Fe y Vida | José Calderero de Aldecoa/A&O
El inventor del cine
que no quiso serlo
El sacerdote burgalés Mariano Díez Tobar, prolífico
inventor, presentó su proyecto de cinematógrafo en 1892, tres años antes que
los hermanos Lumière
Murió en 1926, pero, si todavía estuviera vivo, el
sacerdote paúl Mariano Díez Tobar probablemente habría rechazado el título de
inventor, profesión que se conmemora este martes, 9 de noviembre, Día Internacional del Inventor. «Él ante todo se
reconocía como sacerdote y como misionero», asegura el también paúl Santiago
Barquín, uno de los estudiosos de la figura de su hermano de congregación. De
hecho, «su gran preocupación fue la formación. Quería que la ciencia y su
progreso sirvieran para formar a las personas, y todos los aparatos que
desarrolló tenían este propósito», añade Barquín en una conversación con Alfa y Omega que se produce precisamente en una de
las casas –situada en la calle García de Paredes, de Madrid– por las que pasó
Díez Tobar.
Pero lo cierto es que el burgalés –nacido en
Tardajos el 21 de mayo de 1868– creó tal cantidad de artilugios que el
calificativo de inventor le viene como anillo al dedo. «Diseñó, por ejemplo,
una máquina de escribir a la que le hablabas y ella transcribía lo que le
dictabas. Hoy esto es un aparato común, pero estamos hablando del siglo XIX».
Incluso la marca Olivetti se interesó por este invento y llegó a contactar con
el sacerdote. «También desarrolló un reloj con el segundero continuo, un
aparato para conservar el vino o un lenguaje nuevo, tipo el esperanto, para que
la comunidad científica internacional se pudiera entender más fácilmente y así
contribuir de forma más eficiente al progreso», detalla el paúl, que insiste en
citar, además, la creación por parte de Díez Tobar de una escuela nocturna
gratuita para obreros «que subraya su interés por la formación de la gente».
Entre todos estos aparatos, sin embargo, destaca
uno: el cinematógrafo. Hay quien considera a Díez Tobar su inventor, a pesar de
que los hermanos Lumière han pasado a la historia con esta etiqueta. A Barquín
no le parece mal que se lo atribuyan, aunque él es algo más cauto. «Mariano yo
creo que fue un colaborador muy especial que le dio un impulso bastante grande
al cinematógrafo», afirma.
Lo cierto es que el paúl había dedicado muchas
horas al desarrollo del aparato y en 1892, tres años antes de que los franceses
presentaran oficialmente su máquina de cine, el sacerdote impartió una
conferencia cuyo contenido no deja lugar a dudas: «El cinematógrafo,
descripción del aparato por el que las imágenes de las personas, lo mismo que
las demás cosas, sea que en el acto existan, sea que ya no existan, aparecen al
vivo y como si fueran la realidad, con sus colores, movimientos… ante nuestra
vista».
Al parecer, el representante de los Lumière en
España, el ingeniero francés A. Flamereau, «se enteró de la ponencia del
sacerdote y contactó con él». Hablaron de distintos aspectos técnicos y el cura
burgalés le entregó todos sus apuntes, que resolvían precisamente algunas de
las complicaciones que los franceses no alcanzaban a solucionar. «De hecho, era
común que Mariano terminara todas sus conferencias autorizando a los presentes
a poner en práctica cualquiera de las ideas expuestas», explica Santiago
Barquín.
Poco después, los afamados hermanos presentaron al
mundo su invento. A la presentación en España invitaron como agradecimiento a
Díez Tobar, «quien parece ser que no acudió». «Él no tenía, digamos, interés
crematístico alguno. No quería figurar», concluye Barquín. Lo que explica, de
algún modo, que la historia resalte a los hermanos Lumière en detrimento del
sacerdote burgalés, el inventor olvidado.
Publicado por Alfa & Omega
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Promueve el diálogo y la comunicación usando un lenguaje sencillo, preciso y respetuoso...