Reflexiones | Carmen Herrero Martínez
2020, Adviento Solidario
En primer lugar, recordar lo que significa
Adviento. Adviento es una palabra que viene del latín, adventus, que quiere
decir “llegada solemne”. Adviento, un tiempo para vivirlo bajo el signo de
“encuentro” entre un Dios que viene al encuentro del hombre y el hombre que va
al encuentro de Dios. Un Dios que se hace solidario con la humanidad caída y
viene a levantarla, a sacarla del estado de esclavitud en el que vive, para
darle la libertad, la salvación. “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su
Hijo unigénito” (Jn 3, 16). “Dios hecho materia, para que la materia sea
divinizada” [1]. Y santo Tomás de Aquino dice: “Es
evidente que el Hijo de Dios tomó nuestra condición y vino a nosotros no por un
motivo insignificante, sino por nuestro bien. Él se vinculó a nosotros, por
decirlo de esta manera, tomando un cuerpo y un alma humana y naciendo de una
Virgen, para poder darnos su Divinidad. De esta manera, él se hizo hombre para
que el hombre se haga Dios”.
El Adviento está marcado por la espera y esperanza que
culmina en el nacimiento de Jesús. Y en este momento histórico que estamos
viviendo -tan incierto y alarmante- la esperanza es una necesidad vital sino
queremos perecer. Con fuerza y mucha fe hemos de gritar: ¡Maranatha, ven, Señor
Jesús! Ven a salvar a tu pueblo de esta pandemia que supera su capacidad y le
conduce a la desesperanza y a la pobreza extrema.
Pese a este sufrimiento real, vivamos el Adviento
como un camino que vamos recorriendo, a través de las cuatro semanas
litúrgicas, acompañados por la Palabra de Dios que la Iglesia nos propone. Este
camino nos lleva a Belén, donde se realiza el acontecimiento central de la
historia salvífica: el nacimiento del Hijo de Dios. “Cuando llegó la plenitud
de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley” (Gal
4,4). Benedicto XVI dice: “El acontecimiento central de nuestra fe es que Dios-Amor, ama
tanto al mundo -a nuestro mundo- que le ha enviado a su Hijo, Jesucristo, este
Niño, Jesús que nos nace, es el Amor de Dios encarnado [2].
A la espera y esperanza hemos de añadir la solidaridad, porque
desde el momento que Dios se hace Hombre, solidario con la humanidad, todo
cuanto concierne al ser humano, concierne a la Iglesia ya los cristianos. De
ahí que la solidaridad sea esencial para el cristiano. Vivir un Adviento
solidario quiere decir: comprometerse con los más pobres y necesitados.
Entendiendo por pobres no solamente a aquellas personas que carecen de lo
económico, sino a tantas personas que están sumergidas en la pobreza humana,
moral y espiritual. Esta pobreza que, a numerosos hombres y mujeres, en
nuestros días, les esclaviza y les impide vivir en libertad y plenitud de vida,
bajo la apariencia de riqueza y poder. ¡Fuerte pobreza escondida en la
opulencia!
Este año, 2020, el tema de la solidaridad tiene un
colorido muy especial y grita con urgencia un compromiso real. Un compartir con
los más pobres y necesitados de la sociedad. Este año está marcado por el covid
19 que tanto sufrimiento y pérdidas humanas y económicas está causando a nivel
mundial. ¿Cómo no sentirse solidarios con las familias que han perdido un ser
querido en tales condiciones? ¿Y con quienes han perdido su trabajo, con
aquellas personas y hogares que se ven en la pobreza absoluta?
