Meditación | Sandy Yanilda Fermín
El tren de la Vida (segunda parte)
Cuando despedí a mi hija en aquél viaje en tren, tenía la plena seguridad que, al volver, llegaría con una alegría y seguridad en sí misma, que solo Dios y el tiempo, pueden conspirar con el universo para que eso suceda. Ella llegó y duró horas contándome de cómo se unió a esos compañeros de diferentes países, como se sintió apoyada, comprendida y lo más importante, feliz de haber conocido esos amigos que marcaron su vida para siempre.
Y mientras me relataba su historia,
le recordé el Tren de la Vida, la parada que hizo en ese lugar hermoso del
mundo y como tuvo que retomar un nuevo tren, para volver a su país, despedirse
de sus amigos, añorarlos y extrañarlos. Eso es amistad verdadera y sincera. Como diría una amiga, la distancia afianza
lo lindo de la amistad.
Recientemente en mi comunidad nos pasó
algo igual, despedimos a una servidora del Señor, que se iría a otro país, a
otro puerto y ver la nueva misión que Dios le tiene en ese lugar.
Despedir a nuestra amiga, fue ver
todo lo bueno y bonito que aprendimos de ella. Los lazos fuertes que hicimos en busca de cumplir el plan perfecto que
Dios nos encomendó. Las horas largas de trabajo junto a una hermana, con la
cual se compenetró mucho, las ideas encontradas, unas fotos tomadas con esmero
y un recuerdo duradero.
El Tren de la Vida le tocó, y que
bueno que es para encontrar un nuevo puerto donde Jesús la espera con los
brazos abiertos y donde sus ideas y pensamientos resuenan con viva voz, como lo
hizo Dios, al realizar nuestra misión.
Wow Belkis Astacio, cuántos momentos inolvidables dejaste en nuestras
vidas, en nuestra capilla, en las niñas de la danza, en nuestra comunidad.
En cada proyecto, ponías tu mayor esfuerzo, tu mayor disposición, tu mayor
sacrificio.
Nos tocó más que nadie en el mundo,
ver ese sí y esa dulzura que hay en ti para entregarte. Sólo con una mirada de
humildad, se hizo tanto en tan poco tiempo. Te ganaste nuestro respeto, nuestro
cariño.
Cuántas enseñanzas, cuántas
alegrías, cuántas vivencias. Al verte partir en ese tren, pensamos en el
propósito que tiene Dios para cada uno de nosotros. Gracias por todo lo bueno
mi Dios, gracias por su vida, gracias por hablarnos a través de ella, gracias
por tu presencia, gracias por esa brisa suave que sentíamos cuando nos dabas tu
respuesta a nuestras plegarias. Gracias por tu belleza, sin ti, nada de lo que
nos sucedió, hubiera sido posible. Gracias por su amistad.
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