Papa
Francisco | Renato Martinez/VN
El Papa: el Jubileo de 2025 signo de
renacimiento, de esperanza y confianza
El Santo Padre ha enviado una Carta a Monseñor Rino Fisichella,
Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización,
Dicasterio al cual se le confía la organización del Jubileo de 2025, y la
responsabilidad de encontrar las maneras apropiadas para que el Año Santo se
prepare y se celebre con fe intensa, esperanza viva y caridad operante.
“El próximo Jubileo puede ayudar mucho a restablecer un clima de
esperanza y confianza, como signo de un nuevo renacimiento que todos percibimos
como urgente”, lo escribe el Papa Francisco en su Carta dirigida a Monseñor
Rino Fisichella, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la
Nueva Evangelización, Dicasterio al cual se le confía la organización del
Jubileo ordinario del año 2025, que tiene como lema “Peregrinos de la
Esperanza”.
El Jubileo un don especial de gracia
En su Misiva – firmada en San Juan de Letrán, el 11 de febrero de 2022,
Memoria de la Bienaventurada Virgen María de Lourdes – el Santo Padre recuerda
que, el Jubileo ha sido siempre un acontecimiento de gran importancia
espiritual, eclesial y social en la vida de la Iglesia. “Desde que Bonifacio
VIII instituyó el primer Año Santo en 1300 —con cadencia de cien años, que
después pasó a ser según el modelo bíblico, de cincuenta años y ulteriormente
fijado en veinticinco—, el pueblo fiel de Dios ha vivido esta celebración como
un don especial de gracia, caracterizado por el perdón de los pecados y, en
particular, por la indulgencia, expresión plena de la misericordia de Dios”.
“Los fieles, generalmente al final de una larga
peregrinación, acceden al tesoro espiritual de la Iglesia atravesando la Puerta
Santa y venerando las reliquias de los Apóstoles Pedro y Pablo conservadas en
las basílicas romanas… Dando testimonio vivo de su fe perdurable”
Vivir el Año Santo en todo su significado pastoral
Asimismo, el Papa Francisco señala que, el Gran Jubileo del año 2000
introdujo la Iglesia en el tercer milenio de su historia. San Juan Pablo II lo había
esperado y deseado tanto, con la esperanza de que todos los cristianos,
superadas sus divisiones históricas, pudieran celebrar juntos los dos mil años
del nacimiento de Jesucristo, Salvador de la humanidad. “Ahora que nos
acercamos a los primeros veinticinco años del siglo XXI – afirma el Pontífice –
estamos llamados a poner en marcha una preparación que permita al pueblo
cristiano vivir el Año Santo en todo su significado pastoral”.
“En este sentido una etapa importante ha sido el
Jubileo Extraordinario de la Misericordia, que nos ha permitido redescubrir
toda la fuerza y la ternura del amor misericordioso del Padre, para que a su
vez podamos ser sus testigos”
Dos años de sufrimientos y limitaciones
Sin embargo, el Santo Padre recuerda que, en los dos últimos años no ha
habido país que no haya sido afectado por la inesperada epidemia que, además de
hacernos ver el drama de morir en soledad, la incertidumbre y la fugacidad de
la existencia, ha cambiado también nuestro estilo de vida. Como cristianos, señala
el Papa, hemos pasado juntos con nuestros hermanos y hermanas los mismos
sufrimientos y limitaciones. Nuestras iglesias han sido cerradas, así como las
escuelas, fábricas, oficinas, tiendas y espacios recreativos. Todos hemos visto
limitadas algunas libertades y la pandemia, además del dolor, ha despertado a
veces la duda, el miedo y el desconcierto en nuestras almas. Los hombres y
mujeres de ciencia, con gran rapidez, han encontrado un primer remedio que
permite poco a poco volver a la vida cotidiana.
“Confiamos plenamente en que la epidemia pueda ser
superada y el mundo recupere sus ritmos de relaciones personales y de vida
social. Esto será más fácil de alcanzar en la medida en que se actúe de forma
solidaria, para que las poblaciones más desfavorecidas no queden desatendidas,
sino que se pueda compartir con todos los descubrimientos de la ciencia y los
medicamentos necesarios”
El Jubileo puede ayudar a restablecer la esperanza
De ahí deriva la invitación del Papa Francisco a “mantener encendida la
llama de la esperanza que nos ha sido dada, y hacer todo lo posible para que
cada uno recupere la fuerza y la certeza de mirar al futuro con mente abierta,
corazón confiado y amplitud de miras”. Por ello, afirma el Pontífice, el
próximo Jubileo puede ayudar mucho a restablecer un clima de esperanza y
confianza, como signo de un nuevo renacimiento que todos percibimos como
urgente. Por esa razón elegí el lema Peregrinos de la Esperanza. Todo esto será
posible si somos capaces de recuperar el sentido de la fraternidad universal,
si no cerramos los ojos ante la tragedia de la pobreza galopante que impide a
millones de hombres, mujeres, jóvenes y niños vivir de manera humanamente
digna. Pienso especialmente en los numerosos refugiados que se ven obligados a
abandonar sus tierras.
