lunes, 19 de julio de 2021

Comunión con Dios y pobreza evangélica


Rincón de la Palabra | Ángela Cabrera, mdr



Comunión con Dios y pobreza evangélica

 

Si nos preguntamos qué cosas son necesarias para mantener la comunión con Dios es posible que nos encontremos con la escancia de la pobreza. Pero ¿de qué pobreza se trata? Ciertamente no es aquella que peligra la dignidad humana promovida por el actual sistema que nos arropa violentamente. No es la pobreza que sufren los humildes por carecer lo indispensable para vivir respetuosamente.

 

¿Cuál es esta pobreza? Para identificarla iniciemos describiendo algunos elementos indispensables para mantener la comunión con Dios o mantener la consciencia de su presencia. Cuando se ha identificado a Dios como centro y origen de la vida, cuando se hace opción de vivir conforme a su gracia, entonces comenzamos a oler el verdadero sentido de la pobreza.

 

Hay un único modelo extraordinario que nos concretiza la escancia de lo que buscamos transmitir. El Jesús pobre de Nazaret. En una pequeña aldea, Belén, comienza a gestarse la innovación divina que marca la diferencia. Una familia en camino, pero constituida, un pesebre humilde, pero con visitas solidarias, animales y sonidos que recuerdan la creación como el adorno más hermoso de nuestra morada.

 

En el pesebre de Belén nada sobra y todo tiene un sentido. María, por estar vacía de sí misma se llena de Gracia. José, por abandonar el orgullo patriarcal se repleta de justicia. El niño, por no reclamar nada de lo indispensable para sostenerse y permanecer, se convierte en paradigma de la humanidad deseada por Dios. Los reyes, en su disponibilidad para el encuentro, recuerdan que hay alguien mayor que nosotros, a quien debemos adorar…  

 

La familia de Nazaret nos indica que, participar de la vida divina son necesarios: intimidad y obediencia a Dios; acogida de sí mismo como proyecto Soñado. Son indispensables los lazos interpersonales permeados de solidaridad, así como el amor a la creación y el compromiso por preservar la vida.

 

Si actualmente nos preguntásemos: ¿qué cosas serían necesarias para mantener la comunión con Dios? La respuesta sincera nos lleva a podar las ramas que van tomando vitaminas de nuestro tronco. Nos incita a sacudir el polvo de nuestros pies, aquel que se ha ido pegando en el camino. Nos provoca repartir equipajes que se tornan cargas inútiles y pesadas. Una respuesta sincera nos anima a quitar las máscaras que a lo largo de la vida cubren la propia identidad. Preguntarnos por qué y para qué sobre las pertenencias y posesiones ayuda a identificar las cosas importantes para Permanecer en Dios y aquellas que son justificadas, pero no necesarias. Desapegarnos no es fácil, pues los apegos son seductores. Pero caminar hacia la transparencia en Dios nos puede colmar de una plenitud y libertad indescriptibles. Quedarse vacío para llenarse de Dios es un don y una tarea. Que Dios nos premie para desear intensamente que su Gracia sea nuestra belleza. ADH 775


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