Ecología del Espíritu | José Cristo Rey García Paredes
La imagen del buen-bello Pastor
Dios nunca dijo que los líderes de su pueblo
debieran ser ganaderos o vaqueros. Al contrario, Dios se refiere a su pueblo
como rebaño y a sus líderes como pastores. Los pastores están siempre junto al
rebaño. El rebaño necesita siempre la presencia de su pastor. Sin el pastor,
las ovejas se dispersan… se pierden… entran en el caos… enferman y mueren. La
Palabra de Dios escogió la imagen del pastor para hablar del liderazgo:
Porque esto dice el Señor Dios: «Yo mismo buscaré
mi rebaño y lo apacentaré. Como recuenta un pastor su rebaño cuando está en
medio de sus ovejas que se han dispersado, así recontaré mis ovejas y las
recogeré de todos los lugares en que se dispersaron en día de niebla y
oscuridad” (Ez 34,11-12).
El Pastoreo compartido y colaborativo
A pesar de sus defectos, Dios escogió a David -que
ya tenía la experiencia de pastor- para trasladar esa experiencia al “pastoreo”
– liderazgo- de su pueblo:
“Yo te he tomado del aprisco, de detrás del rebaño
para que seas príncipe sobre mi pueblo Israel…” (2 Sam 7,8-11). “Yo mismo
buscaré mi rebaño y lo apacentaré. Como recuenta un pastor su rebaño cuando
está en medio de sus ovejas que se han dispersado, así recontaré mis ovejas y
las recogeré de todos los lugares en que se dispersaron en día de niebla y
oscuridad” (Ez 34,1-12).
Ser líder según “el modelo” Jesús, según el
“corazón de Dios”
“Apacentad la grey de Dios que se os ha confiado,
gobernando no a la fuerza, sino de buena gana según Dios; no por mezquino afán
de lucro, sino de corazón; no como tiranos sobre la heredad del Señor, sino
haciéndoos modelo de la grey. Así, cuando se manifieste el Pastor Supremo,
recibiréis la corona de gloria que no se marchita” (1 Ped 5,1-4)
El pastor permanece con su rebaño, lo rescata del
peligro, le da un lugar donde recibirá todo lo que necesite y esté seguro. Ser
pastor es más que ser un simple líder: es cuidad, proteger, proveer. Por eso,
el pastor atiende de una manera muy especial a los más pobres, a los enfermos,
a los necesitados… como hacía Jesús.
Todo “pastor” o “líder” -en cualquier nivel que se
encuentre (religioso, eclesial, político, empresarial, familiar…) está ahí en
nombre de “Supremo Pastor”. A través de ello, quiere Dios dirigir a su Pueblo,
a su humanidad:
No estamos hablando del “pastor” solo en clave
masculina. La Iglesia ha tenido en su tradición la inspiración de hablar de
María como la “Pastora”… y los artistas la han representado también así. Ella
ejerció y ejerce un liderazgo que se insinúa en la aceptación de su
vocación-misión, en su canto del Magnificat, en su presencia en las bodas de la
Alianza, cuando es la primera que está “junto a la cruz” y recibe la misión de
una nueva maternidad, cuando sobresale en el grupo de Pentecostés o es
presentada como la antagonista apocalíptica del Dragón. Hoy también reconocemos
que el don del “pastor-líder” encuentra en hombres y mujeres excelentes
representantes.
¿De todo el rebaño o de partido?
El pastor o la pastora según el corazón de Dios no
se cree autosuficiente. No se piensa a sí mismo como propietario de la verdad.
No divide la realidad entre buenos y malos, veraces y mentirosos. Busca que se
constituya “un solo rebaño bajo un solo pastor”.
Nunca como ahora, la humanidad, la política, la
economía, la religión, la Iglesia, los diversos grupos eclesiales, necesitamos
líderes según el corazón del Buen Pastor. Hay entre nosotros demasiados grupos
enfrentados, demasiadas mini-dictaduras. Cuando los líderes no son el reflejo
del Único y Buen Pastor, todo se disgrega. “Tengo otras ovejas que no son de
este redil… las tengo que llamar”.
No valen los liderazgos “personalistas”,
excluyentes, autosuficientes. Este domingo cuarto de Pascua nos llama a
“liderazgo colaborativo”, al “liderazgo incluyente”. No es cuestión de
conseguir más votos… sino de conseguir entendernos. El Espíritu de Dios inspiró
a Ezequiel una terrible profecía contra los líderes-pastores de Judá, que hoy
tiene plena vigencia:
“Estoy contra los pastores: reclamaré mi rebaño de
su mano y les impediré pastorear a mis ovejas para que los pastores no vuelvan
a apacentarse a sí mismos. Libraré mi rebaño de su boca y nunca más les servirá
de alimento”» (Ez 34,9).
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