“Ojalá que las voces de los pobres sean escuchadas
en este tiempo de preparación al Jubileo que, según el mandato bíblico,
devuelve a cada uno el acceso a los frutos de la tierra: «podrán comer todo lo
que la tierra produzca durante su descanso, tú, tu esclavo, tu esclava y tu
jornalero, así como el huésped que resida contigo; y también el ganado y los
animales que estén en la tierra, podrán comer todos sus productos» (Lv 25,6-7)”
No descuidemos el cuidado de nuestra Casa común
Por lo tanto, el Obispo de Roma indica que, la dimensión espiritual del
Jubileo, que nos invita a la conversión, debe unirse a estos aspectos
fundamentales de la vida social, para formar un conjunto coherente.
Sintiéndonos todos peregrinos en la tierra en la que el Señor nos ha puesto
para que la cultivemos y la cuidemos (cf. Gn 2,15), no descuidemos, a lo largo
del camino, la contemplación de la belleza de la creación y el cuidado de
nuestra casa común. Espero que el próximo Año Jubilar se celebre y se viva
también con esta intención.
“De hecho, un número cada vez mayor de personas,
incluidos muchos jóvenes y adolescentes, reconocen que el cuidado de la
creación es expresión esencial de la fe en Dios y de la obediencia a su
voluntad”
Fe intensa, esperanza viva y caridad operante
Así, el Papa Francisco confía a Monseñor Fisichella la responsabilidad
de encontrar las maneras apropiadas para que el Año Santo se prepare y se
celebre con fe intensa, esperanza viva y caridad operante. El Dicasterio que
promueve la nueva evangelización sabrá hacer de este momento de gracia una
etapa significativa para la pastoral de las Iglesias particulares, tanto
latinas como orientales, que en estos años están llamadas a intensificar su
compromiso sinodal. En esta perspectiva, la peregrinación hacia el Jubileo
podrá fortificar y manifestar el camino común que la Iglesia está llamada a
recorrer para ser cada vez más claramente signo e instrumento de unidad en la
armonía de la diversidad. Será importante ayudar a redescubrir las exigencias de
la llamada universal a la participación responsable, con la valorización de los
carismas y ministerios que el Espíritu Santo no cesa de conceder para la
edificación de la única Iglesia.
“Las cuatro Constituciones del Concilio Ecuménico
Vaticano II, junto con el Magisterio de estos decenios, seguirán orientando y
guiando al santo pueblo de Dios, para que progrese en la misión de llevar el
gozoso anuncio del Evangelio a todos”
El año 2024 una gran “sinfonía” de oración
El Santo Padre también precisa en su Carta que, la Bula de convocación,
que será publicada en su momento, contendrá las indicaciones necesarias para la
celebración del Jubileo de 2025. En este tiempo de preparación, me alegra
pensar que el año 2024, que precede al acontecimiento del Jubileo, pueda
dedicarse a una gran “sinfonía” de oración; ante todo, para recuperar el deseo
de estar en la presencia del Señor, de escucharlo y adorarlo. Oración, para
agradecer a Dios los múltiples dones de su amor por nosotros y alabar su obra
en la creación, que nos compromete a respetarla y a actuar de forma concreta y
responsable para salvaguardarla. Oración como voz “de un solo corazón y una
sola alma” que se traduce en ser solidarios y en compartir el pan de cada día. Oración
que permite a cada hombre y mujer de este mundo dirigirse al único Dios, para
expresarle lo que tienen en el secreto del corazón. Oración como vía maestra
hacia la santidad, que nos lleva a vivir la contemplación en la acción.
“En definitiva, un año intenso de oración, en el
que los corazones se puedan abrir para recibir la abundancia de la gracia,
haciendo del “Padre Nuestro”, la oración que Jesús nos enseñó, el programa de
vida de cada uno de sus discípulos”
Pidiendo a la Virgen María que acompañe a la Iglesia en el camino de
preparación al acontecimiento de gracia del Jubileo, el Papa Francisco concluye
su Misiva agradeciendo a Monseñor Rino Fisichella y a sus colaboradores, a
quienes imparte su Bendición Apostólica.
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