Domingo de
Ramos
El domingo de Ramos nos sitúa de nuevo en los
últimos días de la vida de Jesús. El relato de la mujer que, en Betania unge la
cabeza de Jesús con perfume (Mt 26, 6-13), introduce y señala de forma
anticipada los énfasis que en el evangelio de Mateo orientan la narración de
los hechos acaecidos en Jerusalén. El mesianismo que anuncia su entrada en
Jerusalén se va progresivamente definiendo hasta convertirse en el del siervo de
Yahvé, un mesianismo que se aleja de los triunfalismos, de los hechos
milagrosos para definirse desde el servicio, la entrega, la confianza y la
fidelidad.
En primer lugar, nos encontramos con una mujer. Las figuras femeninas en los relatos de la pasión tienen un valor
central, ellas son las testigos privilegiadas de todo lo que acontece en esos
días y su testimonio será central para sostener la fe de las primeras
comunidades cristianas. Una mujer anónima unge la cabeza de Jesús con un
perfume muy caro. Este gesto gratuito y audaz supone un acto profético (Mt 26,
12) que anuncia el desenlace de la historia, pero también denuncia la
hipocresía de una sociedad que se escandaliza por gestos como el de esta mujer,
pero permite y alienta el egoísmo de muchos para su propio beneficio.
En contraste con la actuación de esta mujer está la
de Judas que traiciona al maestro por unas pocas monedas. Ella, al derramar el
perfume, está demostrando su fe en Jesús y el valor de su entrega. Judas, al
vender al maestro por dinero, escenifica su desconfianza en el proyecto de
Jesús y quiere darle fin.
Otra mujer, la esposa de Pilato, es capaz de
descubrir que Jesús es un hombre justo. Los acontecimientos que se desarrollan
tras el prendimiento de Jesús actualizan las palabras del profeta Isaías cuando
describe al siervo de Yahvé. El siervo de Yahvé es el justo por excelencia
porque entrega su vida por el bien de todos/as y pone toda su confianza en el
Dios que los sostiene (Is 50, 4-7). La mujer del dignatario romano, una mujer gentil,
testimonia la inocencia de Jesús al contrario de lo que hace su esposo que duda
y de las autoridades judías que lo condenan.
Por último, Mateo señala que un grupo importante de
mujeres, que habían seguido a Jesús desde Galilea contemplan desde lejos la
crucifixión y muerte de Jesús. Ellas, discípulas del maestro, permanecen cerca
de él hasta el final. Sienten miedo, impotencia y dolor, pero no huyen. Su
camino creyente les posibilitará hacer la experiencia del encuentro de Jesús
resucitado.
En segundo lugar, la memoria de fe. A lo largo del relato de la pasión se alza con fuerza la llamada a hacer
memoria, a recordar como un modo de fortalecer la esperanza y confiar en la
acción salvadora de Dios.
Las palabras de Jesús que concluyen el relato de la
unción en Betania (Mt 26, 13) invitan a recordar a la mujer y el gesto que ha
hecho. Ella y su acción encarnan la Buena Noticia del Reino, pero lo hacen, no
con un entusiasmo ingenuo sino con el realismo de quien conoce las
dificultades, y sabe que el camino no es fácil. Los episodios que se narran a
continuación muestran con crudo realismo esa verdad. Por eso, recordarla a ella
y a su gesto implica incorporarla a la memoria pasionis, al camino
de Jesús que abrazaba el abismo de la impotencia y la muerte para poder ofrecer
su salvación a todo ser humano sin distinción (Filp 2, 6-11).
Jesús vuelve a invitar a hacer memoria en la cena
con sus discípulos y discípulas la víspera de su muerte. Toma el pan y el vino
para expresar a través de ellos su entrega y su renuncia, su fidelidad y la
gratuidad que brota de su existencia. En el pan y el vino seguimos actualizando
nuestra fe y nuestro seguimiento, conscientes de que el camino no es fácil
porque la cruz es locura, injusticia y, con frecuencia, la esperanza se quiebra
y parece abrirse una ventana al absurdo. Por eso es necesario recordar, hacer
presente la Buena Noticia, ungir la vida con el perfume de la profecía.
Al final, la invitación es hacer memoria de la
esperanza que sostienen nuestra fe. En los momentos difíciles que nos toca
vivir, quizá, el miedo y la desconfianza puedan oprimir nuestro corazón, pero
como las mujeres que ungieron y acompañaron a Jesús en sus últimos días en
Jerusalén hoy seguimos llamadas y llamados a acompañar la cruz, a sostener la
esperanza, a ungir la vida para que la Buena Noticia del Reino siga tendiendo
un lugar en el mundo.
Que en estos tiempos recios la experiencia pascual
fortalezca nuestro caminar y sea luz y sentido para cada uno de nosotros y
nosotras. * Fe Adulta
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