Espiritualidad Litúrgica |
Roberto Núñez, msc
g) Intercesiones
«Dan a entender que la
Eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia, celeste y terrena, y que
la oblación se hace por ella y por todos sus fieles, vivos y difuntos…»
(OGMR 79).
Arribamos al 2021 y abrigamos la firme
esperanza de que podamos regresar a la normalidad de nuestra vida cotidiana y
litúrgica. Y en nuestro recorrido por la Plegaria eucarística llegamos al
penúltimo de sus elementos, las Intercesiones.
Nos daremos cuenta que en cada celebración estamos orando con el todo de la Iglesia y con todos sus miembros
Dice el Misal que las intercesiones «dan a
entender que la Eucaristía se celebra en comunión con toda la Iglesia, celeste
y terrena, y que la oblación se hace por ella y por todos sus fieles, vivos y
difuntos, miembros que han sido llamados a participar de la salvación y
redención adquiridas por el Cuerpo y Sangre de Cristo».
Los elementos claves aquí son: “en comunión”
y el “todo”. Es decir, cuando una comunidad celebra la Eucaristía, no celebra
aisladamente, sino que está unida a la Iglesia, desde el momento inicial hasta
el último del futuro venidero. No celebramos aisladamente, por más distantes
que podamos encontrarnos, sea geográfica o temporalmente.
Cuando aquí se nos habla de “en comunión
con toda la Iglesia”, nos está diciendo que la Iglesia es una, como profesamos
en el Credo. Que cuando nuestros
hermanos de las primeras comunidades celebraron la Eucaristía, que cuando
nosotros celebramos hoy y que cuando celebren en los siglos venideros, es la
misma Eucaristía que nos invitó a celebrar Jesús.
Y en ese todo no hay nadie fuera,
independientemente lo hayamos conocido o que no lo conoceremos. Es ese todo del proyecto salvífico de Dios
que Jesús nos comunica. San Pablo nos habla de él “cuando todos seamos todo en
Cristo”.
Con frecuencia notamos que la gente está
muy afanada para que les mencionen sus difuntos en la Misa y creo que eso es
consecuencia de no haber llegado a comprender plenamente lo que significan las
intercesiones. Si logramos entenderlo, nos daremos cuenta que en cada
celebración estamos orando con el todo de la Iglesia y con todos sus miembros,
tanto de la tierra como del cielo, tanto del hoy como del ayer y el mañana. Y
con esto no estoy diciendo que no se pongan intenciones.
Dice el P. Aldazábal sobre las
intercesiones: «En la Plegaria Eucarística, desde la alabanza inicial brota
espontánea la petición, “las intercesiones” que en su segunda parte se hacen
por la Iglesia, por los oferentes y los que de alguna manera han sido
protagonistas de la celebración (bautizados, confirmados, esposos, ordenados,
difuntos)».[1]
Y el Catecismo afirma: «A la ofrenda de
Cristo se unen no sólo los miembros que están todavía aquí abajo, sino también
los que están ya en la gloria del cielo: La Iglesia ofrece el sacrificio
eucarístico en comunión con la santísima Virgen María y haciendo memoria de
ella así como de todos los santos y santas. En la Eucaristía, la Iglesia, con
María, está como al pie de la cruz, unida a la ofrenda y a la intercesión de
Cristo.
El sacrificio eucarístico es también
ofrecido por los fieles difuntos "que han muerto en Cristo y todavía no
están plenamente purificados" (Cc. de Trento: DS 1743), para que puedan
entrar en la luz y la paz de Cristo... Presentando a Dios nuestras súplicas por
los que han muerto, aunque fuesen pecadores,... presentamos a Cristo inmolado
por nuestros pecados, haciendo propicio para ellos y para nosotros al Dios
amigo de los hombres (s. Cirilo de Jerusalén, Cateq. mist. 5, 9.10)».[2]
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