lado, abunda el exhibicionismo. Las dichosas alfombras rojas, doradas o verdes. Donde unos cuantos y otras cuantas se muestran con sus ropajes más estrafalarios, abalorios prestados y zapatos-taco que, Dios mío, como para desplomarse y quedarse sin tobillos ni dientes.  ¿Y por qué esas procesiones? Para que el resto del mundo se consuma de envidia. Y en nuestras escuelas, igualito. Graduaciones van, graduaciones vienen. ¡Cada año superándose en la feria de las vanidades! Graduaciones que comienzan a las más tiernas edades. A mí, de verdad, que… ¡Mejor te muerdes la lengua!

¿Escuela de calidad? ¡Escuela que cumple con su función reguladora! No más de lo mismo, por favor. Brindemos aquello que todavía niños y jóvenes no han descubierto, pero que son esenciales para su principal aprendizaje: ¡humanizarse! Silencio, Interioridad, Reflexión.

Les dejo para su lectura y meditación un párrafo de un artículo periodístico de A. Puigverd: “Enseñar en el océano del ruido”

No sé si los padres son conscientes de que la tarea docente es, hoy en día, más que difícil, titánica. Absolutamente heroica. La escuela se propone construir una isla de silencio en el océano del ruido. Una isla de silencio en la que cultivar la reflexión, el esfuerzo arbitrario, el trabajo gratuito. Una isla de silencio desde la que luchar contra la indiferencia. Una isla de silencio para cultivar la discriminación. Sí, lo han leído bien: discriminación. En la escuela debería aprenderse a discriminar entre lo que es importante y lo que es accesorio. Debería aprender a discriminar entre la anécdota y la categoría, entre la distracción y la reflexión, entre lo trivial, divertido, intrascendente y lo importante, decisivo, fundamental”

Afanarse en crecer por dentro” es la gran aspiración existencial que hay que inculcar. Necesitamos familias, escuelas y movimientos educativos infantiles y juveniles que sean AGENCIAS DE VIAJES AL MUNDO INTERIOR”. (Rafael Díaz Salazar. “Educación y cambio social”)
Felícísima Navidad! ¡Dios en Jesús se hace HUMANO! ¡Increíble pero verdad! ADH 840

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