Peregrinando a campo
traviesa | Manuel Pablo Maza Miquel, S.J.
Cuatro Alejandros
ayudan a comprender
la sociedad rusa del siglo XIX
El Congreso de Viena
(1815) intentó arreglar el mapa de Europa redibujado por Napoleón. Entonces,
Rusia se sentó por primera vez en la mesa de las potencias con traje largo, la
servilleta al cuello, empuñando cuchillo y tenedor para repartirse el pastel
político europeo.
El Zar Alejandro I (1801 –
1825) había pactado con Napoleón (Tilsit, 1807) y luego él y sus generales
enero y febrero lo derrotaron (1812). Fue Alejandro I quien propuso la Santa
Alianza entre potencias cristianas: Prusia, Rusia y el Imperio Austro Húngaro
para contrarrestar la influencia de las ideas revolucionarias, nacionalistas y
liberales. No buscó vengarse de Francia, pero sí que le regalaran Polonia,
muerta resucitada por Napoleón.
Hacia 1850, Rusia era una
sociedad atrasada donde persistían formas de organización social típicas de la
Edad Media: servidumbre y producción artesanal rudimentaria. No se veían
chimeneas industriales por ningún lado.
Alejandro II (1865 – 1881)
liberó los siervos en 1861, todavía encadenados a la tierra y la nobleza. Rusia
no era atrasada por tener siervos. Baste recordar que la esclavitud fue
suprimida plenamente en los Estados Unidos en 1865; en Cuba, 1886 y en Brasil,
en 1888. Rusia era atrasada, porque el Zar era sagrado y su gobierno
reaccionario, capaz de ahogar en sangre cualquier disenso o revuelta, como experimentaron
los polacos varias veces, los nihilistas y anarquistas. En la superficie rusa
pareciera reinar la paz, pero Alejandro II murió asesinado.
Su sucesor, Alejandro IIII
1881-1894, era un autócrata contrario a todo tipo de gobierno parlamentario y a
la secularización de la educación. Los zares gobernaban sin oposición
significativa, porque era presentado como el padre de los campesinos en una sociedad
rural (80%), tradicional y profundamente religiosa. Los zares reprimieron el
catolicismo de los pueblos sometidos (polacos y lituanos), los nacionalismos y
miraron para otro lado cuando los judíos fueron masacrados en pogromos.
En diciembre de 1887, un
brillante joven, oriundo de Simbirsk junto al Volga, no pudo proseguir los
estudios de leyes en la universidad de Kazán por haberse sumado a las
protestas. Además, en mayo, su hermano Alejandro había sido ejecutado por
pertenecer a una fracasada conspiración para asesinar a Alejandro IIII. El
muchacho se llamaba Vladimir Ilich Ulianov, la historia lo recuerda como Lenin.
Ex profesor asociado de la
PUCMM
Manuel Pablo Maza Miquel,
S.J./mmaza@pucmm.edu.do
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