Reflexión | Miguel A. Munárriz/FA
Exageraciones
Lc
6, 39-45
¿Cómo
es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga
que hay en tu propio ojo?
El
sermón del Monte de Mateo, o del Llano de Lucas, son en realidad recopilaciones
de dichos de Jesús que configuran los fundamentos del Reino o, dicho de otro
modo, que condensan su propuesta de vida. Junto a las parábolas, constituyen el
núcleo esencial del evangelio, pero hoy no queremos centrarnos en el fondo del
mensaje —ya lo hacemos a lo largo del año—, sino en la forma peculiar que tenía
Jesús de decir las cosas.
Jesús
era un semita, y los semitas no emplean conceptos para expresar sus ideas, sino
que recurren a imágenes y analogías que resultan mucho más ricas y rotundas
para hablar de lo trascendente. Por ejemplo, cuando uno de nosotros dice que
una persona es “hospitalaria”, todos entendemos lo que quiere decir, pero su
expresión carece de la fuerza y la riqueza que en el fondo encierra el
concepto. En cambio, un semita probablemente lo diría de esta forma: «La puerta
de su casa está siempre abierta» ... y esta expresión tiene una fuerza muy
superior a la del concepto seco con que nosotros la expresamos.
Dentro
de esta cultura, Jesús era un orador genial que arrastraba con su palabra a
unas multitudes que hasta se olvidaban de comer por escucharle. Buena muestra
de ello es el episodio que narra Juan en el capítulo séptimo de su evangelio,
cuando los sumos sacerdotes y los fariseos envían alguaciles a prenderle y
estos vuelven con las manos vacías. «¿Por qué no le habéis traído?», les
preguntan. Y ellos responden: «Jamás hombre alguno habló como éste».
Lo
más característico de su estilo son las parábolas —cuentos sencillos y al
alcance de todos con los que hace la mejor teología de la historia—, pero
también son de resaltar sus exageraciones. Cuando quería poner el énfasis en
algo, inventaba una gran exageración y ya nunca se olvidaba.
Y
así, nos habla de la viga en el ojo, o de colar el mosquito y tragarnos el
camello… y nos sentimos interpelados porque nos vemos fielmente reflejados en
ello. O del camello que pasa por el ojo de la aguja… y nos planteamos si es
compatible nuestra mentalidad de ricos con el Reino. O de poner la otra
mejilla… y entendemos mejor los planteamientos de vida propios de los
seguidores de Jesús. O de sacarnos un ojo o cortarnos una mano… y comprendemos
la radicalidad con la que Jesús nos anima a tomarnos en serio la vida y no
echarla a perder por culpa de las pasiones…
Jesús
es un extraordinario conocedor de la naturaleza humana, sabe que tenemos
propensión a equivocarnos y se vale de estas exageraciones inverosímiles para
señalarnos el camino. El problema es que las tomemos como norma de conducta, y
vivamos angustiados por no estar a la altura de moral tan exigente.
Publicado
por Feadulta.com
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