Fe y Vida | Juan Manuel Pérez
El testimonio de los
seglares
La renovación de la iglesia pasa a través
del testimonio ofrecido por la vida de los creyentes con su misma existencia en
el mundo.
(Porta Fidei, 5).
Primero vengan y vean y después vayan y anuncien. Son los dos momentos
característicos de la fe cristiana. La fe comienza con el encuentro con Cristo
y con la adhesión gozosa a lo que se ha visto y oído. La fe cristiana no es
obra de una elucubración personal, sino la aceptación del mensaje recibido. Tanto
a nivel personal como comunitario, la formación de la conciencia de los fieles
es una exigencia permanente en la vida de la iglesia a través de la escucha
atenta de la palabra de Dios en contacto con Jesucristo, el autor de nuestra fe,
a través de los sacramentos. Eso significa vengan y vean.
Pero la
vivencia cristiana no termina en la sacristía ni en las celebraciones dentro
del templo, porque la iglesia no es un grupo endógeno de personas, que actúa
para captar nuevos miembros y seguir viviendo, sino una congregación de hombres
y mujeres que han aceptado el estilo de vida de Jesús y con su presencia en el
mundo y su testimonio de vida abre nuevos horizontes en la convivencia humana sin
exclusión ni injusticia. La razón de ser de la iglesia es el apostolado como
expresa el segundo momento vayan y anuncien.
Ambos
momentos, la formación de la conciencia cristiana y el testimonio de vida, están
en mutua dependencia. No se da el uno sin el otro.
El testimonio de los seglares.
El
campo propio del apostolado de los seglares es el vasto y complejo mundo de la
política, de lo social, de la economía, de la cultura. Los seglares, cuya
vocación los coloca en el corazón del mundo y al frente de las más variadas
tareas temporales, ejercen una forma singular de evangelización a través de su
testimonio de vida (cf EN 70).
En
consecuencia, la vida espiritual (la vivencia de la fe) de los seglares no se
encierra en la sacristía, sino que debe tener en cuenta las responsabilidades inherentes
a su estado de vida y a su actividad valorando la pericia profesional, el
sentimiento familiar y cívico y las virtudes que exigen las costumbres
sociales, como la honradez, el espíritu de justicia, la sinceridad, la
delicadeza, la fortaleza de ánimo, la solidaridad (cf AA, 4).
Es imprescindible
que los seglares tomen como obligación suya la restauración del orden temporal
(cf AA, 7). Es decir, la vivencia de la fe no se limita a asistir a misa y a
participar en procesiones, sino que debe manifestarse en la manera de entender
y llevar la vida diaria.
Vamos a soñar por un momento. Damos por supuesto
que la marcha de la historia, de la sociedad y del orden internacional no es
efecto del azar o del destino ni tampoco de la acción directa de Dios, sino que
es la consecuencia del comportamiento de los seres humanos, de hombres y
mujeres. Es obra de todos, aunque quizás influya más la acción de los que
tienen poder. Imaginemos que las parejas, esposo-esposa, padre-madre, que se
confiesan cristianos, viven con fidelidad el compromiso del matrimonio; imaginemos que un profesor creyente
toma en serio la educación de sus alumnos; imaginemos que un empresario, que
dice católico, da más importancia al trato y a la retribución de sus empleados
que a la obtención del lucro; imaginemos que un gobernante, que dice ser
creyente, desempeña sus funciones, no pensado en el enriquecimiento personal, sino
con el deseo de servir al bien de todos los ciudadanos; imaginemos, en fin, que
todos los que se confiesan cristianos, actúan en sus quehaceres y actividades coherentemente
con la fe. Tendríamos en mundo muy distinto del que conocemos.
Es
urgente que los fieles laicos tomen conciencia de que el testimonio de vida es tarea
que les compete a ellos de una manera especial. Hablando en general, pues
siempre hay excepciones, en la mente de los fieles el apostolado es asunto
exclusivo de los clérigos y se limita a atraer gente a los actos de culto. Últimamente
se han creado nuevos ministerios para los laicos (catequistas, ministros de la
eucaristía, presidentes de asamblea, diáconos permanentes, ...) que es un paso
hacia delante, sin duda, pero se trata de ministerios en tareas intraeclesiales.
De alguna manera se les mete en el ámbito clerical.
Anuncio explícito de Cristo. El apostolado
del seglar no termina con el simple testimonio, sino que debe conducir al
anuncio de Cristo como salvador. San Pedro pide a los fieles que estén preparados
para dar respuesta a quien les pida razón de su esperanza (1 Pe 3,15). En un
mundo como el nuestro, donde abunda la injusticia, la exclusión, el desprecio
de la dignidad humana, el comportamiento del cristiano dentro de la familia, en
la actividad económica, en el desempeño de la profesión o en un cargo político llamará
la atención y, de una u otra forma, serán cuestionados de por qué no viven como
todo el mundo. Y es entonces cuando podrán dar la razón de su comportamiento y
explicar que su actitud ante los problemas de la vida es consecuencia de la fe
en Cristo salvador. Podemos imaginar la cantidad de preguntas que recibirán los
seglares, los comentarios cínicos contra la iglesia que oirán a diario y los argumentos,
aparentemente científicos, contra la fe, contra la religión y la moral católica
que los jóvenes universitarios tendrán que oirán y que en muchos casos no
sabrán responder. Actualmente, debido al cambio de mentalidad, la fe está
sometida a una serie de cuestionamientos a los cuales la mayoría de los fieles
no puede responder. Aquí se echa de menos una instancia a la que puedan acudir
para exponer las dificultades que encuentran para dar razón de su fe y de su
comportamiento cristiano.
Les
dejo unas preguntas de Paulo VI cuya respuesta, si es sincera, servirá de test
para conocer la sinceridad de nuestra fe cristiana. Pienso que la respuesta a
esas preguntas es hoy más necesaria que cuando las formuló el papa. ¿Qué eficacia tiene en nosotros la energía
escondida de
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