Fe y Vida | Renato Martinez
Acompaña al Papa en el Acto de Consagración
al Corazón Inmaculado de María
Sigue en directo a través de Vatican News, el Acto de Consagración de
Rusia y Ucrania al Corazón Inmaculado de María que realizará el Santo Padre
este viernes 25 de marzo, a las 17.00 horas en la Basílica de San Pedro,
Solemnidad de la Anunciación del Señor.
“El viernes 25 de marzo, durante la Celebración de la Penitencia que
presidirá a las 17.00 horas en la Basílica de San Pedro, el Papa Francisco
consagrará a Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María. El mismo acto, el
mismo día, será realizado en Fátima por el Cardenal Konrad Krajewski, Limosnero
Pontificio, como enviado del Santo Padre", este era el anuncio que realizó
el Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Matteo Bruni, el pasado 15 de
marzo anunciando que el Santo Padre realizaría este Acto de Consagración de
Rusia y Ucrania en el día de la Solemnidad de la Anunciación
del Señor.
¿Qué es el Acto de Consagración?
El Acto que realizará este viernes el Papa Francisco será una oración
pública y coral, que une a toda la Iglesia, para implorar la paz y consagrar al
Corazón Inmaculado de María a la humanidad entera y en especial a Rusia y
Ucrania. Como escribió el Santo Padre en su Carta a los
Obispos para el Acto de Consagración al Corazón Inmaculado de María,
este 23 de marzo, “la Iglesia, en esta hora oscura, está fuertemente llamada a
interceder ante el Príncipe de la paz y a estar cerca de cuantos sufren en
carne propia las consecuencias del conflicto”.
Este Acto previsto en torno a las 18:30, hora de Roma, lo realiza el
Papa Francisco acogiendo las numerosas peticiones del Pueblo de Dios, para
invocar la paz renovados por el perdón de Dios, y “quiere ser un gesto de la
Iglesia universal, que en este momento dramático lleva a Dios, por mediación de
la Madre suya y nuestra, el grito de dolor de cuantos sufren e imploran el fin
de la violencia, y confía el futuro de la humanidad a la Reina de la paz”.
¿Dónde poder seguir el Acto de Consagración?
Por esta razón, el Santo Padre invita a todo el pueblo de Dios a unirse
a este Acto consacratorio, convocado para este viernes 25 de marzo, a las
17.00, hora de Roma, para que el Pueblo santo de Dios eleve la súplica a su
Madre de manera unánime y apremiante. Después de la celebración penitencial,
con el rito de reconciliación de varios penitentes con la confesión y
absolución individual, el Papa Francisco realizará el Acto de Consagración que
lo puedes seguir a través de Vatican News en:
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Acto de Consagración al Corazón Inmaculado de María
Oh María, Madre de Dios y Madre nuestra, nosotros, en esta hora de tribulación, recurrimos a ti. Tú eres nuestra Madre, nos amas y nos conoces, nada de lo que nos preocupa se te oculta. Madre de misericordia, muchas veces hemos experimentado tu ternura providente, tu presencia que nos devuelve la paz, porque tú siempre nos llevas a Jesús, Príncipe de la paz.
Nosotros hemos perdido la senda de la paz. Hemos olvidado la lección de
las tragedias del siglo pasado, el sacrificio de millones de caídos en las
guerras mundiales. Hemos desatendido los compromisos asumidos como Comunidad de
Naciones y estamos traicionando los sueños de paz de los pueblos y las
esperanzas de los jóvenes. Nos hemos enfermado de avidez, nos hemos encerrado
en intereses nacionalistas, nos hemos dejado endurecer por la indiferencia y
paralizar por el egoísmo. Hemos preferido ignorar a Dios, convivir con nuestras
falsedades, alimentar la agresividad, suprimir vidas y acumular armas,
olvidándonos de que somos custodios de nuestro prójimo y de nuestra casa común.
Hemos destrozado con la guerra el jardín de la tierra, hemos herido con el
pecado el corazón de nuestro Padre, que nos quiere hermanos y hermanas. Nos
hemos vuelto indiferentes a todos y a todo, menos a nosotros mismos. Y con
vergüenza decimos: perdónanos, Señor.
En la miseria del pecado, en nuestros cansancios y fragilidades, en el
misterio de la iniquidad del mal y de la guerra, tú, Madre Santa, nos recuerdas
que Dios no nos abandona, sino que continúa mirándonos con amor, deseoso de
perdonarnos y levantarnos de nuevo. Es Él quien te ha entregado a nosotros y ha
puesto en tu Corazón inmaculado un refugio para la Iglesia y para la humanidad.
