martes, 20 de abril de 2021

Cuéntale a mi mano izquierda


Temas de Salud | Dra. Marcia Castillo





Cuéntale a mi mano izquierda

 

Debe ser difícil conjugar en el mismo ejercicio la fe y la psicología, en el devenir histórico la ciencia y la religión no es que hayan tenido precisamente las mejores muestras de amistad, no obstante, estamos asistiendo a un cambio sin precedente que se ha gestado en el último medio siglo y una muestra de ello es un reciente video donde una divulgadora hacia exactamente eso: maridar con maestría ambas cosas y comunicarlas con claridad impoluta.

 

En esta ocasión versaba sobre los  silencios que en algún  momento se debe asumir cuando se opta   por abrazar frontalmente la doctrina cristiana, uno de esos silencios reposa en MT 6, 3: “Que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu mano derecha”, la alegoría sencilla pero a la vez  aleccionante nos invita a ser generosos sin  esperar mérito a cambio, a reconocernos en el otro, a esa denominada  alteridad de la que ya los  psicólogos  han desplegado tesis  completas y que me parece un digno  ejemplo del amor silente y generoso, aquel que se entrega sin mayores aspavientos; después de todo vamos andando nuestra  vida completa  por la calzada de Emaús intentando reconocer como y a quien  tender

la mano, en una acción que no necesite regodearse y que a toda costa evite caer en la tentación de salir

con el altoparlante en mano, a amordazar el monstruo hambriento del ego, que no duerme, que no da tregua y que nos aleja de nosotros mismos con su susurro incesante y nocivo.

 

Pero quiero analizar otro costado de la conversación entre las manos ¡Mea culpa! porque los textos de medicina ¡me hacen hostigar mis queridos lectores! y un poco contradecir el versículo de Mateo, científicamente: “Es imposible que lo que haga la mano derecha no lo sepa la mano izquierda” y la razón se llama cuerpo calloso.

 

Tenemos dos hemisferios cerebrales y una dominancia hemisférica que es cruzada, quiere decir que si somos diestros quien domina es el hemisferio izquierdo y viceversa, pero evitemos divagaciones y vamos a la quintaesencia de esta armonía motora de la que gozamos los homínidos superiores gracias a las estructuras interhemisférica. Movimientos perfectamente articulados, de modo tal que lo que pasa del lado derecho se reproduce o se corresponde del lado izquierdo para lograr autonomía y armoniosidad, mi mano derecha sabe lo que hace mi izquierda porque el cuerpo calloso ya se lo ha contado en cuestión de milisegundos.

 

Existen casos en que una mano se maneja de manera autónoma y no le cuenta a la otra, a esto le conocemos como el Síndrome de la mano extraña, y ¿en qué consiste?

 

También conocido como “síndrome de la mano alienígena” o “síndrome del Dr. Strangelove”, se distingue por ocasionar en la persona que lo sufre todo tipo de movimientos involuntarios e incontrolados en una de las extremidades superiores.

 

Otra de las particularidades del síndrome es la sensación de extrañeza que la persona siente con respecto a dicha extremidad. Es decir, el paciente experimenta una personificación del brazo y de la mano, los cuales le parece que tienen vida propia.

 

Fue Kurt Goldstein en 1908 quien descubrió estos síntomas en pacientes que habían sido sometidos a una comisurotomía (ablación del cuerpo calloso). Esta intervención  era parte de los tratamientos para epilepsias muy graves, con el objetivo de evitar que dichos ataques se propagaran de un hemisferio cerebral a otro, cualquier injuria de cualquier índole puede debutar como un síndrome de la mano   alienígena, si  bien  son poco  los casos  y no existen tratamientos especifico, no  se trata de una afección  mortal  pero si en ocasiones resultan bastante bochornoso pues la mano puede actuar de manera no volicional, como un alienígena, alienándonos, como una  mano que  habla sin que le podamos silenciar  ni coordinar o como dijo  Shakespeare: “Mejor es ser rey de tu silencio que esclavo de tus palabras”. ADH 855

 

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