lunes, 23 de noviembre de 2020

La capacidad de acogida: sentir con el otro

Convivencia | Noelito de León Mercedes, MSC



La capacidad de acogida: sentir con el otro

El objetivo de todo ser humano al nacer es llegar a un mundo donde se transforma, en su casa, estructurado por diferentes acogidas. En mi opinión, significa un dinamismo comunitario sin discriminaciones ni fronteras que se concreta en la vocación a vivir en comunidad.

La acogida sin distinción implica trabajar por construir la fraternidad entre todos los seres humanos en convivencia pacífica con toda la creación. En esta vocación comunitaria se comprenden bien dos detalles. Primero, uno es bueno en la medida en que crea comunidad; segundo, para una sana convivencia no es suficiente hacer el bien y evitar el mal, sino que, como Jesús, hay que hacer el bien combatiendo al mismo tiempo y tratando de erradicar todo mal.

Uno se da cuenta de que lo más decisivo es dejarse impactar por el sufrimiento del otro y estar junto a él, aunque no tengamos medios materiales para desterrar o aliviar sus carencias

 

Esa vocación supone un compromiso histórico por rehabilitar a los excluidos, pues el verdadero espíritu comunitario es inseparable de la práctica de ayudar, levantar y reintegrar a los echados fuera, descartados. En esa preocupación uno se da cuenta que lo más decisivo es dejarse impactar por el sufrimiento del otro y estar junto a él, aunque no tengamos medios materiales para desterrar o aliviar sus carencias. En ese comportamiento nos trascendemos a nosotros mismos porque descubrimos algo trascendente y divino en el otro, salimos de nuestra concentración egoísta y así ampliamos el campo de nuestra solidaridad familiar.

Son necesarias, las relaciones humanizadoras para continuar con el proyecto de ser mejores seres humanos. Capaces de detenernos frente a la realidad que vivimos y poder aportar una reflexión que ayude a los otros. En consecuencia, la acogida presupone una antropología porque es siempre un proceso de conquista humanizadora, que lleva a que las personas de nuestro tiempo tracemos sendas de desarrollo, que contribuyan al plan de fortalecer nuestra humanidad para una mejor supervivencia, donde todos podamos vivir mejor (ser feliz).

En nosotros no pueden existir fronteras, debe existir el amor que ya está presente y activo en el mundo. Estamos diseñados para amar, acoger, y valorar a nuestros semejantes, hagamos realidad este impulso de darnos a los demás sin esperar nada a cambio. Que nuestra socialización esté orientada hacia el bien común, desarrollando una integración humanitaria que abarque toda la creación.

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