Por su bondad divina estás con nosotros, e incluso en las vicisitudes más
adversas de la historia nos conduces con ternura.
Por eso recurrimos a ti, llamamos a la puerta de tu Corazón, nosotros,
tus hijos queridos que no te cansas jamás de visitar e invitar a la conversión.
En esta hora oscura, ven a socorrernos y consolarnos. Repite a cada uno de
nosotros: “¿Acaso no estoy yo aquí, que soy tu Madre?”. Tú sabes cómo desatar
los enredos de nuestro corazón y los nudos de nuestro tiempo. Ponemos nuestra
confianza en ti. Estamos seguros de que tú, sobre todo en estos momentos de
prueba, no desprecias nuestras súplicas y acudes en nuestro auxilio.
Así lo hiciste en Caná de Galilea, cuando apresuraste la hora de la
intervención de Jesús e introdujiste su primer signo en el mundo. Cuando la
fiesta se había convertido en tristeza le dijiste: «No tienen vino»
(Jn 2,3). Repíteselo otra vez a Dios, oh Madre, porque hoy hemos terminado
el vino de la esperanza, se ha desvanecido la alegría, se ha aguado la fraternidad.
Hemos perdido la humanidad, hemos estropeado la paz. Nos hemos vuelto capaces
de todo tipo de violencia y destrucción. Necesitamos urgentemente tu ayuda
materna.
Acoge, oh Madre, nuestra súplica.
Tú, estrella del mar, no nos dejes naufragar en la tormenta de la
guerra.
Tú, arca de la nueva alianza, inspira proyectos y caminos de
reconciliación.
Tú, “tierra del Cielo”, vuelve a traer la armonía de Dios al mundo.
Extingue el odio, aplaca la venganza, enséñanos a perdonar.
Líbranos de la guerra, preserva al mundo de la amenaza nuclear.
Reina del Rosario, despierta en nosotros la necesidad de orar y de amar.
Reina de la familia humana, muestra a los pueblos la senda de la
fraternidad.
Reina de la paz, obtén para el mundo la paz.
Que tu llanto, oh Madre, conmueva nuestros corazones endurecidos.
Que las lágrimas que has derramado por nosotros hagan florecer este
valle que nuestro odio ha secado. Y mientras el ruido de las armas no enmudece,
que tu oración nos disponga a la paz. Que tus manos maternas acaricien a los
que sufren y huyen bajo el peso de las bombas.
Que tu abrazo materno consuele a los que se ven obligados a dejar sus
hogares y su país. Que tu Corazón afligido nos mueva a la compasión, nos
impulse a abrir puertas y a hacernos cargo de la humanidad herida y descartada.
Santa Madre de Dios, mientras estabas al pie de la cruz, Jesús, viendo
al discípulo junto a ti, te dijo: «Ahí tienes a tu hijo» (Jn 19,26), y así
nos encomendó a ti. Después dijo al discípulo, a cada uno de nosotros: «Ahí
tienes a tu madre» (v. 27). Madre, queremos acogerte ahora en nuestra vida y en
nuestra historia. En esta hora la humanidad, agotada y abrumada, está contigo
al pie de la cruz. Y necesita encomendarse a ti, consagrarse a Cristo a través
de ti. El pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que te veneran con amor, recurren
a ti, mientras tu Corazón palpita por ellos y por todos los pueblos diezmados a
causa de la guerra, el hambre, las injusticias y la miseria.
Por eso, Madre de Dios y nuestra, nosotros solemnemente encomendamos y
consagramos a tu Corazón inmaculado nuestras personas, la Iglesia y la
humanidad entera, de manera especial Rusia y Ucrania. Acoge este acto nuestro
que realizamos con confianza y amor, haz que cese la guerra, provee al mundo de
paz. El “sí” que brotó de tu Corazón abrió las puertas de la historia al
Príncipe de la paz; confiamos que, por medio de tu Corazón, la paz llegará. A
ti, pues, te consagramos el futuro de toda la familia humana, las necesidades y
las aspiraciones de los pueblos, las angustias y las esperanzas del mundo.
Que a través de ti la divina Misericordia se derrame sobre la tierra, y
el dulce latido de la paz vuelva a marcar nuestras jornadas. Mujer del sí,
sobre la que descendió el Espíritu Santo, vuelve a traernos la armonía de Dios.
Tú que eres “fuente viva de esperanza”, disipa la sequedad de nuestros
corazones. Tú que has tejido la humanidad de Jesús, haz de nosotros
constructores de comunión. Tú que has recorrido nuestros caminos, guíanos por
sendas de paz.
Amén.
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