Meditación | Maritza Coss
Cuaresma 2020 a Cuaresma
2021
Este mes se cumple un año de una pandemia que cambió nuestras
vidas, nuestro pensar y nuestras direcciones.
18 de marzo 2020, nuestro mundo cambió, en fracciones
de segundos.
La prensa recogía la noticia de que, al País, un
turista italiano nos trajo el COVID-19.
Nos obligaron a encerrarnos en nuestras casas,
suprimir los abrazos, los besos, y aislarnos para evitar contagiarnos. Refugiarnos en nuestros hogares era preservar
nuestras vidas y las de los demás.
Un pequeño Virus nos hizo caer en la cuenta de que
somos vulnerables todos por igual y que nada nos pertenece. Nos demostró que absoluto es Dios; que libre
y fuerte son el viento y el mar aun cuando se perciban apacibles y tranquilos.
El Virus nos hizo ver lo importante y valiosa que es
la salud, que la vida es don de Dios y que la pobreza, la riqueza, son estados
momentáneos de bienestar.
¡Muertes!, llantos, desvelos, Estrés, y escasez en los
hospitales; en medio de la tristeza, y dolor, médicos, enfermeras y personal de
la salud sobresalían por su trabajo... brotaron todas las carestías,
necesidades y descuidos de los centros de salud, así como la deficitaria
política de los gobiernos en detrimentos de los marginados.
La creatividad del hombre, la sensibilidad de algunos,
se hizo presente en las canciones, la música, la poesía, y todo tipo de arte.
En medio de la crisis, comer era una necesidad y en
los supermercados nos peleábamos por el papel sanitario, los huevos, el pan, y
los lugares en las filas.
La crisis nos hizo recordar la preferencia que debemos
tener por los niños, y los ancianos.
Por encima de los 60 años, se tenían algunos
privilegios y preferencias; se desvelaron las edades de muchos, ocultas por
temor a llegar a la ancianidad o perder la belleza de la juventud.
¿Qué aprendí de la crisis?
¿Cuándo y en qué momento pude ver a Jesús?
¿Cuándo actué como Él?
¿En mis acciones pude reflejar a Cristo vivo?
¿Qué gané? ¿Qué perdí?
¿Cuál ha sido mi crecimiento?
¿De qué tengo que arrepentirme?
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