Vocacionales | P. Osiris Núñez, MSC
Juventud y fragilidad de la vida
En nuestra sociedad dominicana estamos viviendo una
realidad muy triste, dolorosa, y que está pasando desapercibida porque es una
realidad que se ha convertido en ordinaria. Me refiero a la cantidad de muertes
que se dan en nuestra sociedad, muertes principalmente por situaciones de
violencia, de manera especial en los más jóvenes. Nos preguntamos ¿Qué está
pasando? ¿Por qué todo esto? ¿Cómo es posible que la vida se pueda perder tan
fácilmente apenas empezando a vivirla?
Cada nuevo día es una nueva oportunidad para que sigamos potencializando el don que Dios nos ha dado, pues no sabemos ni el día ni la hora. Les invito a verlo así: un nuevo día es una nueva oportunidad de seguir creciendo y dando lo mejor de nosotros
Esta realidad responde a una manera de pensar que ha
ido evolucionando y calando en la juventud en los últimos años. La vida es una
y hay que vivirla al máximo, no hay que pensar en el mañana, lo importante es
pasarla bien, satisfacer mis necesidades, placer, etc. Así se ha ido perdiendo
el valor de la vida, porque esta se acaba, y si se acaba tarde o temprano,
tenemos que pasarla bien al máximo, para que después no digan: “pobrecito/a no
disfrutó la vida”. Entonces se asume que disfrutar la vida es vivir de los
placeres, una vida light, suave, sin pensar en el futuro porque lo que importa
es el ahora.
Hay una cosa cierta en esta manera de pensar y de
asumir la vida: la vida es una y hay que vivirla, pero hay que agregarle algo
más: que hay que saberla vivir bien, porque como dice la Carta de Santiago
4,14: “Pero ustedes no saben lo que será el mañana. ¿Estarán con vida todavía?
Pues no son más que humo que se ve por unos instantes y luego se disipa”. O
también como dice un filósofo: “desde que se nace se es lo suficientemente
viejo para morir”. Por esta razón debemos ver que cada nuevo día es una nueva
oportunidad para que sigamos potencializando el don que Dios nos ha dado, pues
no sabemos ni el día ni la hora que el mismo Dios nos tiene a cada uno. Por eso
les invito a que lo veamos de esta manera: un nuevo día es una nueva
oportunidad de seguir creciendo y dando lo mejor de nosotros para los demás.
Y sobre todo que profundicemos en esta dimensión de regalo
y don de Dios para que obremos bien y evitemos el mal. Es esencial para la
realidad que vivimos y que al principio resalto. Se trata de tomar conciencia de
que la vida es un don un regalo recibido de Dios nuestro Padre, no para que la
vivamos como si se fuera a terminar mañana y tenemos que llevarnos el mundo por
delante, no, así no; sino tomar conciencia de que este regalo o don que Dios me
ha concedido es para que yo como persona, pueda desarrollarlo y potencializarlo
para el bien de los demás, para el bien de toda la sociedad. ¡Qué bonito y
constructivo cuando la juventud asume esta manera de ver la vida y se
compromete y esfuerza por prepararse, asumir las responsabilidades con
seriedad, sabiendo que el futuro se va construyendo con lo que hacemos en el
día a día! Que cuidando la creación de Dios en todas sus dimensiones hacemos
posible que el don de la vida que Dios nos da se pueda realizar plenamente.
Muy diferente a cuando asumimos la vida como un tiempo
que pasará pronto y hay que hacer todo y de todo, no hay reglas, todo está
permitido, no importa lo que haga y quien le haga, porque lo importante es
gozar al máximo. Pierdo el respeto por mi propia vida y por la vida de los
demás. Miremos un ejemplo, sin querer acusar o condenar: un jovencito que se
dedica a andar a alta velocidades, calibrando una motocicleta. Se mata él o
puede matar a otro. Y qué decir de la delincuencia? Hago lo incorrecto, no
importa matar a una persona o que maten a mí. ¡Dios mío, donde está muestra
mente! Qué triste cuando tenemos que llorar y sufrir las consecuencias de esta
manera de pensar y vivir.
Como cristianos, tenemos el reto: jóvenes, la vida es
un regalo, un don que Dios nos da para que podamos desarrollarnos plenamente
como personas, haciendo sobre todo el bien y evitando el mal. ADH 803
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