Cultura y Vida | Maica Rivera
Tolkien: encanto y asombro
sin fin
Está de enhorabuena la comunidad de admiradores
de J. R. R. Tolkien,
de los verdaderamente interesados en el legendarium tolkieniano.
Llega una nueva edición de los ensayos completos de nuestro gran
tolkienólogo español, Eduardo Segura, una recopilación que recoge material
desde el año 1994 hasta hoy, y que se cierra con una sección dedicada a la
transposición de la narrativa de Tolkien a la gran pantalla que incluye
material inédito.
Acometemos la lectura sintiéndonos, una vez más,
parte de los mismísimos Inklings, aquel excepcional grupo de amigos cristianos
que así se hicieron llamar, encabezados por Tolkien y C. S. Lewis, entre
catedráticos, profesores de Oxford y afines, que se reunían los jueves por la
tarde en el pub The Eagle and Child, de
los años 30 a los 60, para brindar con cerveza, debatir sobre mitología,
religión y literatura, y leerse lo que escribían.
Transidos de su espíritu crítico y a la vez jovial,
los contenidos de este volumen se estructuran en cuatro bloques generales que
van de lo más sencillo a lo más actual desde el punto de vista cronológico,
hasta las adaptaciones de los libros al cine, de las que nos viene a decir
Segura –con toda la razón y por si aún no lo tuviéramos claro– que solo los
lectores del autor católico pueden sacar auténtico partido al trabajo del cineasta
Peter Jackson.
Nótese que el prologuista, Martin Simonson, ya
lamenta el efecto trivializador de las campañas orquestadas por las productoras
de cine y los fabricantes de la mercadotecnia; incluso advierte que el ardor
bienintencionado de los muchos fans a menudo ha provocado un efecto
contraproducente y ciertamente deslegitimador para valorar en su justa medida
una obra como El Señor de los Anillos y
poder posicionarla como merece en los puestos más altos de las listas de la
mejor literatura del siglo XX.
Cierto que Tolkien es, en esencia, inagotable
(recordemos que lo suyo es el mito, no la alegoría). Sin embargo, nos atrevemos
a decir que Segura siempre ha sido capaz de tocar todas las claves
fundamentales para abrazarle como merece. Claves estéticas, filosóficas y
poéticas, más allá de los preceptos empíricos a los que habitualmente se
reducen todos los estudios. Sorprende, tanto como agrada, su reivindicación de
Tolkien como poeta sobre todas las cosas en el marco de otra reivindicación,
tanto explícita como subyacente de principio a fin, de los valores literarios
profundos de Tolkien, en un afán por desmarcarle definitivamente del escapismo
y sacarle de las estanterías de los libros juveniles a las que se le suele
relegar con acciones que asumen el género como algo menor.
Segura indica que, para comprender en toda su
dimensión la renovación que supone la mitología tolkieniana en la historia de
la literatura, hemos de estar familiarizados con Platón y los neoplatónicos,
Aristóteles, Dionisio Areopagita, Homero, Chrétien de Troyes, Beowulf, la Divina Comedia, Chaucer, los románticos, los
trascendentalistas norteamericanos, los poetas de la generación perdida,
¡incluso con la saga de la Dragonlance! Y,
sobre todo, Segura nos invita a sumergirnos sin prejuicios en lo sobrenatural
para entender el legendarium. Poco se ha escrito
sobre Tolkien tan emocionante como los dardos que podemos leer en la
presentación de la primera parte del libro sobre «Cuentos (¿de hadas?)», donde
se nos dan en la praxis las pautas para disfrutar al autor británico desde las
posiciones de «encanto y asombro» que debiera provocarnos. Leer a Tolkien para
crecer en sabiduría, para acceder a la verdad última del mundo y del ser
humano, para forjar nuestra mirada y preservarla en la inocencia, para que no
nos acostumbremos al milagro de lo cotidiano.
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