domingo, 7 de junio de 2020

De toda desgracia surge la gracia

Cotidianidades | P. Eulide García, msc  

 


De toda desgracia surge la gracia

 

La llegada de la pandemia del coronavirus, sin lugar a dudas es una verdadera desgracia, especialmente para los más empobrecidos. Aunque no es una enfermedad solo para los pobres, pero siempre estos son los que más sufren, no tanto por la enfermedad sino por su condición de pobreza y por la cuarentena que están viviendo. Sabemos que el pobre vive el día a día, que no tiene nada asegurado excepto la esperanza en Dios de que no lo dejará morir junto a su familia.

 

A través de la experiencia que he ido viviendo en la vida me he dado cuenta que de toda desgracia surge una gracia, en este caso no sé cuál será, aunque viendo videos, leyendo mensaje y escuchando, ya podríamos decir que no todo es oscuridad, especialmente para la familia. Sin caer en exageración creo que ha sido el momento más fructífero para las familias, si no “los une el amor los une el dolor”;  es lamentable decir eso, pero me pregunto: ¿cuánto tiempo se pasa la familia sin reunirse, a pesar de estar viviendo bajo un mismo techo? Para nadie es un secreto que hoy en día las relaciones familiares no son de las mejores, son seres individuales que ahora han tenido la oportunidad de interactuar y sobre todo cuidarse; ya no es cuidarse así mismos, sino cuidar al otro; si el otro está sano yo estaré sano. Es aprender a vivir la vida como Dios manda: cuidar al próximo, aunque en esta ocasión sea para cuidar el propio “pellejo”, pero no importa como sea, lo importante es cuidar al otro.

 

Otra gracia es que surgen brotes de solidaridad, comunicación constante con los de afuera, la pregunta de cada día: “¿cómo amanecieron por allá?”, “espero que bien”, y se termina con esta frase “cuídense mucho”; y de paso la receta que deben hacer, ya todos nos hemos convertidos en “especialistas del coronavirus”, hasta los niños ya te dicen qué debemos hacer, pero se concluye: no salgan de la casa.

 

Una gracia que se manifiesta es el acercamiento a Dios, aunque no aparecen muchas publicaciones de conversiones, sí las ha habido; públicamente hay un deseo de volver hacia Dios o, por lo menos, manifestarlo públicamente y vemos en él la cura a lo incurable. En una palabra “la humanidad se arrodilla ante Dios”, el ser humano creía que todo lo tenía dominado, pero se ha dado cuenta, como dicen por ahí, que un minúsculo virus pone a temblar a los grandes y pequeños. No tenemos el dominio del mundo, el poder del dinero no ha valido, la vida recobra su importancia, se creía que el dinero lo era todo, ha quedado sin valor ante el valor de la vida.

 

Otra gracia, aunque parezca halada por los pelos, es el despertar la conciencia social, se reclama al gobierno; más bien hay presión de parte de la población hacia a las autoridades, dicho reclamo va en la línea de una mejor distribución de los bienes del Estado hacia la población más vulnerable que muy bien sabemos quiénes son: las personas que habitan los barrios en pobreza extrema, esos indefensos que nada tienen. A esas personas debe llegar las ayudas gubernamentales mientras dura este tiempo de cuarentena, medida de coerción que no se sabe a ciencia cierta hasta cuándo será.

 

Para terminar esta breve reflexión quiero resaltar otra gracia, quizá no se valore mucho, pero sí creo vale la pena destacar: es el dominio de la fuerza de voluntad de muchos dominicanos, personas que no eran capaces de pasar prácticamente una hora en su casa y encerrados, en esta cuarentena han aprendido a quedarse; inclusive son creativos y hasta juegan con los niños, los ayudan en sus tareas escolares; en una palabra, han aprendido a estar en su casa (hábito ya perdido). El mundo se ha detenido, pero volverá a estar en movimiento, ojalá saquemos lecciones de todo este proceso, que en definitiva nos acerca más a Dios y a los demás. ADH 845

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