Valor del Mes | Juan Tomás García, msc
Familia
Lema: Honra a tu padre y a tu madre (Mt, 19, 19)
El mes de
noviembre es también el mes de la familia, cada año aprovechamos para
promocionar el fortalecimiento institucional de la familia. El Plan Nacional de
Pastoral sitúa el valor de la familia como base de la evangelización, en
noviembre, para destacar la familia como semillero de vocaciones y de formación
de evangelizadores laicos, catequistas y animadores de comunidades. El lema del
mes de noviembre, de este año: “honra a tu padre y a tu madre”, nos impulsa a
profundizar en el quehacer de los miembros de la familia para su solidez y
crecimiento. ¿Cuál sería, en nuestra época, la manera de honrar padre y madre?
"El
que cuida a su padre tendrá larga vida, al que honra a su madre el Señor lo
escucha" (Eclesiástico 3,3). El texto del Eclesiástico, designado así por
San Cipriano, acentúa especialmente la apología del cuarto mandamiento: el
honor, el respeto y el cariño al padre y a la madre: "No abandones a tu
padre mientras viva; ... no lo abochornes, mientras vivas". Ya el Éxodo
había impuesto al pueblo el precepto humano y divino: "Honra a tu padre y
a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra" (Ex 20,12). Y
Tobías aconsejaba a su hijo: "Honra a tu madre y no le des un disgusto en
todos los días de su vida... Acuérdate de que ella pasó muchos trabajos por ti
cuando te llevaba en su seno" (Tb 4,3). Tengan la seguridad de que
"el Señor escucha al que honra a su madre".
El amor
vivido entre Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, es el origen de la
Familia: "La familia cristiana es una comunión de personas, reflejo e
imagen de la comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo. Su actividad
procreadora y educativa es reflejo de la obra creadora de Dios. Es llamada a
participar en la oración y la entrega de Cristo. La oración cotidiana y la
lectura de la Palabra de Dios fortalecen en ella la caridad. La familia
cristiana es evangelizadora y misionera". Además, el matrimonio de los
bautizados se convierte en el símbolo real de la alianza nueva y eterna en la
Sangre de Cristo. El Espíritu que infunde el Señor renueva el corazón y hace al
hombre y a la mujer capaces de amarse como Cristo nos amó, hasta dar la vida.
Nuestras
familias vienen de la familia de Dios, siendo así encontraremos lógica la
conducta que pregona Pablo en su carta a los Colosenses: misericordia
entrañable, bondad, humildad, dulzura, comprensión. Tolerancia, perdón, y sobre
todo, amor. Es la vida divina la que el cristiano tiene que reflejar. Y para
conseguir esa fuerza, la celebración de la Eucaristía, la meditación de la
Palabra en toda su riqueza, los cantos, la oración de acción de gracias, la
recitación de los salmos, himnos y cantos inspirados, la enseñanza, la
exhortación y el trato humano y pedagógico de los padres y la obediencia de los
hijos.
Nadie
ignora que la familia encuentra hoy grandes dificultades en su búsqueda de
plenitud, pero el esfuerzo, los sufrimientos y la cruz, son "elementos
inevitables de la existencia humana y se convierten en factores de crecimiento
personal". El hogar familiar es la escuela donde empieza a entenderse la
vida de Jesús, es la escuela donde se inicia el conocimiento de su evangelio.
Aquí se nos enseña a descubrir quién es Cristo. Aquí aprendemos la necesidad de
una disciplina espiritual, si queremos seguir las enseñanzas del evangelio.
En medio
de tantos ruidos, causados por las búsquedas de comodidades y de
sobrevivencias, en nuestras familias tenemos que aprender a vivir el silencio.
Es muy necesario para nosotros, que vivimos aturdidos por tanto ruidos, tanto
tumulto, tantas voces de nuestra bulliciosa vida moderna. El recogimiento de la
interioridad, formación, estudio, meditación, vida interior intensa, oración
personal que sólo Dios ve. Lección de vida familiar. Que nuestros hogares
enseñen el significado de la familia, su comunión de amor, su sencilla y
austera belleza, su carácter sagrado e inviolable. Aquí estará la honra de
nuestros padres y de nosotros mismos.
El
llamado de nuestro tiempo es a honrarnos mutuamente todos, esposos y padres e
hijos. Grande es la honra debida a los padres, pero con reciprocidad para con
los hijos. Grande es la honra debida a los hijos, pero con reciprocidad para
con los padres... Hijo mío, ama, y no eches de casa a tus padres mientras
dispongas de un sitio para ellos y tú puedas dedicarles un poco de tu cariño.
Vivan como para no separarse nunca. Como diría Pablo en su carta a los
Colosenses, posean entrañas de misericordia, bondad, dulzura, humildad,
comprensión mutua, disposición al perdón, gratitud...
ADH 861
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