Familia | Jessica Urribarri* para ADH
Trabajo
vs hijos: el costo que pagamos los padres trabajadores
Cuando nos establecemos metas personales, lo hacemos desde el punto de
vista de conseguir logros profesionales, económicos, sentimentales, entre
otros, que nos den bienestar y llenen nuestro tanque de satisfacciones propias.
Sin embargo, cuando llegan los hijos, vemos pospuestas algunas de estas
metas, o en el peor de los casos, sacrificamos el tiempo en familia, con
nuestros hijos, por la persecución de esos logros personales o simplemente por
el hecho de tener y mantener un estatus de vida acorde con nuestras necesidades
familiares.
En mi caso, madre soltera de una pequeña niña, migrante, profesional y
con muchos sueños aun por lograr, me tocó resumir mi vida en una maleta y salir
de mi país con mi mamá y mi hija, buscando para nosotras un futuro mejor, con
calidad de vida.
Siempre pensé que cuando fuese madre, tendría un empleo de medio tiempo
para poder dedicar mucha atención a mis hijos para que no fueran criados por
otros y dejar de ser yo, parte de su entorno. Pero mi realidad fue otra, al
asumir ser madre soltera y tener que salir de mi país para poder tener un mejor
ingreso que me permitiera la manutención de mi familia.
Pero eso no solo representó un reto a nivel personal, sino un sacrificio
del tiempo en familia y de designar la crianza de mi hija en mi madre, que,
aunque es una fortuna que ella le dedique su tiempo y esfuerzo, es una
desventaja para mí, pues al no poder dedicar el tiempo que requiere un infante
para su crianza, los signos de desapego de mi hija hacia mí, son visibles.
Esas señales se hacen notables en el día a día, puesto que ella busca la
señal de aprobación de mi madre antes que la mía y su primer abrazo es para
ella. Y cómo no serlo, si mi madre pasa casi el 60% del tiempo con ella,
mientras yo trabajo para ellas.
Y no son celos, no. Tampoco es envidia. Pero sí me gustaría que esas
miradas de su búsqueda de aprobación fueran conmigo y, en primer lugar, todo
fuera para mí. No obstante, esta es la consecuencia del sacrificio que hacemos
los padres por nuestros hijos para darle bienestar, educación, alimentación y
estabilidad.
Estoy segura que en mejores manos no podría estar mi hija. Soy
afortunada de tener a mi madre con vida y por esto le doy gracias a Dios, porque
cuento con su apoyo y amor para la crianza de mi hija.
Muchos se preguntarán… ¿dónde está su papá? Pues en Venezuela. Trato de
fomentar una buena relación padre-hija, porque, aunque la nuestra no haya
funcionado, eso no quiere decir que la de ellos no sea funcional. Pero la
situación de ese país, entre otras razones, no permite que se vean con
frecuencia, más que la que permiten los dispositivos inteligentes.
Mi problema no radica en mi incapacidad por querer a mi hija, sino en mi
inhabilidad porque ella sienta que le estoy dando tiempo de calidad, lo que
creo que está repercutiendo en su conducta. A pesar de esto, no bombardeo a mi
hija con esos “sí a todo” siendo permisiva o con regalos para compensar mi
ausencia, solo trato de enseñarle lo que, a mí, en mi infancia, me enseñaron
mis padres y mis abuelos.
Ser madre es un trabajo a tiempo completo y cuando salimos a trabajar,
surge la dificultad de alinear la crianza con las horas laborales, por lo cual
a muchas, como es mi caso, nos toca ser madres ausentes, sin embargo, trato de
vivir mi maternidad tan cerca de Ainhoa como pueda para que tenga una infancia
feliz.
Ella, a sus cuatro años, es una niña vivaz, con una inteligencia que te
deja perplejo, que dice ser feliz y a quien yo trato, por todos los medios posibles,
darle alimentación, vestido, educación y recreación, para que crezca
emocionalmente estable.
Si algo es cierto en este mundo es que un hijo cambia tus prioridades en
la vida y buscar ese equilibrio entre la crianza y el trabajo es un reto a conseguir,
tomando en cuenta que se debe combinar con el tiempo libre y con el de los
quehaceres del hogar.
Tener un empleo con horario flexible y de vez en cuando tener trabajo en
casa, sería una fantástica idea que pudiera favorecer, en mi caso, pasar un
mayor tiempo con mi hija. Sin embargo, la circunstancia es otra y nos toca
adaptarnos y hacerlo con lo que tenemos.
En conclusión: a pesar que soy una madre ausente, sé que mi sacrificio
será recompensado. Estoy segura que mi hija está en buenas manos, que trato de
darle tiempo de calidad, cocinarle lo que le gusta cuando podemos comer juntas,
hacer todo mi esfuerzo porque sea feliz y llevarla por el camino del bien de la
mano de Dios, mientras la vida me lo permita.
Y es que, como dijo el
científico Albert Einstein, "la palabra progreso no tiene ningún
sentido mientras haya niños infelices".
*Jessica es Periodista,
madre de Ainhoa Isabella, es venezolana viviendo en República Dominicana
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