Matrimonio y Familia | Bonifacio
Fernández, cmf
Te doy mi palabra
Y es vinculante. El valor de la propia palabra
dada hacía que fuera superfluo el papel escrito, y el notario, y el registrador
de la propiedad. La palabra dada fundamenta la lealtad, incluso con perjuicio
propio. Si además se decía ante testigos implicaba una vinculación de la propia
vida a lo largo del tiempo.
En la cultura multimedia la palabra se ha
multiplicado enormemente. Pero ha perdido calidad. Es verdad que los novios se
siguen prometiendo; los matrimonios se siguen dando si sí ante la autoridad
civil o ante la asamblea cristiana. Se trata de una palabra dado a otra
persona; una palabra que es promesa y compromiso. Hasta que la muerte nos una
más. La persona que se consagra mediante la profesión de los votos públicos se
promete y compromete con Dios ante la comunidad cristiana. El compromiso
implica tendencialmente la vida entera. No tiene fecha de caducidad.
La realidad es, sin embargo, que esas palabras
dichas públicamente, ante testigos, ante multitud de amigos, se convierten en
asunto puramente privado. Incluso las promesas pronunciadas ante Dios, con el
tiempo se vuelven frágiles; a veces con una escandalosa celeridad. Las
explicaciones que se ofrecen insisten en que las personas cambian con el
trascurso del tiempo, que la identidad humana es histórica, que hay
acontecimientos que cambian a las personas. Por otro lado, se aduce también que
la persona a la que has dado tu palabra de amor está sometida a cambios. Ya no
reconozco en él o en ella la persona con la que me casé. No es la misma
persona. La congregación con la que comprometí mi vida ha cambiado, ya no es la
misma, no la reconozco.
Es verdad que hay razones que explican la
infidelidad, que puede ser una forma de auténtica fidelidad. Pero es más cierto
que la libertad personal se entiende cada vez más como desvinculación, como
independencia. Es más cierto que los deseos subjetivos se hacen prevalecer
sobre las obligaciones objetivas. La cultura actual nos hace respirar la
convicción colectiva que hace prevalecer el egoísmo sobre el altruismo, el
proyecto individual sobre el proyecto matrimonial. Pensándolo más de cerca, se puede
descubrir que muchos matrimonios no llegan a construir un auténtico proyecto de
vida en común. Se queda en proyectos personales que buscan el complemento
sicológico de la persona.
Publicado en Ciudad Redonda:
https://www.ciudadredonda.org/articulo/te-doy-mi-palabra
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