Espiritualidad | Gelsomino del Guercio
Los 15 beneficios
prometidos por la Virgen a quien reza el Rosario
Este es el contenido de las revelaciones al monje
dominico Alan de la Roche
Las quince promesas de la Virgen a quien reza el Rosario, las recoge el
padre Livio Fanzaga con Saverio Gaeta en Il Santo Rosario. La
preghiera che Maria desidera (El Santo Rosario. La oración
que María desea, Sugarco edizioni)
El codificador más importante del Rosario fue el monje
dominico Alan de la Roche, que murió en 1475 y
está considerado el apóstol de la devoción por el Rosario en varios países
de Europa.
En sus memorias, Alan narra que recibió directamente de la Virgen quince
promesas válidas para todos los devotos del santo Rosario, aún hoy de gran actualidad y que manifiestan la intensidad del amor
que la Virgen siente por todos nosotros.
Primera promesa
«A todos los que recen devotamente mi Rosario,
prometo mi especial protección».
Es una garantía que la Virgen ha repetido muchas veces, y que
recuerda la antigua oración Sub
tuum praesidium (Bajo tu amparo nos acogemos).
Segunda promesa
«El que persevere en el rezo de mi Rosario recibirá
gracias poderosísimas».
Tercera promesa
«El Rosario es un
arma poderosa contra el infierno:
destruirá los vicios, librará del pecado y abatirá las herejías».
Se trata de una promesa muy particular: aunque no se nombra a Satanás,
se habla de la lucha contra el infierno.
Cuarta promesa
«El Rosario hará florecer de nuevo las virtudes y
las obras buenas, y obtendrá a las almas la más abundante misericordia de
Dios».
Esto nos impulsa a comprender que el Rosario
rezado con María hace florecer en nosotros la vida y la imagen
de la Virgen.
Quinta promesa
«El que confíe en mí rezando el Rosario no será
oprimido por las adversidades».
Satanás por una parte nos persigue y por la otra nos seduce,
utilizando siempre su arma más insidiosa que es el desánimo. María se pone
a nuestro lado y nos asegura que el que reza el Rosario encontrará siempre
cerca su corazón maternal, dispuesto a sostenernos y a ayudarnos.
Sexta promesa
«Quien rece el Rosario meditando sus
misterios no será castigado por la justicia de Dios: se convertirá si es
pecador, crecerá en gracia si es justo y será hecho digno de la vida
eterna».
Con estas palabras se subraya que el Rosario traza una vía de
santidad porque, rezado con María, hace que seamos guiados por ella. La
Virgen ilumina el camino.
Séptima promesa
«Los devotos de mi Rosario, en la hora de la
muerte, no morirán sin sacramentos».
Viene a la mente una página de san Alfonso María de Ligorio, en su
obra de arte “Las glorias de María“, donde se dice que en el momento de
la muerte, cuando los demonios se coaligan en el intento de llevar el alma
a la desesperación, la Virgen debe ser invocada en la oración.
Octava promesa
«Los que rezan mi Rosario
encontrarán, durante la vida y en la hora de la muerte, la luz de
Dios y la plenitud de sus gracias, y participarán de los méritos de
los bienaventurados en el paraíso».
Novena promesa
«Cada día libraré del purgatorio a las almas
devotas de mi Rosario».
Por varias revelaciones privadas, en las que la Virgen se presenta
como Reina del purgatorio y Reina de las almas purgantes,
sabemos que la Virgen ha obtenido de Dios gracias especiales al respecto.
Décima promesa
«Los verdaderos hijos de mi Rosario
gozarán de una gran gloria en el cielo».
¿De qué gloria está hablando María? De la gloria de la que está
revestida ella misma, haciendo reflejar en ellos su propia imagen, su propio
fulgor.
Undécima promesa
«Todo lo que se pida mediante el Rosario
será obtenido».
Es la promesa de la intercesión más plena,
que comprende en particular la gracia de la conversión.
Duodécima promesa
«Los que propaguen mi Rosario serán socorridos
por mí en cada una de sus necesidades».
Una referencia que podría referirse por ejemplo a los misioneros y
misioneras que se empeñan de varias formas para difundir esta devoción, creando
confraternidades, animando grupos de oración, difundiendo los rosarios.
Décimo tercera promesa
«He obtenido de mi Hijo que todos los
devotos del Rosario tengan como hermanos en la vida y en la hora de la
muerte a los santos del cielo».
María, lo sabemos, es la Reina de todos los santos, y en el momento de
la muerte, ella misma viene con todos los santos para hacernos partícipes de su
comunión.
Décimo cuarta promesa
«Los que reciten mi Rosario fielmente serán todos
hijos míos amadísimos, hermanos y hermanas de Jesús».
Rezando el santo Rosario nos profesamos hijos de María. Por ello
ella se manifestará a nosotros como Madre y así tendremos un lugar especial en su
corazón maternal y bajo su manto.
Décimo quinta promesa
«La devoción a mi Rosario es un gran signo de
predestinación».
Ninguno de nosotros está seguro de ir al paraíso o al purgatorio,
aunque obviamente todos esperamos no ir al infierno.
Publicado por Aleteia
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