El miedo real o imaginario
El 30 de octubre del año 1938 se produjo
uno de los fenómenos psicosociales más impactantes en toda
la historia de la radiofonía universal, se
reportaron estampidas en masa, suicidios colectivos, infartos al
miocardio, histeria colectiva, todo esto debido a una magistral recreación ejercida
por The Mercury Theatre desde la CBS. Eran las
8 de la noche y un joven y talentísimo, Orson Welles, logro junto
con su equipo traer a la realidad “La guerra de los
mundos” con tal verosimilitud, que el miedo
de los radioescuchas no los dejo pensar claramente; así
que esa última noche terribles
ovnis, marcianos predadores, armas de destrucción
avanzada plagaban la cabeza de aquellos que oían lo
que tan solo era una magnifica y vivida interpretación radio
teatral, para ellos el mundo se despedazaba y la raza humana había
llegado a su fin.
Picasso decía “si lo puedes imaginar es real”,
por eso a forma de introito hemos citado este pasaje “real” de la
historia americana porque cuando el ser humano se ve cara a
cara contra el miedo es difícil pensar con claridad, discriminar lo verdadero,
auscultar la realidad de una manera sensible y esto no es del todo malo, como
explicamos a continuación.
Según la neurociencia el miedo es un sistema
de alarma que nuestro cerebro activa cuando detecta una posible amenaza que puede
o no ser real. Se trata de una respuesta útil y adaptativa que conlleva
cambios biopsicofisiológicos en el ser humano, pero ¿dónde y cómo se
origina el miedo?
En las últimas décadas hemos avanzado a pasos
agigantados en la investigación de las bases neurobiológicas del miedo, se
ha centrado en una región cerebral concreta: las amígdalas, una pequeña
estructura alojada en el seno del sistema límbico que es el cerebro
emocional. Esta área desempeña un papel clave en la búsqueda y detección de
señales de peligro. Se podría decir que trabaja de forma análoga a un detector
de humo y que permanece sin activar hasta que un estímulo, por
pequeño que sea, anuncia una amenaza, entonces se pone
en marcha. Si no tuviéramos amígdalas probablemente no sentiríamos miedo,
existe una entidad llamada síndrome de Urbach-Wiethe que es
un patología genética poco frecuente donde la
amígdala se calcifica lentamente, comúnmente estas personas se
exponen a peligro ya que no sienten ningún tipo de miedo o temor,
aunque hoy sabemos que otras estructuras cerebrales
que también forman parte del substrato neuropatológico del
miedo, como la corteza cingulada anterior, la ínsula(
mediador racional del miedo) y la corteza prefrontal participan
en la regulación emocional del miedo como vía de salida de las respuestas
fisiológicas procesadas inicialmente en la ínsula.
Cuando estamos frente a una posible
injuria, digamos un escenario urbano de nuestra
querida Quisqueya, sí esa misma, la de Pedro Mir,
la que está colocada en el mismo trayecto que del sol,
citemos un ejemplo: dos jóvenes sin casco montados en un
motor que pasan por una calle
desolada en la que usted va deambulando y estos
jóvenes se devuelven velozmente directo hacia usted,
lo primero que se activará será el cortisol, hormona del estrés que
le dice a tu cuerpo sin confrontar o huir; pero el miedo en
tu cerebro ya está creando su mensajería interna sin que te
percates de este derrotero, ya que son
procesos automáticos ¿qué hace el miedo en su
cerebro? La ínsula sería la
encargada de recibir la alerta de la amígdala y rápidamente activar las
respuestas fisiológicas pertinentes como la sudoración o aumento de la
frecuencia cardíaca en función del miedo que genere la situación con el
maleante. Por su lado, la corteza cingulada anterior dorsal nos ayudaría a
centrarnos en el peligro y la corteza pre frontal dorsolateral sería la
responsable de ofrecer soluciones cognitivas para la situación (salir
corriendo, pedir ayuda, etcétera).
Pero si este circuito no «funciona»
correctamente o esto deja una huella en la memoria emocional de la persona,
el miedo se convierte en un problema desencadenándose respuestas de huida
frente a estímulos no amenazantes o anticipando un hipotético peligro.
El cerebro y sus mecanismos efectores son
extraordinarios mantienen en armonía el micro y el macrocosmos así
que podemos hacer de él nuestro mejor aliado
o nuestro peor enemigo; cuando se escucharon algunos de
los testimonios relacionados a la “Guerra de
los mundos”, que citamos como pie de entrada en este articulo vimos
de una manera prístina que el miedo actúa de forma singular
y diferente en cada persona, no importa si se trata
de marcianos, de asaltos motorizados o de
un tonto juego que avisa que ya viene
el lobo, mejor no lo pudo haber dicho Alejandro Dumas: “No
hace falta conocer el peligro para tener miedo; de hecho, los peligros
desconocidos son los que inspiran más temor”. ADH 844.
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