domingo, 21 de febrero de 2021

Cómo no sonreírle a la vida


Convivencia | Nilsia Ivelisse Infante




Cómo no sonreírle a la vida


Cuando iba camino a la universidad, se me acerca un joven, y me dice: “Permiso señora no pude contener mi curiosidad”. Yo le pregunto: ¿Cuál es tu curiosidad? Y él me dice: Es que, a pesar de su mascarilla, se ve un rostro feliz y con una sonrisa en su cara”.  Lo miro y respondo: Pues no te equivocas, me siento feliz. Y sonrió.  Yo continúo mi camino. Mientras caminaba, Dios me iluminó con las siguientes frases:

¡Cómo no sonreírle a la vida, si Dios me ha regalado un día más de vida!

¡Cómo no sonreírle a la vida, si tengo el privilegio de ser madre!

¡Cómo no sonreírle a la vida, si a pesar de este virus que ha quitado tanta vida, nos hemos mantenido libres de contagio a mi familia y a mí, a pesar de que muchas personas ya están escritas en los libros de la muerte!

¡Cómo no sonreírle a la vida si tengo unos amigos que valen oro porque a pesar de la distancia y los años sin vernos, nos hemos mantenido unidos y testificando, en amistad que cuando se solidifica en tu nombre, no hay nada, ni nadie que la rompa!

¡Cómo no sonreírle a la vida, si Dios me ha dado la gracia, fuerza, salud y fortaleza y los medios económicos, para continuar luchando por alcanzar uno de tantos sueños y metas que me he propuesto en mi vida, terminar mi carrera universitaria!

¡Cómo no sonreírle a la vida, si a pesar de los años y de los sinsabores que se vive en una relación, te das cuenta de que se puede creer en el amor y que hay personas que te demuestran a diario que eres especial y que puedes vivirlo intensamente sin temor a ser traicionado!

Y termino con estas citas bíblicas que nos hablan de la alegría y la felicidad:

Como nos dice San Mateo en el capítulo 13, v. 44: “El reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en el campo que, al encontrarlo un hombre, lo vuelve a esconder, y de alegría por ello va y vende lo que tiene y compra el campo”.

Salmo 4, 7: “Tu pusiste en mi corazón más alegría que la de tener trigo y vino en abundancia”.

Salmo 94, 19: “Cuando me vi abrumado por la angustia, tú me bridaste consuelo y alegría”.

 

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