Humanismo Integral | Ianire Angulo Ordorika/VN
Seres de luz (y sombras)
Casi
por definición los telediarios no suelen ser muy halagüeños. Ya sabemos qué
hace mucho más ruido un árbol al caer que todo un bosque creciendo, así que las
noticias que llenan las primeras planas de los periódicos o abren los
noticieros no suelen caracterizarse por infundir ánimo o esperanza. Aun así, no
creo pecar de pesimista si digo que tengo la profunda sensación de que estamos
atravesando una etapa sombría. Cuando las cifras de la pandemia aún andaban
desbocadas, nos ha venido una avalancha de sombras: un conflicto bélico en
medio de Europa, crisis energética, dificultades en la industria y en los
transportes…
Entre
tanta oscuridad, no siempre es fácil encontrar resquicios de luz, aunque los
haya. En medio de las tinieblas, por ejemplo, de una guerra, no son pocas las
personas que deslumbran con sus gestos de acogida, solidaridad y cuidado ante
los más débiles, por más que puedan parecer diminutos comparados con la
magnitud del problema. Así sucede ante la situación de Ucrania y ante tantos
otros dramas más olvidados y desapercibidos. Se trata de esos pequeños, pero
necesarios, destellos de luz entre tanta sombra de los que ya hablaba Isaías.
Tras una lista muy concreta de cómo cuidar a quienes nos rodean, el profeta
afirma que así “resplandecerá en las tinieblas tu luz, y lo oscuro de ti
será como mediodía” (Is 58,10b).
Luces
y sombras
A
veces nos sucede algo parecido con nosotros mismos. Si volvemos la mirada a
nuestra existencia, no es difícil que nos cueste reconocer los logros que hay
en ella, los pequeños avances o las virtudes que la invaden. Suele ser más
sencillo fijarnos en aquello que aún no nos sale, en esa piedra en la que
siempre tropezamos o en esos defectos que no nos gustan nada y quisiéramos
arrinconar en el sótano más oscuro, por más que ellos se empeñen en asomarse
una y otra vez. Sí, lo oscuro siempre es mucho más llamativo, más invasivo y
más ruidoso que lo luminoso o, al menos, nos llama más la atención. Pero, si lo
pensamos fríamente, las sombras no contradicen a la luz, sino que,
paradójicamente, ambas caminan juntas y las primeras no son posibles sin la
segunda.
En
esa práctica tan cuaresmal de atender a nuestras zonas oscuras, no conviene
olvidar que luz y sombra van de la mano. Quizá resulta más práctico dejar de
luchar con uñas y dientes contra nuestras tinieblas y aprender a reconciliarnos
con esos aspectos sombríos, descubriendo los reflejos de luz que caminan junto
a ellos. Puede que así, valorando la vida y generando vida con las sombras, nos
asemejemos a los artistas que dominan las sombras chinescas y, poco a poco y
casi sin notarlo, lo oscuro de nosotros se transforme también en mediodía.
Publicado
por Vida Nueva
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