Cultura y Vida | Juan Orellana
Un héroe.
Cuando las redes sociales controlan nuestras vidas
El cineasta iraní Asghar Farhadi vuelve a firmar
una película sólida y profunda, en la línea de sus anteriores obras. Si recordamos
las tramas de películas como Todos lo saben (2018), El viajante (2016), El pasado (2013) o Nader y
Simin, una separación (2011), comprobamos que en toda su
filmografía hay un ingrediente esencial: unas relaciones matrimoniales
ensombrecidas y obstaculizadas por algo que fatalmente va dar la vuelta a la
vida de la pareja protagonista. La cinta que esta vez nos ocupa se presentó con
éxito en la 74 edición del Festival de Cannes y en nuestro Festival de
Valladolid (SEMINCI).
En Un héroe –ambientada
en la ciudad persa de Shiraz– nuestro protagonista, Rahim (Amir Jadidi), está
separado y tiene una nueva novia (Sahar Goldust) que le espera mientras él está
preso en la cárcel por deudas económicas. Durante un permiso penitenciario, su
novia encuentra un bolso que contiene oro. Tras algunos intentos de encontrar a
su propietario, finalmente ambos deciden vender el oro y con el dinero saldar
parte de la deuda pendiente. De esta manera, ellos aspiran a que el acreedor se
avenga a retirar la denuncia y así Rahim pueda recuperar su libertad y
construir su futuro con su nueva pareja. Pero las cosas se van a ir
complicando, sobre todo desde el momento en el que irrumpen los medios de
comunicación y, en especial, las redes sociales.
Farhadi consigue elaborar un cóctel de muchos
sabores, inseparables unos de otros. A su indudable dimensión de cine social
–un hombre honrado y pobre, injustamente detenido, es víctima de un sistema
judicial arbitrario– se añaden la cuestión de las complejas relaciones
familiares, el tema del perdón, la fuerza de las redes sociales, la importancia
del honor en la sociedad iraní y lo dura que se vuelve la vida a causa de las
mezquindades de los mediocres.
Como siempre que Farhadi rueda en Irán –otras veces
lo ha hecho en España o Francia–, aprovecha para ofrecernos un retrato de las
luces y las sombras de ese deslumbrante país, lleno de contrastes y
contradicciones, con una imponente tradición preislámica, un Gobierno islamista
y unos avances tecnológicos de nivel occidental. La película pone de manifiesto
un sistema judicial en el que una persona puede entrar o salir de la cárcel en
función del perdón –o no– del agraviado. Aunque se trate de un delito criminal.
Recordemos la película iraní Yalda, la noche del perdón (Massoud Bakhshi,
2019).
Las interpretaciones son realistas, al estilo Ken
Loach, con aire de improvisada espontaneidad, y encarnan personajes inocentes,
como Rahim y su novia; personajes mezquinos, como Bahram (Mohsen Tanabandeh),
el cuñado de Rahim de su primer matrimonio y el denunciante; personajes
expansivos y empáticos, como el otro cuñado, Hossein (Alireza Jahandideh), o
personajes determinados por sus propias circunstancias, como Nazanin, la hija
de Hossein, que interpreta la hija del director, Sarina Farhadi.
Una película farhadi, que
engancha con fuerza, que te mete de golpe en una historia humana compleja y a
veces asfixiante, pero en la que lo más noble siempre permanece.
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