domingo, 14 de marzo de 2021

El amor conyugal: "una sola carne"


Matrimonio y Familia | D. Julián Tavárez



El amor conyugal: "una sola carne" (amarse como Cristo y según Cristo)

El amor conyugal supone la entrega incondicional al otro más allá de contratos y sentimientos. Sí, el sentimiento y los afectos mueven a casarse. Sí, el compromiso se refleja en un contrato. Sin embargo, el matrimonio va un paso más allá: se fundamenta en la entrega y aceptación incondicional de la vida, y del cuerpo, de los contrayentes en un acto de total y absoluta libertad. Darse al otro implica renunciar a la propia libertad, no pertenecerse ya más.

San Juan Pablo II, en su encíclica, “familiaris consortio”, nos recuerda que Dios se ha servido del amor esponsal para revelar su amor hacia el pueblo elegido. Tanto el matrimonio como la virginidad, en su forma propia, son una concretización de la verdad más profunda del hombre, de su «ser imagen de Dios».

 

El hombre y la mujer, permaneciendo cada uno de ellos como personas singulares y completas son «una unidad-dual» en cuanto personas sexualmente distintas y complementarias

 

Pero de la primera, es decir, de la imagen del amor del hombre y mujer en el matrimonio se ha servido el mismo Dios para revelar su amor hacia el pueblo elegido, es decir, a Israel; y la segunda ha sido mostrada explícitamente en la persona de Jesucristo, el Hijo, haciendo presente al Dios “esposo” de su pueblo. Por eso el Papa Benedicto XVI, en su encíclica ¨Deus caritas es¨, acude a aquella –a propósito de la gran variedad semántica que el lenguaje atribuye a la palabra amor–, con el fin de acercarnos a la naturaleza y características del verdadero amor. «En toda esta multiplicidad de significados –dice el Papa– destaca, como arquetipo por excelencia, el amor entre el hombre y la mujer, en el cual cuerpo y alma concurren inseparablemente y en el que al ser humano se le abre una promesa de felicidad que parece irresistible, en comparación del cual palidecen, a primera vista, todos los otros tipos de amor».

El amor conyugal es un amor “comprometido”. Se origina y desarrolla a partir de una realidad que transciende y da sentido a la existencia de los esposos, como tales, en todas sus manifestaciones. Tiene una originalidad y unas características o notas que lo distinguen de otras formas de amor.

El Concilio Vaticano II  y la encíclica Humanae vitae señalan las de ser «plenamente humano», «total», «fiel y exclusivo», «fecundo» . Su autenticidad viene ligada necesariamente al respeto a la dignidad personal y a los significados del lenguaje de la sexualidad. Por el matrimonio se establece entre el hombre y la mujer una alianza o comunidad conyugal por la que «ya no son dos, sino una sola carne» (Mt 19, 6; cf. Gn 2, 24). El hombre y la mujer, permaneciendo cada uno de ellos como personas singulares y completas son «una unidad-dual» en cuanto personas sexualmente distintas y complementarias.

 

 

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