martes, 24 de noviembre de 2020

Desde la Gracia a la Profecía Misionera (7)

Rincón de la Palabra | Hna. Ángela Cabrera, mdr



La Misión de Jesús en Galilea: Una reflexión a partir del Evangelio de Lucas (Lucas 4,14-44; 5,1__9,62)

Desde la Gracia a la Profecía Misionera (7)

Referencia a los textos:

Lucas nos recuerda de una gran muchedumbre que seguía a Jesús, buscando oírle, tocarle, ser curado (Lucas 6,17-19). Quiere decir que Jesús siempre estuvo rodeado de gente, lo que hacía que de vez en cuando se alejara en solitario para poder orar con mayor hondura.

La profecía es un rio que atraviesa todas las páginas de la Biblia, desde el Antiguo hasta el Nuevo Testamento. Jesús también deja evidente la profecía mediante sus palabras: consoladoras para algunos, cuestionadoras para otros, pero todas con el fin de que la gente se convierta y crea.

Desde esta óptica acogemos las bienaventuranzas que el evangelista presenta en Lc 6, 20-23:

 

Bienaventurados los pobres

Porque de ustedes es el Reino de Dios

… los que tienen hambre ahora

Porque serán saciados

… los que lloran ahora

Porque reirán

…cuando los odien, expulsen, injurien y proscriban su nombre como malo, por mi causa

Alégrense y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataron a los profetas

 

Llama la atención el discurso de Jesús, es ante mucho público, el que le seguía. Entre ellos había pobres. Por eso les dice “de ustedes es el Reino”. Todo parece indicar que también les seguían de otros sectores sociales, inconscientes y opresores, pues también prosigue con las maldiciones a los presentes (Lucas 6,24-26):

 

 Ay de ustedes, los ricos

Porque ya han recibido su consuelo

… los que ahora están hartos

Porque tendrán hambre

…los que ríen ahora

Porque se afligirán y llorarán

… cuando todos hablen bien de ustedes

Pues de ese modo trataron a los falsos profetas

 

La profecía de Jesús también se hace sentir en el cuestionamiento registrado en Lucas 6,39-45. Escojamos algunas de sus frases interpeladoras, que provocan reflexión y conversión:

1.                 ¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?

2.                ¿Cómo eres capaz de mirar la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas la viga que hay en tu propio ojo?

3.                ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo’, ¿si no ves la viga que hay en el tuyo?

4.                Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano.

5.                “¿Por qué me dicen ‘Señor, Señor’ y no hacen lo que digo?”

En la tradición bíblica y profética, el profeta verdadero se conoce por sus frutos, su testimonio y resultados. De ahí que Juan, preso, mande a preguntar a Jesús: «¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?» (Lucas 7,19). Inmediatamente, antes de Jesús dar una afirmación, el texto bíblico muestra los signos de curaciones, liberación y, seguidamente, se introducen las palabras de Jesús: “Vayan y cuenten a Juan lo que han visto y oído: Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y se anuncia a los pobres la Buena Nueva” (Lucas 7,20-22).

Jesús también cuestiona a las personas de la generación en la que vive, que es también toda la generación que por más que vea y oiga permanece incrédula (Lucas 7,31-35). Con el fin de que entiendan, crean y se conviertan, Jesús les hablaba en parábolas (Lucas 8,4-15), con todo, había gente que mirando no veían y oyendo no entendía (v.10).

Espiritualidad misionera

La misión de Jesús deja claro que no podemos caerle bien a todo el mundo. La vida y el mensaje de Jesús no buscaron agradar, sino hacer reflexionar, provocar reflexión, el cambio de vida, la conversión. Desde su dimensión profética supo distinguir al público receptores de su mensaje: liberador para algunos, y cuestionador para otros.

Jesús no buscó ser simpático para ganarse a la gente. Sino que se mantuvo en la verdad, siendo Él mismo la verdad. Esta autenticidad nacía de sus largas horas de oración, porque el mismo itinerario misionero en Galilea lo deja evidente: Jesús era un hombre de oración (Lucas 5,16; 6,12).

¿Qué nos provoca el texto?

¿Sé hacer una parada importante para dialogar con Jesús?

¿Qué me preocupa en la misión?

¿Qué le dice a mi vida la palabra profecía?

¿Estoy encarnando la dimensión profética en la misión?

¿Cuáles son las exigencias personales para una profecía creíble?

ADH 842

 

 

 

 

 

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