Humanismo Integral | Lic. Audy Sánchez/ADH
Seamos rayos de luz que ayuden vidas
De la misma manera que los rayos de sol transmiten
energía para favorecer nuestro Planeta, generalmente, también hay seres humanos que reflejan rayos de energía positiva a sus semejantes, contribuyendo a la Humanidad.
Aunque distinto al sol, los rayos de calor o energía que compartimos los humanos no dependen de una hora en específico ni un lugar en especial, por ejemplo, salir de casa para tomarlo. Puedes estar a miles de kilómetros, pero una simple llamada, por ejemplo, de un padre a un hijo o viceversa, puede traer esa luz.
Dichos rayos los transformamos en amor, alegría,
unidad, ayuda, felicidad y comunicación, y a la vez podemos llevarlos a nuestras
familias, así como a los enfermos, presos, etcétera; esto sin importar lo remoto u oscuro que esté cualquier lugar donde este haga falta...
Esa energía que transmitimos los humanos no
necesariamente debe estar asociada a la presencia o ausencia de luz, ya que
hasta con los ojos cerrados podemos sentirla en lo más profundo de nuestro ser,
así mismo otra gran ventaja es que puede ser compartida, contrario a la radiación del sol.
Así mismo, la energía solar puede mejorar varias
partes de nuestro cuerpo, tales como, disminuir la presión sanguínea, el incremento a
la respuesta inmunológica, reduce la incidencia de infecciones respiratorias y baja
el colesterol de la sangre, en cambio la exposición prolongada también puede
afectar nuestro cuerpo, como en quemaduras, cáncer de
piel, cataratas y envejecimiento prematuro de la piel.
Pero, la energía o rayos de luz efectuado por nosotros juega un papel inverso a lo anteriormente dicho: a más prolongación
más beneficios, a menor exposición menos aprovechamiento, ¿Y por qué?, es
simple, alguien que se exponga constantemente al afecto humano, a su calor, sus
buenas vibras, sus agradables emociones, solidaridad o su amor conmensurado disfrutará
de una vida, por lo menos, mejor llevadera.
Ambas energías son indispensables para la vida,
pero solemos olvidar esa luz que está en cada uno de nosotros y la sustituimos colocando
la lámpara debajo de la mesa, volviéndonos más inhumanos. Así que nuestra energía
positiva siempre debe ahí, bien cerquita de nosotros, para poder compartirla con todos, aun
no mereciéndola.
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