Ser solidarios es estar al lado del
necesitado, sea cual sea su situación. Sentir cierta compasión y hacer
humanamente lo que podamos, cada uno desde su propia realidad. Recordemos las
palabras de Jesús: “Cada vez que lo hicisteis a uno de estos, mis humildes
hermanos, conmigo lo hicisteis” (Mt 25,34). El criterio del juicio final es:
“Tuve hambre y me disteis de comer” (Mt 25,39s). Siendo Dios el centro de
nuestra vida, el prójimo, el hermano, tiene que estar junto a Dios, no podemos
separarlo. “Si alguno dice: ‘Amo a Dios’, y aborrece a su hermano, es un mentiroso;
pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve”
(1 Jn 4,20). ¡No cabe separación entre Dios y el hermano! La exigencia
cristiana es diáfana porque Dios se ha hecho solidario con toda la
humanidad. Él nos entrega a su Hijo, a su Unigénito, asumiendo nuestra propia
naturaleza para liberarnos del pecado y salvarnos. Cristo, el Hijo de Dios,
ciudadano del cielo, por derecho natural, se ha hecho Hijo del Hombre en el
tiempo, ciudadano de la tierra. “El cuál siendo de condición divina, no hizo
alarde de su categoría de Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando
condición de esclavo, hecho semejante a los hombres” (Flp 2,2-27). Jesús se
hace solidario con la Humanidad caída, en la mayor de las pobrezas: el pecado,
la ruptura con su Creador.
¡Qué maravilla si realmente viviésemos así el
Adviento, animados, de este espíritu solidario y fraterno! Sabemos que vivir
como hermanos ycompartir los bienes humanos y espirituales no es fácil, pero al
menos, intentemos hacer lo “poco” que está a nuestro alcance y pidamos a Dios,
nuestro Padre, que nos conceda la gracia y la audacia de amar como él nos ama, aprendiendo
de él a ser solidarios con nuestros hermanos y hermanas en humanidad como Dios
lo ha sido y lo sigue siendo con cada uno de sus hijos e hijas.
A nosotros, los cristianos, y a todo ser humano,
nos toca esforzarnos y poner ese grano de arena que ayude a formar una sociedad
donde el amor de unos con otros sea posible y más en las circunstancias
históricas que estamos viviendo en este Adviento 2020.Pues como dice el refrán:
“Un grano no hace granero, pero ayuda al compañero”. Los pequeños gestos y
pequeños “pasos”, que cada uno vamos dando hacia el hermano construyen grandes
caminos que convergen en el encuentro, en la alegría y la amistad fraterna.
Desde esta colaboración y deseo de amarnos los unos a los otros como hermanos,
hijos de un mismo Padre, y salvados por Jesucristo, estamos construyendo una
sociedad más humana, más justa y solidaria; porque un mundo mejor es posible,
con la ayuda de Dios y nuestra propia colaboración.
Esta pandemia, ¿nos abrirá los ojos y el corazón
para mirar el pasado y evitar los errores personales y sociales del
individualismo, la arrogancia y el sálvese quien pueda?
Según voy escribiendo me viene a la mente y al
corazón la imagen de María y José en el momento en el que iban buscando posada
y nadie los acogió: “Para ellos no había sitio en la posada”. Nadie fue
solidario con ellos.
En nuestros días, en nuestra sociedad, también hay
muchas marías y josés que no encuentran sitio en la
“posada”, en la sociedad; porque molestan y cambian nuestros planes… como una
mujer encinta molestaba y cambiaba la organización del posadero… Lo desconocido
siempre nos da miedo. María no era una mujer ordinaria pues en su seno se había
encarnado el Hijo de Dios, pero el Salvador del mundo no encontró un sitio
digno para nacer. Mensaje para reflexionar y llevar a la vida desde la acogida
sencilla y fraterna de unos con otros y de tantos emigrantes que llaman a
nuestras puertas europeas.
Si vivimos el ADVIENTO abiertos a la esperanza
desde una real solidaridad la NAVIDAD será muy distinta, tanto en las familias,
como en las comunidades y en la sociedad; porque donde reina la solidaridad y
el amor, allí está Dios, el Emmanuel encarnado, y allí es NAVIDAD (Eclesalia
Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su
procedencia).
¡FELIZ NAVIDAD!
* Fraternidad
Monástica de Jerusalén, soeurcarmen@gmail.com
ESTRASBURGO (FRANCIA).
[1]. San Máximo el Confesor.
[2].Benedicto XVI, su primeraen la
encíclica, “Dios es amor”, nº 1.
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